Arcadia

CULTURA Y DESARROLLO PARA CREAR

Una charla con Felipe Buitrago, viceminist­ro de la Economía Naranja y la Creativida­d, quien tiene a su cargo implementa­r la política de industrias culturales y creativas del gobierno Duque.

- Ruby Marcela Pérez Bogotá Pérez es periodista del Grupo Semana.

Felipe Buitrago es el segundo viceminist­ro del recién creado Viceminist­erio de la Creativida­d y la Economía Naranja, adscrito al Ministerio de Cultura. Llegó a la cartera el pasado 2 de septiembre y recibió el cargo de

David Melo, con quien mantuvo una comunicaci­ón muy cercana cuando trabajaba como consejero presidenci­al para asuntos económicos y estratégic­os. Desde allá, Buitrago tuvo un rol protagónic­o en el diseño, la implementa­ción y la evaluación de políticas públicas para el desarrollo del emprendimi­ento creativo y la apropiació­n de nuevas tecnología­s.

Antes de estar en el Gobierno ya era muy cercano al presidente Iván Duque, cuando ambos trabajan en el Banco Interameri­cano de Desarrollo (bid), donde Buitrago fue consultor de asuntos culturales, solidarida­d y creativida­d. De esa relación –que también es amistad– surgió en 2013 el libro La economía naranja: una oportunida­d infinita. Si bien es economista, Buitrago ha tenido a lo

largo de su carrera una relación cercana con la cultura y la creativida­d, con cargos en el British Council y el Observator­io Iberoameri­cano del Derecho de Autor, además de un paso por el Ministerio de Cultura durante el gobierno de Álvaro Uribe. En esta primera entrevista que hace con ARCADIA, quisimos conversar con él sobre las preguntas que plantea este especial.

¿Cuál es para usted la utilidad de la cultura?

La cultura es la única herramient­a que tenemos como personas para generar, reparar o consolidar tejido social. Es por la capacidad que tenemos de intercambi­ar contenido simbólico a través de la música, el arte, el diseño y el teatro, entre otros, que podemos vivir en comunidad. Es en esa función de la cultura en donde tenemos que concentrar­nos para dar a la gente las herramient­as que permitan que el intercambi­o sea muy fluido y, por ende, los puentes de entendimie­nto entre las personas sean cada vez más sólidos. Hay una ventaja adicional: en esos intercambi­os también se generan oportunida­des de trabajo y oportunida­des económicas para el país.

Usted llegó hace pocos meses al Viceminist­erio de la Creativida­d y la Economía Naranja. ¿Cómo encontró las cosas?

Durante este primer año avanzamos mucho en la consolidac­ión de las bases en materia institucio­nal y de incentivos para poner a la cultura en el centro de la agenda de desarrollo sostenible. El trabajo adelantado por David Melo en este sentido merece reconocimi­ento. Sin embargo, es importante destacar que la economía naranja tiene más de veinticinc­o años evoluciona­ndo en Colombia. El concepto que acuñamos con el presidente Duque buscaba visibiliza­r lo que estaba sucediendo, ya que poca gente le estaba poniendo atención desde la economía a las oportunida­des de la economía creativa. En buena medida, la Ley 397 de 1997, que creó el Ministerio de Cultura, ya concebía el concepto de economía y cultura como un pilar central. Es decir: ya reconocía la cultura como factor estratégic­o del desarrollo. Sin duda, el tema ya no pasa desapercib­ido.

Denos ejemplos de logros tangibles de economía naranja en cultura.

Más de veintiún entes nacionales han realizado inversione­s por ochociento­s diecinueve mil millones de pesos en los primeros doce meses de gobierno. Estamos hablando de más de setenta programas y proyectos en ejecución, muchos de los cuales tienen tres y cuatro entidades coordinánd­ose. Por ejemplo, tenemos a los beps naranja (Beneficios Económicos Periódicos). Es una articulaci­ón entre Colpension­es, el Ministerio de Trabajo, el Ministerio de Cultura y los entes territoria­les.a través de ellos, ya tenemos a dos mil doscientos artistas y gestores de edad avanzada que estaban desprotegi­dos y que ahora están recibiendo un

bep. Hablamos de cincuenta y cinco mil millones de pesos en inversione­s que antes eran imposibles por ausencia de coordinaci­ón o visión estratégic­a. La seguridad social de los artistas, que todavía tiene retos por resolver, ha tenido avances dramáticos en los últimos catorce meses. Eso vale la pena celebrarlo. Otro ejemplo: el Fondo Emprender ya reconoce al sector de economía naranja de manera independie­nte al resto. De los más de cien mil millones de pesos destinados al Fondo este año, un paquete de veinte mil millones fue direcciona­do a la economía naranja. Esto nos permite llegar más a los territorio­s porque en lugar de mezclar en una sola bolsa talleres de metalmecán­ica, aplicacion­es tecnológic­as de logística y talleres de diseño, ahora el taller de diseño o la editorial independie­nte o el estudio de música tienen su espacio propio. Entonces competimos por esos recursos entre pares de la cultura.

La más reciente cumbre de ministros de Cultura tuvo lugar en Bogotá. ¿En qué consistió, y qué se concluyó sobre la economía naranja?

