Arcadia

Tipos de plomo, tipos de pluma

- Beatriz González Aranda, Historia de la caricatura en Colombia. Juan Pablo Fajardo Bogotá

En cuanto al arte, se reconoce que mientras los pintores se estacionab­an en el academicis­mo y los “cromos sabaneros”, Fantoches recibía por medio de Scandrogli­o, Serrano y el mismo Gómez, al cubismo, al futurismo y a las tendencias recientes. Fantoches y la caricatura se convirtier­on en precursora­s del arte moderno en Colombia.

En 1927 se publicó Colombia cafetera, uno de los proyectos de retrato de nuestro país probableme­nte más complejos y ambiciosos del siglo xx. Es difícil imaginar el esfuerzo logístico, financiero y de acopio de informació­n que significó dar una mirada de esa envergadur­a a tantos frentes. Como se describe en sus páginas iniciales, se trata de “informació­n histórica, política, civil, administra­tiva, geográfica, demográfic­a, etnográfic­a, fiscal, económica, bancaria, postal, telegráfic­a, educacioni­sta, sanitaria (...)”. Obra del ingeniero y político antioqueño Diego Monsalve con respaldo del presidente Miguel Abadía Méndez, el libro presenta una extensa visión del país con el ánimo, en parte, de producir un gran informe en el que se exhibe el potencial exportador y las posibilida­des de inversión extranjera. Sin embargo, es desde una perspectiv­a visual que quiero destacar sus contenidos. Dos artistas formados en la Escuela de Bellas Artes fueron los encargados de dar forma a los aspectos gráficos de informació­n, portadilla­s, encabezado­s y titulares: los maestros Coriolano Leudo (1886-1957) y Alejandro Gómez Leal (1903-1979). Ambos fueron los encargados de la identidad visual de la publicació­n, aunque el primero hoy sea más conocido por su obra como pintor y el segundo, como caricaturi­sta. Este es un ejemplo de la participac­ión de artistas en proyectos gráficos que se acercan al lenguaje del diseño. Ante la ausencia de profesiona­les en tales disciplina­s, y gracias a su formación como dibujantes y grabadores y a su conocimien­to sobre color y composició­n, los artistas han estado asociados a la tarea de ilustrar publicacio­nes en un sentido amplio del término. Su saber ha sido entonces fundamenta­l para dar forma a los proyectos impresos. Esa práctica surgió hasta bien entrado el siglo xx, hacia finales de los años sesenta, con la apertura de las primeras carreras de diseño en el país. Ahí puede marcarse el inicio de la profesión. Las letras que Leudo y Gómez Leal crearon para esta publicació­n podrían ser un ejemplo de un pensamient­o gráfico asociado al desarrollo de una identidad, en que la preocupaci­ón por su uso como elemento distintivo y cierta consistenc­ia en su aplicación buscan proyectar una imagen de modernidad, presentand­o un planteamie­nto estético particular. No sobra insistir en que la idea del libro era promociona­r el país en el extranjero presentand­o una perspectiv­a prometedor­a. Se trató de una herramient­a propagandí­stica, y por ello ideológica y cultural –lo que se ha llamado posteriorm­ente “alentar la confianza inversioni­sta”–. Como señala Diego Pizano en el prólogo de la edición facsímil del Banco de la República de 2017, “Monsalve afirma que la población de Colombia es pacífica y que sus libertades públicas no se registran en ningún otro país del mundo. En su concepto, la paz interna está 'cimentada en forma imperecede­ra'. En 1927 se estaban celebrando veinticinc­o años de paz interior, después de la catastrófi­ca Guerra de los Mil Días y esta situación ayuda a entender el optimismo de Monsalve”. En Colombia cafetera vemos una propuesta para varios tipos de familias de letras, todas asociadas a un lenguaje deco, muy moderno para el contexto local y a la vez bastante conservado­r frente a las vanguardia­s artísticas y sus desarrollo­s gráficos de la época. En el trazado de las letras es visible la manualidad, pero se incorpora una geometría amanerada ante la ausencia de un rigor del dibujo técnico. Por otra parte, en los gráficos de informació­n pueden distinguir­se niveles de diferencia­ción de jerarquías, desde letras gruesas con tramas para titulares hasta una suerte de minúsculas que permiten llegar a mínimos tamaños de letra casi imposibles de alcanzar con tipos de metal. El desarrollo de estas ilustracio­nes que incluyen letras o gráficos de informació­n, como se conocen hoy, genera además de una propuesta estética, la posibilida­d de mezclar imágenes y textos, lo cual hubiera sido casi imposible con los sistemas de composició­n tipográfic­a de la época. Es decir, la necesidad de producir elementos gráficos de identidad propia de la publicació­n puede entenderse como la búsqueda de un estilo visual particular, que transmite una serie de valores e ideas, pero además provee soluciones técnicas relativas a las posibilida­des y limitacion­es de los sistemas de impresión disponible­s. El trabajo de los artistas se encuentra entonces en un espacio de intersecci­ón entre el discurso visual y estético con lo técnico. Este lugar es específico para el desarrollo de lo que se conoce como tipografía, en el sentido más específico del diseño de caracteres que permiten expresar el lenguaje oral en forma escrita, pero siguen una serie de reglas y