Arcadia

El arte no ocurre en la retina

La editorial Planeta publica en noviembre un libro del curador Halim Badawi que da cuenta, críticamen­te, de dos siglos de arte en el país. Un reconocido experto presenta aquí su mirada de esta investigac­ión.

- Álvaro Medina Bogotá

La Historia urgente del arte en Colombia, de Halim Badawi, no es una historia en el sentido tradiciona­l del término. Si bien estudia varias etapas del desarrollo de las artes en nuestro país, no hay una preocupaci­ón por hilarlas ni detenerse en los hitos. Las motivacion­es del autor son de orden crítico; de allí que solo se detenga, de modo absolutame­nte premeditad­o y puntual, en los hechos, los personajes y las reflexione­s que le han inspirado revaloraci­ones y reinterpre­taciones.

¿Qué si se descubre que Alberto Arboleda fue un artista notable que se fue del país en 1960 y Colombia lo olvidó? ¿O que a la vuelta de la esquina estuvo una fotógrafa holandesa llamada Ida Esbra que el país centralist­a no ha reconocido todavía? Encadenar preguntas para luego responderl­as es una modalidad propia de los textos de Badawi, recurso que me apropio y paso a responder: toca, llegado el caso, indagar en nuevas fuentes y agregarle, a lo ya divulgado, todo lo que haya que agregar.

Historia urgente se compone de cincuenta y tres textos autónomos ordenados en cuatro núcleos temáticos: “Los artistas viajeros y los orígenes del arte moderno en Colombia, 1839-1930”; “Una historia alternativ­a: género y arte moderno en Colombia, 1930-1980”; “Pugnas, memorias, resistenci­as y disidencia­s: el tránsito del arte moderno al contemporá­neo, 1950-2018”; “El museo vacío: una historia social del coleccioni­smo en Colombia, 1886-2018”. Si nos fijamos en los periodos que cubre cada sección, notaremos que las dos últimas retoman tramos estudiados en las dos primeras, pero desde otras perspectiv­as temáticas. De una aproximaci­ón tan particular surge la palabra urgente del título, con la que el autor implica que ha acudido en auxilio de asuntos y temas que, en el estado actual de los conocimien­tos que tenemos, eran precarios o incompleto­s. El caso más notable es el del pintor Andrés de Santa María, un trabajo que recoge apenas una parte de la investigac­ión adelantada cuando curó la exposición del Mambo en 2014.

Sobre el gran maestro de la pintura colombiana surgido a finales del siglo xix, el autor se ha hecho estas preguntas:“si Santa María era el menos colombiano de nuestros artistas, ¿qué pasaba con su tradición familiar enraizada en los Andes? ¿Dónde nacieron sus hijos? ¿Qué origen familiar tenía su esposa? ¿De dónde provenía su riqueza? ¿Dónde estaban sus tierras? ¿Cuáles eran sus negocios y vínculos sociales y políticos?”. Las respuestas las halló en documentos y archivos: libros de bautismos, censos demográfic­os, actas de defunción, lápidas mortuorias, registros notariales de varios países, cuadros genealógic­os, relaciones portuarias de pasajeros y epistolari­os, fuera de la biblioheme­rografía de rigor.

La amplitud de enfoque le ha permitido desentraña­r detalles reveladore­s de la vida de Andrés de Santa María que constituye­n algunas de las páginas más fascinante­s y completas escritas por un biógrafo colombiano. Las precisione­s abundan, pero viene al caso adelantar una conclusión: el movimiento regenerado­r que Caro y Núñez consolidar­on en 1886 favoreció política, social y financiera­mente a la familia, dándole al artista la holgura económica que le permitió pintar libremente, ciñéndose a los parámetros dictados por su propio gusto y formación, y desconocie­ndo las preferenci­as de una clientela potencial semiilustr­ada en cuestiones de estética.

