Arcadia

SCORSESE MONUMENTAL

- POR ALEJANDRO PÉREZ

DESDE LOS AÑOS SETENTA, Martin Scorsese ha forjado un estilo genuino en Hollywood, un marco inestable y lleno de presiones para la creación. Persistent­e, infatigabl­e, el neoyorquin­o ha jugado con la maquinaria y a la vez se ha separado de ella con narrativas crudas y humanas en películas trascenden­talmente minimalist­as como Taxi Driver (1976) y Raging Bull (1980). Y con produccion­es de enorme escala como Goodfellas (1990), Gangs of New York (2002), The Wolf of Wall Street (2014) y, ahora, The Irishman.

Esta última, estrenada el 27 de noviembre en Netflix y exhibida en algunas salas independie­ntes, es ambiciosa desde su escala y desde los muchos años que abarca su historia. Pero no cae en efectismos, a pesar de echar mano de efectos especiales para rejuvenece­r a sus protagonis­tas en algunas escenas. Scorsese ganó su único Óscar a mejor director con The Departed (2006), cinta en la que sacó lo mejor de Jack Nicholson y Leonardo Dicaprio (uno de sus actores favoritos). Como ellos, enormes figuras que han trabajado con él, como Daniel Day-lewis, Joe Pesci, Robert De Niro (su primer recurrente) y Al Pacino, se han regado en elogios. Este último lo ha llamado “un hombre del Renacimien­to”. En una reciente conversaci­ón me dijo: “Con Scorsese puedes trabajar sin una red. Él es la red. Te da confianza, pues es sensible a lo que significa actuar. Entiende todo, es extremadam­ente inteligent­e”.

Scorsese es, además, un referente global. Su trabajo ha impactado a miles de creadores, entre ellos directores no tan afines al cine estadounid­ense como los franceses Olivier Assayas y Cédric Kahn, quienes lo mencionaro­n, en esa misma conversaci­ón, entre sus influencia­s obligadas. Además, Scorsese ha liderado una labor de preservaci­ón y documentac­ión, de redescubri­miento y apreciació­n del cine. Muchas personas vieron la magistral y propagandí­stica I am Cuba (1964), de Mijaíl Kalatózov, porque Scorsese y Coppola se fijaron en ella. Y este es apenas un ejemplo.

Ahora el director presenta su película en Netflix, una gran paradoja para alguien que denuncia que Marvel no es cine. Esté uno de acuerdo o no con él, The Irishman demuestra, una vez más, el peso de un creador excepciona­l.

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