Arcadia

Podrirse en familia

- Por Juan de Frono

Desde hace algunos meses quería leer Pelea de gallos, el primer libro de cuentos de la ecuatorian­a María Fernanda Ampuero (1976). Por esta razón, cuando el libro estuvo por fin en mis manos, busqué de golpe el último cuento y comencé a leer, y después el anterior, luego el antepenúlt­imo, el trasantepe­núltimo, el siguiente hacia atrás y así, hasta llegar al principio. Solo cuando iba por la mitad, y cuando cada cuento me recordaba un poema del más reciente libro de Fabián Casas, Últimos poemas en Prozac, más exactament­e el de la familia y la pudrición y la nevera, fue que abrí por casualidad la página del epígrafe: “Todo lo que se pudre forma una familia”.

Ahí estaba: la familia, la pudrición y la nevera. Firmado: Fabián Casas. La nevera no aparecía escrita, pero estaba. María Fernanda Ampuero eligió como parte del epígrafe de su libro un fragmento de la línea final del poema “Hace algún tiempo”, de Casas, que se conecta con otro poema de él mismo, “Aviso”, en que yo pensaba al avanzar en los cuentos de Pelea de gallos:“la familia es una patología / que te acompaña toda la vida. / Pongámosla en la heladera / para que no se pudra”. Dos poemas y tres elementos que permanecen conectados irremediab­lemente después de leerlos: familia, pudrición y nevera, que no suena tan bello como heladera, pero es lo nuestro.

La otra frase que completa el epígrafe de Pelea de gallos es de Clarice Lispector:“¿soy un monstruo o esto es ser una persona?”. Eres una “mostra”, María Fernanda.todos somos monstruos, desde luego.todas las familias lo son, en mayor o menor medida, como se ve en los cuentos de este libro. Pero, y vuelvo a ti, María Fernanda: tú lo eres en otro sentido, como se le dice “mostro” o “mostra” a quien hace algo maravillos­o, a quien puede escribir de manera aterradora y bella sobre lo monstruoso que se esconde en la cotidianid­ad de esas cosas llamadas hogar, infancia, adolescenc­ia, barrio, sexo, amor.

El libro tiene poco más de cien páginas. Es breve, como los títulos de los trece cuentos: “Subasta”, “Griselda”,“persianas”,“luto”,“pasión”,“cloro”, etc. El estilo es preciso. Puntos seguidos, párrafos amplios, diálogos cortos y decenas de personajes inolvidabl­es que hablan de los lugares donde conocemos por primera vez las maravillas y los terrores del mundo, y de donde siempre queremos irnos. Pero que son muchas veces, como se lee en uno de los textos, la única “tierra a la que se puede volver”.

En Pelea de gallos hay varios cuentos que son excelentes. De ahí que una de las frases con las que la editorial promociona el libro no parezca exagerada, como muchos de los elogios y las contraport­adas y fajas que se escriben ahora (el nuevo fenómeno, monstruo, genio de las letras, etc.). Sin embargo, María Fernanda Ampuero sí tiene ya un lugar destacado “entre las grandes narradoras latinoamer­icanas de la última generación” con este primer libro de cuentos. Más que esto: tiene un lugar destacado en la literatura latinoamer­icana, en general y sin género, junto a otras autoras de narracione­s breves que vienen haciendo de la literatura en español un universo extenso y luminoso, léase Enríquez, Schweblin, Nettel, Colanzi y compañía.

Hay un cuento que no parece del libro,“pasión”, por el rumbo que toma, por lo que Ampuero intenta hacer.y hay otros dos, quizá tres, en los que el mecanismo de la narración parece fallar al final.me refiero a aquellos en que la voz protagonis­ta trata de cerrar la historia con datos de lo que pasó después, muchos años después de lo que sucede de manera ferviente en el cuento. Lo digo porque el resto, los mejores del conjunto, son un ascenso por una montaña con la esperanza de llegar a una cima y ver abrigo, un pueblo discreto a lo lejos. Pero no.y la decepción y el silencio que ocurren ahí lo son todo.

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Pelea de gallos María Fernanda Ampuero Páginas de Espuma | 120 páginas

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