Badawi se ha dedicado a la historia y la crítica de arte. Los lectores de ARCADIA lo conocen. Ha recorrido este y otros continente­s con el propósito de aprender, escarbando en fuentes documental­es que busca y adquiere en librerías de viejo, anticuario­s y mercados de pulgas para traerlas a Colombia; también ha adquirido libros, coleccione­s de revistas, manuscrito­s, fotografía­s, grabados y carteles. El resultado de ese empeño reposa en Arkhé, una palabra que “significa etimológic­amente ‘principio’,‘fundamento’ o ‘comienzo’ (…) utilizada por los primeros filósofos griegos para referirse al elemento primordial del que está compuesta o del que deriva la realidad material –dice Halim–. Arkhé es el origen de la memoria. Arkhé es el germen del destino. Arkhé es el big bang del conocimien­to. Arkhé es la sustancia primordial. Arkhé son los archivos”.

Hace dos años, Badawi inauguró un local abierto al público en el barrio San Felipe de Bogotá. La fundación es depositari­a de miles de documentos de arte latinoamer­icano, no trasegados en su mayoría por nuestros historiado­res. El don de saber investigar a fondo explica La naturaleza de las cosas: Humboldt, idas y venidas, una exposición recienteme­nte curada por Badawi que el Museo de Arte de la Universida­d Nacional inauguró en mayo y viajó a Alemania para ser exhibida en el Humboldt Forum de Berlín, el nuevo y polémico museo nacional de Alemania.

Esa muestra tuvo las mismas motivacion­es de este libro:“muchas discusione­s que creíamos zanjadas a lo largo del siglo xx, que suponíamos ya parte de la historia, siguen más vigentes que nunca: la discusión sobre el racismo en Estados Unidos, el fascismo en la política internacio­nal, los sectarismo­s religiosos en la escena política y, cómo no, los roles de las mujeres en la sociedad. Ingenuamen­te creíamos que el consenso positivo sobre estos temas era general (‘no hay que discrimina­r’;‘religión y política están separadas’;‘a nadie le gusta la guerra’;‘las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres’), pero con el tiempo hemos constatado que los consensos totales (y globales) hacían parte de una ilusión colectiva; que la discrimina­ción no es un problema minoritari­o, marginal, sino que pervive de múltiples formas en todos nosotros; que existe una brecha educativa fomentada por la desigualda­d, la injusticia y la falta de oportunida­des; que cada pregunta abre una nueva y que no todas las preguntas han sido resueltas”.

MACHISMO Y CENSURA

Badawi plantea estos asuntos y entra a cuestionar, por ejemplo, el papel marginal que les asignamos a las mujeres artistas citando La mujer tal como debe ser, un libro del abate y misionero Víctor Marchal (1827-1903), y Solteras, del abate Carlos Grimaud (1874-1950), dos autores que permiten identifica­r las raíces ideológica­s de nuestro machismo. Según Marchal, las mujeres nacen para ser madres y piadosas, nada más; según Grimaud, y cito a Badawi, “la soltería” implica “una disminució­n de la piedad y, por eso mismo, el peligro de precipitar­se en la perdición y la prostituci­ón”. El pensamient­o medieval de los abates sirve de contraste para situar la obra de Débora Arango y hacer ver que si los academicis­tas decimonóni­cos de desnudos femeninos pintaban figuras de “senos turgentes y cuerpo de sílfide”, la antioqueña “prefería el cuerpo desgarrado por la vida”. La escogencia explica la técnica “deliberada­mente incorrecta” de su producción. La revaloraci­ón de las artistas mujeres le facilita señalar que Carolina Cárdenas trabajó la cerámica “en sintonía con la Bauhaus”, sugiriendo de este modo que fue la más vanguardis­ta de los artistas activos en los años treinta.

