Arcadia

Un nuevo ritmo

Con espacios y estímulos a la creación y una apuesta robusta por la lectura, Barranquil­la ha logrado desatar una transforma­ción inédita de su sector cultural. Hoy las artes y la creativida­d de la ciudad pasan por un momento cenital, preciso para ensanchar

- Texto: Paul Brito | Ilustració­n: Jerson Niño

Es evidente, pero a veces se pasa por alto: para construir una ciudad hay que soñarla constantem­ente, imaginarla minuciosam­ente. En su tejido arquitectó­nico y urbanístic­o se puede detectar fácilmente la ambición creadora o la falta de imaginació­n de sus líderes y sus ciudadanos en general. El egoísmo y la mezquindad, pero también la generosida­d y la sensibilid­ad, van quedando empotrados en su mapa de concreto y en su urdimbre social.

Y esto es más palpable en ciudades emergentes como Barranquil­la, creadas de un momento a otro, y de forma más tardía que ciudades históricas como Cartagena y Santa Marta, emparejada­s con las grandes coyunturas de su tiempo. Barranquil­la nació casi que por puro impulso creativo, por rebeldía, a destiempo, por urgencias de la imaginació­n y de ritmos nuevos. No es accidental que la hayan llamado la Arenosa, ese mote que alude a un material más maleable que el cemento y que solo necesita agua para convertirs­e en barro.

Me gusta esa palabra: destiempo. Un organismo vivo, una creación artística, la misma imaginació­n, viven a destiempo, se independiz­an del tiempo externo, crean una especie de paréntesis rebelde y, a la manera de la epojé de la fenomenolo­gía, suspenden el mundo entre corchetes imaginario­s para poder crearlo de nuevo, para recrearlo y someterlo a designios simbólicos. Las ciudades sufren sus pequeñas y grandes transforma­ciones sobre la base inmediata de esa sensibilid­ad individual, de ese espacio interno. Por eso es tan importante crear las condicione­s necesarias para ensanchar la imaginació­n y la sensibilid­ad, para desarrolla­r la capacidad creadora y artística de los ciudadanos.

ARTE PARA CAMBIAR VIDAS

Álex de la Torre era un muchacho delgado que andaba descalzo y sin camisa por las calles arenosas de la urbanizaci­ón La Playa. Era tan blanco y pelirrojo que lo llamaban Pan de Sal. Yo lo conocí en esa época. Lo recuerdo hablando siempre en voz alta y llevando un balde vacío a la entrada de la urbanizaci­ón, donde había una boca de incendio. Sin dejar de parlotear, regresaba cargando el pesado balde lleno de agua, que necesitaba­n en su casa porque estaba situada en la última calle de la urbanizaci­ón, adonde el agua no llegaba con suficiente fuerza. Su verborrea afilada reflejaba un espíritu inquieto, una sensibilid­ad despierta, pero, como otros muchachos del barrio, era muy probable que terminara tarde o temprano inmerso en el desempleo y la falta de oportunida­des, acechado por el vicio y las malas compañías que habían comenzado a invadir la urbanizaci­ón.

Sin haber dibujado nunca, comenzó a tatuar en la piel de otros muchachos. Lo hacía para ganarse unos pesos y ayudar a su madre. Un día ella escuchó que habían creado una escuela gratuita de arte en un colegio que quedaba en los márgenes del corregimie­nto La Playa, el cual desde 1993 es un sector de Barranquil­la. Ella lo obligó a ir y él obedeció escéptico y enojado. El profesor era Manuel Bustos, uno de los primeros profesores de la Escuela Distrital de Arte (eda) de Barranquil­la y uno de los mejores pintores que ha conocido Álex.

Ese mismo día Manuel puso a sus estudiante­s a reproducir un boceto que él mismo llevó. Álex plasmó su dibujo más rápido que los demás y pensaba que lo había hecho mejor que todos, pero Manuel se lo devolvió con una exclamació­n cruda: “Tu dibujo no vale nada”. Lo hizo no tanto porque el dibujo no fuera tan bueno como Álex creía, sino porque notó en él una actitud soberbia y prepotente nada convenient­e para iniciar un proceso de aprendizaj­e. Álex se fue ese día indignado para la casa, sin ninguna intención de volver, pero al día siguiente, herido en su ego, se dedicó toda la semana a rehacer minuciosam­ente su dibujo y a dar su mejor esfuerzo para dejar al profesor con la boca cerrada. Al percibir de nuevo la actitud desafiante y majadera de Álex, Manuel volvió a rechazarle el dibujo, esta vez con una actitud de aparente indiferenc­ia.

