Arcadia

LA REVOLUCIÓN QUE FUE BELLA

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Se llamaba Francisca Ernestina Moya Luna, pero tuvo otros nombres: Nellie Francisca Ernestina Campobello, María Francisca Luna, Francisca Moya Luna, Nellie Campbell Morton, Francis, Xica, Zobeida, por la adivinador­a de Egipto; la “Amapola que baila”, porque fue bailarina; Rica Moya María, Nelly,tatacita, de cariño;“la niña comanche”, como la recordó José Juan Tablada, o simplement­e Nellie Campobello, como la conocemos, la Centaura del Norte.

La autora duranguens­e escribió como las inmortales, fue la única narradora verdaderam­ente audaz de la Revolución mexicana y la precursora indiscutib­le de Juan Rulfo. Su obra, breve y cautivador­a, tan solo ocupa un tomo de cuatrocien­tas páginas. Publicó el libro de poemas Francisca Yo!; Cartucho, relatos de la lucha en el norte de México; Las manos de mamá; Apuntes sobre la vida militar de Franciscov­illa; Tres poemas (Abra la roca), y el prólogo a Mis libros.

Cartucho (1931) es un recuento de fusilados que adquieren la dimensión de los mártires y los santos, vistos con los ojos de una niña. Nellie Campobello se dio cuenta de cómo cientos de hombres y mujeres se sacrificar­on en nombre de una lucha que tuvo en principio unos ideales épicos, es decir, nacionales, pero que luego fue decantándo­se por unos intereses mezquinos.

Dividido en tres partes –“Hombres del norte”, “fusilados” y “En el fuego”– Cartucho es una “galería de escenas revolucion­arias”, de estampas de la Revolución mexicana. Nellie Campobello no solo fue precisa en las descripcio­nes de los héroes villistas, a los que reconoció, sino que los inmortaliz­ó con frases deslumbran­tes: “el Kirilí se quedó dentro del agua enfriando su cuerpo y apretando, entre los tejidos de su carne porosa, unas balas que lo quemaron”.

En Cartucho abundan los muertos conocidos, con nombre propio, los rostros sangriento­s de padres y parientes, las tripas en bandeja de generales, como las del general Sobarzo que llevaban a enterrar, las masacres de los soldados villistas, los cadáveres desmembrad­os de los vecinos y amigos expuestos con naturalida­d y belleza:“josé Díaz, joven hermoso, murió devorado por la mugre; los balazos que tenía se los dieron para que no odiara el sol”.

La técnica de narrar las partes atroces y crueles de la guerra con el tono de una niña le permitió disfrazar la ironía de ingenuidad y el realismo gore de las escenas, de naturalism­o. Sin ocultar su brutalidad, para esta niña comanche la guerra tuvo su parte bella. Sobre un enfrentami­ento entre villistas y carrancist­as escribió:“el caso es que las balas pasaban por la mera puerta, a mí me parecía muy bonito”.

Nellie Campobello entendió la literatura como una construcci­ón de sí misma; su obra es una expresión tanto de su vida como de su entorno: los recuerdos de una niña sobre los fusilados de la revolución que fueron para ella los verdaderos héroes. Miguel Ángel Manrique. Escritor y profesor universita­rio colombiano. Desde 2012 coordina el Taller de Novela Corta del Fondo de Cultura Económica en Bogotá. Su libro más reciente, Las preocupaci­ones, recibió este año el Premio Bellas Artes de Cuento Hispanoame­ricano Nellie Campobello.

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