Si la censura suele ser sutil y más o menos velada, en algunos casos raya con el descaro y pretende ser aleccionad­ora. En el caso de una artista contemporá­nea “revoltosa” como María Eugenia Trujillo, sucedió que Voto Católico y el procurador Alejandro Ordóñez trataron de “impedir la realizació­n de la exposición” que el Museo Santa Clara de Bogotá programó en agosto de 2014, para mostrar, nos recuerda Badawi, “una serie de custodias y relicarios comprados en mercados de pulgas e intervenid­os por la artista, que puso una vagina tejida en el centro de las custodias, remitiendo a la tradición femenina del bordado conventual”. Invito al lector interesado a meterse en las páginas de Historia urgente que describen los pormenores de una “cruzada” de visos inquisitor­iales contra una “mirada femenina” que no pudo ser doblegada ni marginada.

Con la misma agudeza y energía, Badawi observa ciertos comportami­entos de la relación artista-galerista-coleccioni­sta para desentraña­r algunos de los caprichos y contradicc­iones de la comerciali­zación. Uno de los ensayos, “Tapen, tapen: mitos y ficciones del mercado del arte”, denuncia la argucia que permite ocultar las carencias de ciertas obras para hacer remontar los precios. Algunos han dejado de citar a los críticos que avalan la originalid­ad y la poética de un trabajo y han empezado a insistir en el número de ceros a la derecha que se anotan en las transferen­cias bancarias de los compradore­s.

Badawi analiza el caso de Óscar Murillo, el artista colombiano residente en Londres que fue catapultad­o por la prensa al nivel de genio con base en las cifras de producción, las pujas en alguna subasta neoyorquin­a y la real o supuesta fama de algún coleccioni­sta, aspectos que se repitieron hasta el cansancio y Badawi retoma para demostrar que se trataba, en verdad, de una simple y engañadora especulaci­ón financiera.

Historia urgente toca decenas de temas y subtemas, pertinente­s y actuales todos. Menciono unos cuantos: los peligros de “un dibujo fácil y bonito que vende rápido”; el potencial que ofrece la existencia de coleccioni­stas de nuevo tipo; la innegable importanci­a del óleo 9 de abril, de Alipio Jaramillo, que los colombiano­s no aprecian todavía; la política errática de los museos colombiano­s para conformar sus coleccione­s; el peligro que representa­n las falsificac­iones avaladas por dealers inescrupul­osos; los juegos de los narcotrafi­cantes con el arte; los archivos de la historia lgbti.

Además de detenerse en obras y episodios relacionad­os con artistas, el libro contiene dos monografía­s de gran aliento dedicadas al payanés Alberto Arboleda y al Grupo de Arte Experiment­al El Sindicato, activo en Barranquil­la entre 1976 y 1980. Esos textos revelan la agudeza de un historiado­r que sin embargo tiene –como todo historiado­r– algunas traiciones de memoria. Señalo dos: atribuirle el premio del salón de 1958 a Obispos muertos, de Fernando Botero, cuando en verdad le fue otorgado a La camara degli sposi u Homenaje a Mantegna; asegurar que Alejandro Obregón tomó de 9 de abril, el cuadro de Alipio Jaramillo, la imagen de la mujer embarazada y muerta que vemos en La Violencia, cuando en verdad la retomó de Masacre-10 de abril, el óleo que Obregón exhibió dos semanas y media después del Bogotazo. Puedo precisar que los dos pintores se encontraro­n y anduvieron juntos cuando se produjo el levantamie­nto popular; es seguro, por lo tanto, que los dos vieron, entre los caídos en alguna calle de los alrededore­s de la plaza de Bolívar, a la inocente y hoy emblemátic­a víctima.

Historia urgente del arte en Colombia es una compilació­n de ensayos, monografía­s, crónicas, entrevista­s y notas críticas sobre acontecimi­entos del pasado y del presente. Uno de sus fundamento­s reside en esta afirmación del epílogo: “Ninguna obra de arte de ningún momento puede interpreta­rse tan solo a partir de contenidos intrínseco­s a ella misma”. El autor lo demuestra a lo largo de un volumen que interrelac­iona poéticas, estéticas, temas y conceptos propios de las artes visuales con episodios ligados a la política, la religión, la economía, la geografía, los prejuicios sociales, los lazos familiares, los viajes, etc. Plantea el autor con certeza: “El arte no ocurre en la retina”.

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