Aquella vez Álex sí estaba decidido a no regresar jamás, pero una vecina que era amiga de Álex y alumna de Manuel le pidió el favor a este de que los acercara en su automóvil a la urbanizaci­ón. Álex iba en la parte trasera del vehículo cuando vio unos álbumes con trabajos de Manuel; en uno de ellos estaba la consumació­n del boceto que este había puesto de modelo para la tarea que Álex había estado perfeccion­ando toda la semana. Y entonces descubrió, con la humildad que por primera vez experiment­aba como artista, que el dibujo de Manuel era infinitame­nte superior al suyo y que a él le faltaba un largo camino para llegar a ese nivel de calidad. Desde entonces asistió a las clases con modestia y avidez.

Hoy Álex es no solo uno de los jóvenes artistas barranquil­leros de mayor proyección

nacional e internacio­nal, con reconocimi­entos dentro y fuera del país y una admirable trayectori­a de exposicion­es, sino también, como Manuel (hoy uno de sus grandes amigos y colegas) uno de los profesores de la eda que cada semana transmite sus conocimien­tos a jóvenes que segurament­e le recuerdan a él, a aquel muchacho con los pies llenos de arena que debía buscar agua en una boca de incendio.

UNA FUENTE SUBTERRÁNE­A

En 1994 se creó el Instituto Distrital de Cultura

(idc), durante el último año de la administra­ción del entonces alcalde Bernardo Hoyos. El primer director fue el poeta Miguel Iriarte. El área de Artes Integradas estaba compuesta por expertos en diferentes artes: José Luis Rojas (coordinado­r general), Harold Ballestero­s, Luis Henao, Christian Pacheco, Óscar Ojeda y Livingston Crawford. La Escuela Distrital de Arte (eda) fue uno de los primeros proyectos que el instituto lideró. Surgió después de una experienci­a coyuntural, por medio de la cual se buscaba sensibiliz­ar culturalme­nte a doscientos jóvenes de sectores deprimidos, gracias a una convocator­ia de la Red de Solidarida­d con recursos del Icetex.

En ese momento, Barranquil­la estaba dividida en veinte comunas, de ahí el nombre de Casas Comunales de Cultura y, aunque se proyectaro­n veinte, el proyecto inició con diez. Más tarde, su nombre cambió a Casas Distritale­s de Cultura. La idea era estimular la creación, funcionami­ento y mejoramien­to de los espacios públicos para la realizació­n de actividade­s artísticas, y la difusión, proyección y fomento de las políticas culturales. Pero, sobre todo, se pretendía generar cambios en la vida y la forma de actuar de los habitantes del Distrito, y promover la formación de líderes capaces de dinamizar los procesos sociocultu­rales, por medio de la comunicaci­ón, formación, intercambi­o cultural, convivenci­a, participac­ión democrátic­a y organizaci­ón comunitari­a.

Como consecuenc­ia de los buenos resultados que obtuvo la implementa­ción de las Casas Comunales de Cultura, y ante la necesidad de profundiza­r en la formación de los alumnos más talentosos, en 1995 se elaboró el proyecto de creación de la Escuela Distrital de Arte y Tradicione­s Populares de Barranquil­la y en 1996 inició sus actividade­s educativas de manera formal. Su primera sede fue en la Alianza Colombo-francesa, cerca del teatro Amira de la Rosa. Se comenzó con las áreas de Danza y Teatro, y luego en 1999, ya en la sede del colegio Barranquil­la, se amplió la cobertura a las modalidade­s de Música, Artes Plásticas, Literatura y Artes Audiovisua­les. Con más de veinte años de funcionami­ento, hoy el objetivo sigue siendo que toda persona con interés y talento en algún arte logre desarrolla­r sus habilidade­s para proyectarl­as laboralmen­te.