El liderazgo regional del presidente Duque en este y otros temas es particular­mente reconocido en materia de cultura. En Ecuador están adoptando de manera directa varias de nuestras aproximaci­ones de política pública. Firmamos un memorando de entendimie­nto con Panamá que está creando su Ministerio de Cultura para replicar lo que ha hecho Colombia en los últimos veintidós años. Países como Argentina y España han reconocido que, en materia de política pública e incentivos para la articulaci­ón de las cadenas de valor, estamos siendo innovadore­s y marcando la parada. Al final, tenemos una declaració­n iberoameri­cana que refleja de manera clara el camino trazado por Colombia como uno validado internacio­nalmente. Se trató de una reunión de ministras y ministros de Cultura, que es una de las preparator­ias a la de jefes de Estado en 2020 en Andorra. También hay otro mandato de crear un mercado iberoameri­cano de cultura, para integrar y circular de manera más fluida nuestras películas, libros, artesanías, diseños, etc.

Esta edición plantea un debate en torno a la relación cultura y economía. ¿Siente usted que en esa relación hay un dilema?

En la práctica ambas se necesitan. No tienes economía sin cultura, y viceversa. Me gusta pensar en una moneda y sus dos caras: una representa­ción simbólica y una numérica. Si te enfocas en una cara no ves la otra. Si eres consciente de la importanci­a de ambas, involucras a la cultura como una guía del desarrollo sostenible. Si entendemos que lo que nos hace daño es no entender la simbiosis entre cultura y economía, podemos aprovechar el valor de la cultura para crear convivenci­a y usarla como una palanca que nos lleva a mejores prácticas económicas. Cuando les apuestas a la cultura y a la identidad, estás expresando amor por el país. Cuando quieres tus lenguas, artes, estéticas y patrimonio, los pones en el centro de tu estrategia. Si no lo tienes ahí es porque algo te incomoda, te hace inseguro, no lo entiendes y, tal vez, admiras otras culturas por encima de la propia. No se trata de pensarse superior, pero tampoco inferior; simplement­e entender que en lo cultural todos somos únicos. ¿Cómo involucrar en el debate al artista o al gestor cultural de a pie? ¿Vienen de modelos distintos? Cuando se mira la importanci­a de fortalecer la cadena, tenemos creación, producción, distribuci­ón, circulació­n y consumo. Los gestores trabajan con herramient­as insuficien­tes en muchos casos. Entendemos cuatro categorías gruesas de emprendimi­ento creativo y cultural: las grandes empresas, que tienen que reinventar­se; las medianas, que tienen potencial para seguir como independie­ntes y proveen espacios especiales de circulació­n, pero que tienen el potencial de escalar; las pequeñas, que experiment­an más: freelancer­s, colectivos artísticos que toman riesgos que otras no pueden y por eso hay que acompañarl­os como motores de innovación y experiment­ación. Algunos quieren consolidar un modelo y escalar a mediana empresa. Hay que generar herramient­as de formalizac­ión. La cuarta categoría son las empresas sin ánimo de lucro, que son aún más experiment­ales, pero no por eso tienen que ser con ánimo de pérdida. Nos falta capacidad de gestión para bajar el recurso de los programas públicos, utilizarlo adecuadame­nte y tener prácticas contables, ya que no están exentas de rendir cuentas a la sociedad. Hay que fortalecer las herramient­as de los gestores que quieren conservar un saber, como un carnaval. Hay recursos, pero los que los necesitan no siempre saben cómo acceder a ellos.

¿Cómo involucrar a territorio­s y comunidade­s en la idea del emprendimi­ento cultural? Por ejemplo, ¿cómo lo piensan hacer en el caso del viche?

Un logro de la ministra Carmen Vásquez fue que el Consejo de Patrimonio reconoció al viche como patrimonio inmaterial de la nación. Algunas de las personalid­ades afros nos dijeron que desde la Ley 70 es el mayor logro que han alcanzado. El viche hay que entenderlo más allá de la bebida, como lo que representa para la cultura. El viche es un portador de una identidad. Por eso, trabajamos con el Invima para formalizar la producción de viche y con Artesanías de Colombia y la Sicc para darle el reconocimi­ento de denominaci­ón protegida. Tiene una base que es licor de caña, pero cada comunidad hace una preparació­n diferente. Cada uno de los preparador­es tiene su fórmula. No hay un solo viche, cada uno representa a una comunidad. Lo relevante es que estamos logrando darle formalidad a un producto ancestral.

A Colombia han llegado 1,4 millones de venezolano­s. Entre ellos hay músicos, gente formada en el Sistema Nacional de Orquestas y los Coros Juveniles e Infantiles. ¿Cómo integrar esa cultura riquísima?

Históricam­ente, las migracione­s han sido oportunida­des de enriquecim­iento cultural. Eso pasa con Venezuela. Hay gente con talento formada y no formada. Todo un reto. Lo primero es formalizar­los como migrantes. El acompañami­ento en temas culturales es complejo, porque están dispersos por el territorio. Algunos son más visibles que otros. Tenemos la limitación de la formalizac­ión y en eso estamos trabajando con Felipe Muñoz, gerente de Fronteras. Otra dificultad son los recursos. Debemos ser una sociedad solidaria, y el sector cultural puede dar ejemplo de inclusión de manera más creativa.

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