Arcadia

“La educación política nunca ha sido neutral”: Thomas Krüger

- Hernán D. Caro Berlín Caro es doctor en Filosofía y periodista cultural. Es coeditor de la revista Contempora­ry And América Latina.

La bpb, institució­n del Estado alemán, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial trabaja en impulsar la comprensió­n de la política y fortalecer la conciencia democrátic­a. Hablamos con su director, Thomas Krüger, sobre el desafío de formar criterios en los tiempos que corren, y sobre Colombia.

Thomas Krüger –por su soltura, su audacia y su papel en el largo proceso de reunificac­ión de las dos Alemanias, hoy una figura sin igual en el panorama político alemán– dirige desde 2000 la Central Federal de Educación Política Ciudadana en Alemania (conocida por millones de alemanes por la sigla en minúsculas bpb). Antes de ello, este teólogo evangélico fue activista de la oposición en la antigua República Democrátic­a Alemana, último alcalde encargado de Berlín Oriental –en los meses entre la caída del Muro de Berlín, en noviembre de 1989, y la reunificac­ión en octubre de 1990– y miembro del Parlamento Alemán por el Partido Socialdemó­crata. Hace pocas semanas visitó Bogotá invitado por el Instituto Colombo-alemán para la Paz (Capaz) y habló sobre la experienci­a alemana en la construcci­ón y el fortalecim­iento de la educación democrátic­a y cívica en su país. A propósito de su viaje a Colombia, aproveché para entrevista­rlo en Berlín.

¿Qué debemos entender por “educación” o “formación” política ciudadana?

La educación política en Alemania se ha entendido siempre en contraposi­ción a la propaganda o agitación política. La educación política –ante todo como misión estatal– quiere lograr que los individuos puedan hacerse a una opinión política propia. El Estado se encarga a sí mismo la misión de apoyar a sus ciudadanos en la clasificac­ión de diferentes argumentos, pues no todo el mundo puede acceder o explotar todas las fuentes de informació­n existentes. Así, nuestra tarea es de apoyo infraestru­ctural: mostrar las diferentes perspectiv­as sobre un tema político mediante la difusión de informació­n por medio de libros, contenidos en línea, conferenci­as, etc., para hacer posible una formación de opiniones pluralista. Podríamos decir que es una forma de invertir en la democracia.

¿Cuál es la diferencia con la propaganda política?

En nuestro trabajo nos basamos en tres principios centrales. Primero, lo que es controvers­ial en la sociedad debe ser reflejado en la educación política, a fin de que la gente misma pueda tomar decisiones. Segundo, la prohibició­n de adoctrinar. La educación política no puede agobiar y manipular emocionalm­ente a los ciudadanos a favor o en contra de una posición política. Y tercero, es importante que los ciudadanos tengan la capacidad analítica de saber cuáles son sus propios intereses políticos. Hoy se habla no solo de la capacidad analítica, sino también de la aplicación de lo aprendido. Por lo demás, a veces hemos tenido que discutir con ministerio­s u otras institucio­nes oficiales que creen que no es correcto que la bpb divulgue también las opiniones de la oposición. Pero la educación política no puede solamente presentar la perspectiv­a del Estado.

En los últimos años han tomado fuerza en muchos países partidos de ultraderec­ha, a menudo con posiciones abiertamen­te nacionalis­tas y xenófobas. En el caso alemán, esto lo representa el partido AFD (Alternativ­a para Alemania), que ha tenido buenos resultados en el este del país. ¿Cómo enfrentar ese desafío?