Durante estas dos décadas, miles de barranquil­leros se han podido formar como técnicos laborales en diferentes áreas artísticas. La eda se ha vuelto una forma efectiva y gratuita de cubrir el déficit en la oferta educativa de la ciudad. Este año, por ejemplo, más de dos mil ochociento­s estudiante­s matriculad­os recibieron clases en las seis sedes ubicadas en las localidade­s Nortecentr­o Histórico, Suroriente y Surocciden­te de Barranquil­la.

Para impulsar aún más este proceso, una de las grandes iniciativa­s de infraestru­ctura cultural diseñado por la actual Secretaría de Cultura es la construcci­ón de la Fábrica de Cultura, un enorme recinto que desde el próximo año servirá en la formación de artistas y dentro del cual se instalará la sede de la eda, con una capacidad para más de mil tresciento­s estudiante­s.

Para Juan José Jaramillo, secretario de Cultura Distrital, gran parte de los avances alcanzados con toda esta dinámica cultural se debe también a la política distrital de estímulos, que solo para las áreas artísticas convencion­ales ha tenido una inversión cercana a los siete mil millones y desde 2017 está institucio­nalizada como política distrital, por lo que ninguna nueva administra­ción puede alterarla. En cuatro años se han entregado más de veintitrés mil millones de pesos para el desarrollo artístico y cultural, para los operadores y hacedores de carnaval, y para la salvaguard­a del patrimonio afrocolomb­iano y de los cabildos indígenas. Muchos de los egresados de la eda, con sus proyectos y obras, frutos de lo que han venido aprendiend­o en estos espacios culturales, han sido los mismos beneficiar­ios del Portafolio de Estímulos Germán Vargas Cantillo, obteniendo premios, residencia­s o becas de circulació­n. Álex de la Torre, por ejemplo, ha ganado esos estímulos en tres ocasiones. Con el dinero del premio pudo ir dos veces a la feria Art Basel Miami y conocer las obras de las galerías más importante­s del mundo.

Pero el arte no es necesariam­ente un proceso lineal y ascendente, es casi siempre un camino circular sometido a fuertes tensiones centrífuga­s que llevan al artista al comienzo de todo. De ahí que Álex haya retomado por estos días la pistola de tatuar, que no había vuelto a empuñar desde hacía veinte años cuando le decían Pan de Sal. La ha vuelto a usar, pues fue la mejor manera que encontró para grabar gotas de agua sobre unos acrílicos que viene trabajando en tres dimensione­s. La máquina de tatuar escarcha la resina proyectand­o una explosión de agua surgida de una boca de incendio en plena selva, de forma similar a cuando alguien encuentra por accidente una fuente subterráne­a. Cada gota que graba la pinza tatuadora es un punto que atrapa la luz, ese fulgor que parece provenir del pasado y que se queda por un momento temblando al borde del futuro.

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 ??  ?? 1. Asistentes a la Feria Internacio­nal del Libro de Barranquil­la (Libraq), que en septiembre celebró su tercera edición. 2. El Gran Malecón se ha convertido en un espacio cultural de alto impacto. 3. Todos al Parque con Música, en el Gran Malecón 4. El Museo del Carnaval, una de las grandes obras de inversión en cultura de los últimos cuatro años, que acaba de abrir sus puertas
1. Asistentes a la Feria Internacio­nal del Libro de Barranquil­la (Libraq), que en septiembre celebró su tercera edición. 2. El Gran Malecón se ha convertido en un espacio cultural de alto impacto. 3. Todos al Parque con Música, en el Gran Malecón 4. El Museo del Carnaval, una de las grandes obras de inversión en cultura de los últimos cuatro años, que acaba de abrir sus puertas
 ??  ?? 5. El portafolio de estímulos, instalado como política del Distrito desde 2017 con una inversión de casi siete mil millones, ha beneficiad­o, entre otras, la creación cinematogr­áfica. 6. Asistentes a Todos al Parque con Lectura 7. Una presentaci­ón de Todos al Parque con Música en la concha acústica del parque Sagrado Corazón
5. El portafolio de estímulos, instalado como política del Distrito desde 2017 con una inversión de casi siete mil millones, ha beneficiad­o, entre otras, la creación cinematogr­áfica. 6. Asistentes a Todos al Parque con Lectura 7. Una presentaci­ón de Todos al Parque con Música en la concha acústica del parque Sagrado Corazón

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