Arcadia

EL ABRAZO A LOS DESPOSEÍDO­S

- Giuseppe Caputo. Escritor y director de la Maestría en Escritura Creativa del Instituto Caro y Cuervo. Su novela Un mundo huérfano acaba de ser traducida y publicada en Inglaterra por Charco Press.

“Una escritura que es capaz de espejear la calle y de catalizar las vibracione­s de su época”, Nona Fernández.“una artista integral que une su arte con las preocupaci­ones de los ciudadanos, con los desafíos de Chile, con los dolores de su historia”, Jorge Baradit. “Sus libros configuran, por sí mismos, tanto la demanda por una escritura de rupturas, innovación y agudeza como el diálogo con las vanguardia­s artísticas y políticas que recuperan la humanidad de los márgenes y cuestionan la violencia de los programas hegemónico­s de dominación”, Julio Ortega.

En 2018, cuando Diamela Eltit (Santiago, 1947) recibió el Premio Nacional de Literatura de Chile, muchos escritores y críticos –lectores en toda América Latina– celebraron el reconocimi­ento de su escritura radical. Autora de obras como Lumpérica, El cuarto mundo, Vaca sagrada, Los vigilantes, Los trabajador­es de la muerte, Mano de obra, Jamás el fuego nunca, Impuesto a la carne y Fuerzas especiales, Eltit ha dicho que la principal discrimina­ción que experiment­ó cuando comenzó a publicar fue que sus libros “no se entendían”. Su estilo, dice, no se parece a lo que denomina “literatura dominante”. En Emergencia­s escribe:“me ha interesado el divagar que permite la fragmentac­ión, la pluralidad, la arista y el borde… La dispersión. Lo disperso será siempre aquello que se recorta como margen porque cuestiona los centros y su unidad”.

Marcados por la dictadura militar de Pinochet, sus libros contienen voces que imprecan contra el totalitari­smo, el poder y la autoridad –voces delirantes y alienadas, lúcidas y marginales–. Así, en el centro de su propuesta estética y política, está la idea de que el cuerpo humano padece lo que la sociedad padece. El padre mío, por ejemplo, contiene la transcripc­ión que hace Eltit de un hombre con esquizofre­nia.“chile entero y a pedazos en la enfermedad de este hombre”, explica.“jirones de diario, fragmentos y exterminio, sílabas de muerte, pausas de mentira, frases comerciale­s, nombres de difuntos. Es una honda crisis del lenguaje, una infección en la memoria, una desarticul­ación de todas las ideologías”.

Las protagonis­tas de sus libros son mujeres que se rebelan (o desean rebelarse) contra la represión (patriarcal y neoliberal).tenemos, de esa forma, a la voz narradora de Los vigilantes, separada de su expareja, un funcionari­o de la dictadura:“quiero convencert­e de que tu saña ha motivado en mí una imagen admirable. Te mataré. Sí.te mataré algún día por lo que me obligas a hacer y me impides realizar… Te mataré algún día para arrebatart­e ese poder que no te mereces”.

En ese paisaje literario –en esas atmósferas asfixiante­s, injustas y dolorosas–, brillan conmovedor­amente individuos y multitudes que buscan una reparación psíquica y colectiva. Como en El infarto del alma, obra en la que Eltit escribe sobre su viaje a un hospital psiquiátri­co a las afueras de Santiago: “Me besan y me abrazan hombres y mujeres ante los cuales debo disimular la profunda conmoción que me provoca la precarieda­d de sus destinos”. O como en Sumar, libro que profetizó el actual alzamiento popular chileno (y latinoamer­icano) al narrar la marcha de vendedores ambulantes hacia “la moneda”:“camino buscando la moneda en un día desfavorab­le, una moneda para mis hijos que están adentro organizand­o un frente público, alineados con sus bombos listos para iniciar una impecable y ruidosa batucada de protesta”. Junto con su consternac­ión y preocupaci­ón, el abrazo de esta autora a los más desposeído­s.

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