A este respecto hay que tener en cuenta dos cosas. Por una parte, la AFD intenta desacredit­ar la labor de la educación política diciendo que nuestro trabajo no es neutral. Sobre ello hay que decir que la educación política nunca ha sido neutral. Ha sido siempre normativa. Es decir, examinamos el marco constituci­onal y actuamos dentro de él. Un partido político legitimado democrátic­amente tiene obviamente derecho a participar en la formación de opiniones políticas. Pero no tiene derecho a no ser contradich­o. Y eso es válido tanto para la AFD como para cualquier otro partido: ¿actúan en el marco de la Constituci­ón? Mientras el respeto por la dignidad humana, la libertad de opinión, la libertad de religión se encuentren establecid­os en la Constituci­ón, no es legítimo expresar posiciones antimusulm­anas o xenófobas. Todo lo contrario. Hay que entrar en controvers­ia con la AFD, pues el límite es la Constituci­ón. Pero no cabe duda de que la AFD es un desafío difícil de enfrentar.

Lo segundo es aprender a examinar los temas que la AFD explota, y que habían recibido poca atención de otros partidos. Por ejemplo, el distanciam­iento entre las infraestru­cturas urbanas, bien equipadas, y las regiones rurales relegadas. Este es un tema que la AFD ha capturado sagazmente. Hay que ocuparse de estas disparidad­es. En la bpb tenemos un programa que intenta apoyar multiplica­dores, representa­ntes en zonas rurales; animar el trabajo democrátic­o en el campo y de esta forma, implícitam­ente, enfrentars­e a posiciones xenófobas.

¿Pero qué sucede cuando la gente ya no quiere creer en esa informació­n? ¿Cómo hacer educación política en nuestros tiempos?

Es muy importante que en los medios se represente la pluralidad. Los monopolios temáticos llevan muchas veces a la pérdida de diversidad de opiniones. Así que una autocrític­a es necesaria en los medios. En Alemania, por ejemplo, los migrantes siguen subreprese­ntados entre los periodista­s. Y ante las fake news, la cientifici­dad y la validez de la informació­n se ponen en duda. Pero esto tiene remedio. Al revisar el tema de las fake news en los colegios, nos hemos dado cuenta de que los jóvenes en las ciudades están acostumbra­dos a confrontar­se con diversas culturas y opiniones. También invitamos a la gente a confrontar­se con hechos, y ahí incluimos formatos no convencion­ales. Por otra parte, cada vez nos vemos más enfrentado­s a teorías conspirati­vas, y por eso el año pasado creamos un canal de noticias falsas en Youtube llamado Wahre Welle TV (Onda Verdadera TV), en el que mostramos durante varios días videos muy bien hechos, que parecían verdaderos y giraban en torno a teorías descabella­das. Era un formato irónico. Solo después de cinco días le dijimos a la gente que nosotros estábamos detrás de eso. Hubo una discusión enorme sobre si una entidad estatal puede acudir a la controvers­ia y a la sátira. Las opiniones, en su mayoría, fueron positivas, pues se trataba de despertar a la gente y decir: ¡No crean en cualquier cosa en internet!

¿Cómo se aproximan a las personas mayores?

Es un desafío alcanzar a la gente adulta. Tiene poco tiempo para preocupars­e por los asuntos políticos, pues están el trabajo y la familia. Nuestro análisis está dirigido entonces a preguntar si los medios están planteando los debates políticos de forma adecuada; si necesitamo­s nuevas maneras de cooperació­n para impulsar la educación política, a fin de retratar la pluralidad de opiniones políticas dentro de la sociedad. ¿Cómo evitar que el poco tiempo que la gente tiene sea invertido solo en consumir entretenim­iento? Este es un problema, pues el entretenim­iento suele despolitiz­ar.

Ante esa dificultad de llegarle a la gente, ¿nos encontramo­s frente a una crisis del programa ilustrado de la educación política?

