LA SOLEDAD DE JOSEFINA
La escritora mexicana Josefinavicens prefería la esquiva simpleza de las frases naturales, aunque hubiera que buscarlas durante años. En una de las pocas entrevistas que concedió, cuenta que alguna vez Juan Rulfo le preguntó por qué tardaba tanto en publicar otra novela. La broma tenía sentido, pues finalmente la obra devicens resultó incluso más breve que la de Rulfo: sus dos novelas fueron reunidas recientemente en un volumen que cabe hasta en el bolsillo de la camisa.
Su novela más conocida es El libro vacío, de 1958, que tardó ocho años en escribir y que pone en escena, justamente, el proceso de un narrador que lucha contra la página en blanco.“esto que ves aquí, este cuaderno lleno de palabras y borrones, no es más que el nulo resultado de una desesperante tiranía que viene no sé de dónde”, anota el hombre, y remata con esta frase agria, de obligada e inútil autocompasión:“todo esto y todo lo que iré escribiendo es solo para decir nada y el resultado será, en último caso, muchas páginas llenas y un libro vacío”.
Parece la pesadilla de un diletante, pero avicens no le interesaban las aventuras de taller literario.al contrario, lo que siente el personaje es el deseo de construir una obra que merezca existir, a pesar de la palabrería generalizada. Ya se sabe que la autora estaba cerca de esos hábitos, pues, aunque El libro vacío provocó los mayores elogios, recién en 1982, veintitantos años más tarde, publicó Los años falsos, y murió en 1988, cuando bosquejaba una tercera obra.
“Todos hemos venido a verme”, dice Luis Alfonso al comienzo de Los años falsos, y hay dolor en esa frase; dolor e ironía, en realidad: tiene diecinueve años, pero la muerte de su padre lo ha convertido en un viejo, o en un tipo lamentable que replica, con fidelidad y cobardía, una vida ajena. Gracias a los amigotes del finado, Luis Alfonso hereda el trabajo de su padre como asesor de un político que se convierte en subsecretario y que llegará tan alto como suelen llegar los que obedecen a los jefes y gritonean a los subordinados.
Luis Alfonso se llama igual que su padre, y todos dicen que el parecido físico es asombroso. Lo que no saben es que el hijo ensaya ante el espejo hasta los gestos de su padre, pues la repugnancia y la admiración se confunden, al punto de que ya no quiere vivir por sí mismo. Quiere ocupar un lugar seguro o bien desaparecer, quedarse él en el cementerio y permitir que el muerto vuelva a pasar los días bebiendo, jugando al dominó y durmiendo con Elena, la amante que, ya entregado por entero a la imitación, Luis Alfonso también hereda.
La novela muestra a una clase política dispuesta a lo que sea con tal de enriquecerse, y el drama del personaje es precisamente ese: que ha sido preparado para el oportunismo y la voracidad, y el deseo de ir contra la corriente no le sirve de nada, pues no tiene fuerzas para ser algo más que esa caricatura que fue su padre.“todos hemos venido a verme”, piensa entonces, en el cementerio, adonde ha ido con su madre y sus hermanas para conmemorar el cuarto aniversario de esa muerte que él siente como propia:“yo podría hablarte de lo que es estar allá abajo, contigo, en tu aparente muerte, y de lo que es estar aquí arriba, contigo, en mi aparente vida”.
Es posible leer Los años falsos y El libro vacío como relatos íntimos, más bien reacios a dimensiones mayores, pero ese énfasis sería injusto, pues en los bellos libros de Josefinavicens la intimidad es una condena, el último y obligatorio refugio ante un mundo hecho pedazos. Los personajes quisieran integrarse al mundo, pero el único modo que tienen de hacerlo es reconociendo su soledad radical, su subterránea y definitiva locura.
“TODO ESTO Y TODO LO QUE IRÉ ESCRIBIENDO ES SOLO PARA DECIR NADA”