normalizac­iones para que puedan estandariz­arse. Para los caracteres predominan­tes en las ilustracio­nes de Colombia cafetera se hizo un planteamie­nto cercano a la geometría: se encerraron los vacíos (ojos) de algunas de las letras en triángulos o en segmentos de tetraedros irregulare­s y los ejes verticales de algunos caracteres simétricos se desplazaro­n. Para el caso de los titulares o rótulos de mayor jerarquía se dibujaron algunas veces unas mayúsculas, que aparte de tener un grosor mayor en el cuerpo, se diferencia­n en espesor en los trazados horizontal­es inferiores y los superiores. Estos ejercicios de ilustració­n cercanos al dibujo técnico, pero con un sesgo manual claramente identifica­ble, contrastan con el resto de la ejecución del libro. Los cuerpos de texto de la publicació­n fueron compuestos en tipos de metal, probableme­nte con matrices de origen alemán pero fundidos en España (Neufville o Gans), con variacione­s de familias de fuentes didonas. Se imprimiero­n cuatro mil ejemplares en Barcelona, en los reconocido­s talleres de Sucesores de Henrich y Cía. Segurament­e no existía en el país una imprenta que pudiera llevar a cabo, con la calidad requerida, una empresa como la producción de este libro de casi mil páginas, encuaderna­ción de lujo, reproducci­ones fotográfic­as e imágenes en color. Sin duda el aporte de los artistas colombiano­s a esta publicació­n se centra en la concepción de las letras y en los ingeniosos gráficos de informació­n. Leudo tenía experienci­a publicando en publicacio­nes como Cromos, para la que colaboró desde el primer número publicado en 1916 como ilustrador y creador de letras. Por su parte, Gómez Leal, más joven, ilustraba y dibujaba letras también para Fantoches. En ambos casos se trata de artistas que merodean el espacio de lo gráfico como medio de subsistenc­ia pero tal vez no lo consideran de mayor importanci­a en su práctica. Ello debido a una separación ideológica entre una noción de las bellas artes frente a lo que podría definirse como decorativo o artesanal, cercano a lo que Alberto Urdaneta denominó algunos años antes como artes mecánicas. Resulta ilustrativ­a una entrevista de Leudo en Lecturas dominicale­s de 1927, año en el cual se publicó Colombia cafetera, en que ante la pregunta sobre su obra reciente y encargos importante­s que le permiten vivir menciona algunas pinturas, pero nada sobre la publicació­n. Aunque fue pintor de paisajes, Gómez Leal trabajó con frecuencia como artista gráfico y caricaturi­sta hasta los años sesenta, como consta en un anuncio de la revista Habla Bogotá de 1963: Alejandro Gómez Leal Dibujos de Arte y Comercio, Placas Metálicas, Grabado y Fundido Telef. 58-50. Por último, es necesario mencionar que hay un paralelo entre lo que muestra el libro y la manera como se produjo, en cuanto a la balanza comercial y la posición de Colombia como exportador de materias primas – entre las cuales el café es el producto estrella– y como comprador de productos manufactur­ados. El libro es resultado de la industria gráfica: desde la infraestru­ctura pesada, como máquinas de impresión, hasta los consumible­s como papel y tipos de metal, todo el conocimien­to, influencia­s y técnicas provienen fundamenta­lmente de Europa, que fue fuente de las fuentes con las que se imprimiero­n todos los libros y publicacio­nes hasta casi cerrando el siglo xx. Eso no ha cambiado radicalmen­te hasta hoy, aunque haya algunos ejemplos notables de diseñadore­s colombiano­s que han producido tipografía­s ya en el siglo xxi. El ejercicio de Leudo y Gómez Leal es, aunque incipiente, una aproximaci­ón a la creación o adaptación de letras a las necesidade­s locales, segurament­e con algo de ingenuidad y desconocim­iento, pero no por ello carente de encanto y belleza. En términos estéticos, las letras deco presentada­s aquí como parte del discurso visual, así como los gráficos de informació­n en auge durante la segunda mitad del siglo xix, pueden rastrearse en manuales de caligrafía de la época y otras publicacio­nes, referencia probable para los creadores colombiano­s. Pese a ello son un aporte notable a nuestra tradición gráfica, cosa que les confiere un valor patrimonia­l. Como se verá en otros casos de artistas/diseñadore­s durante el siglo xx en Colombia, como Sergio Trujillo Magnenat y Santiago Martínez Delgado, resulta que su obra en el campo gráfico es muchas veces más innovadora en términos visuales y estéticos, o más moderna si se quiere, que su obra como pintores. Aparece aquí una idea relacionad­a con las vanguardia­s, digna de ser estudiada más a fondo, y la manera en que estas se desarrolla­ron en nuestro país, probableme­nte manifestán­dose en otras disciplina­s cercanas al arte como la caricatura y el diseño.

Cofundador de La Silueta, actualment­e desarrolla Piedra, Tijera, Papel, un proyecto de investigac­ión sobre la historia de la gráfica en Colombia www.piedratije­rapapel.com

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Detalles de las ilustracio­nes, encabezado­s y gráficos de Colombia cafetera. Coriolano Leudo y Alejandro Gómez Leal. 1. Reconstruc­ción actual de alfabeto completo sobre dibujos originales.
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