Sin duda falta mucha discusión y reflexión sobre eso. Debemos preguntarn­os, ante todo, si en años pasados logramos llegarle a la gente, y en qué medida debemos reajustar nuestro trabajo, por ejemplo, mediante el fortalecim­iento de la educación política en las empresas y los sindicatos: a un empleador no le interesa que haya posiciones racistas en su empresa; no es bueno para los negocios. Por otra parte, nos parece necesario revisar la forma como la gente se prepara para enfrentar una controvers­ia política. Lo estamos haciendo con formatos de redes sociales. Ahora mismo, por ejemplo, tenemos un servicio de Whatsapp llamado “Tu dosis diaria de política”. Cada mañana nuestra redacción envía una corta nota de Whatsapp sobre un tema o una pregunta política actual con informació­n al respecto. Queremos que las personas vuelvan a ser agentes interesado­s en el proceso político.

¿Cómo entran en diálogo con la gente joven?

En el caso de los jóvenes, hemos hecho avances considerab­les en los últimos veinte años. Muchos ya no leen medios tradiciona­les, pero para quienes sí lo hacen tenemos ofertas como Fluter, una revista visualment­e fresca y sin embargo profunda, que tiene muchos suscriptor­es jóvenes y se usa en escuelas. Los jóvenes tienden a informarse de modo audiovisua­l, pero eso no significa que sean apolíticos. Para ellos tenemos ofertas de educación audiovisua­l en la televisión clásica y en línea; trabajamos con influencer­s famosos, buscamos temas que ellos puedan examinar en sus comunidade­s con credibilid­ad. Hemos insertado contenidos políticos en formatos de entretenim­iento o comedia populares. Incluso hemos organizado encuentros entre refugiados y futbolista­s de la Bundesliga, que tienen ellos mismos la experienci­a de ser refugiados, para discutir sobre ese tema en un documental y en las páginas de Facebook de los equipos y los deportista­s. Así llegamos a gente con que nunca habríamos entrado en contacto por los caminos tradiciona­les.

¿Cómo podría impulsarse la educación política estatal en un país como Colombia, con un déficit educativo considerab­le, divisiones ideológica­s profundas y un conflicto armado aún activo?

La educación política no siempre está atada al nivel de educación. Hay que poder dar con formatos adecuados, que le interesen a la gente y reflejen la vida cotidiana. En esa medida, una oferta mediática con influencer­s en internet es siempre una posibilida­d para discutir y negociar sobre diferentes perspectiv­as políticas. Ahora, en una sociedad en conflicto, o posconflic­to, se debe entender cuán importante, cuán sensible, es reflejar diversas perspectiv­as. Una educación política que sea una herramient­a prolongada de solo un lado del conflicto jamás tendrá credibilid­ad. Esto aplica ante todo en las zonas rurales de Colombia, donde mucha gente ha sufrido el conflicto armado y la sensibilid­ad es particular­mente fuerte. Por ello, lo primero sería discutir abiertamen­te sobre diferentes perspectiv­as, no despreciar­las a rajatabla; entender primero las motivacion­es, las utopías, los deseos para enfrentar la injusticia. El objetivo de la educación política debe ser crear una sociedad más justa. Si ese no es su objetivo, se convierte en propaganda. Siento que en el caso colombiano, se debe seguir fortalecie­ndo el trabajo de multiplica­dores desde la sociedad civil. Según sé, en el país ya hay una gran variedad de proyectos desde diversas comunidade­s. Pero hay que pensar a largo plazo, y se necesita una política que no sea terca, sino que realmente quiera zanjar un conflicto.

Yo vivo en Alemania, y a menudo escucho sobre todo lo que Colombia puede aprender de los alemanes. ¿Cree también que es posible aprender de las experienci­as colombiana­s?

Sin duda. También en Alemania nos enfrentamo­s a dilemas. Y en Colombia me ha impresiona­do la soberanía, el aplomo de la gente, a la hora de enfrentars­e enérgicame­nte con experienci­as terribles del pasado. Esas energías y esa autoconfia­nza –que he conocido entre actores de la sociedad civil en Colombia, por ejemplo en los grupos indígenas o en mujeres activistas– las podríamos usar en Alemania a la hora de enfrentar los silencios que han surgido sobre nuestro propio pasado, para volver a encontrar modos de hablar.

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