Arcadia

Una conversaci­ón con los rectores Brigitte Baptiste y Alejandro Gaviria

- Sara Malagón Llano y Camilo Jiménez Santofimio Bogotá

Los nombramien­tos casi simultáneo­s de Alejandro Gaviria y Brigitte Baptiste como rectores de la Universida­d de los Andes y la Universida­d EAN significar­on unas movidas radicales y audaces de sus directivas. Hablamos con ellos sobre eso, sobre sus propias apuestas y sobre el estado de la universida­d privada en tiempos en que algunos ponen en duda su utilidad.

Por qué creen que los eligieron a ustedes como rectores? Brigitte Baptiste (B. B.): La EAN quería escoger a alguien que se preguntara qué está pasando en la sociedad, sobre todo en lo ambiental, porque ya había identifica­do en la sostenibil­idad una urgencia y un espacio de posicionam­iento de una filosofía de emprendimi­ento con visión de siglo XXI. Creyó que yo era una persona adecuada para fortalecer el ejercicio de leer la demanda social en torno al emprendimi­ento, además de tener una conexión especial con la gente por mi trabajo en el Instituto Humboldt, mi presencia nacional y en las redes sociales. Esta orientació­n distinta en la identifica­ción de las personas, creo yo, responde a una preocupaci­ón de la universida­d y a la evidencia de que no está respondien­do ni a la velocidad necesaria ni de la manera en que la sociedad lo está pidiendo.

¿Cómo estaba la EAN a su llegada?

B. B.: Sus directivas me dijeron: “No podemos seguir estafando a la sociedad con programas que hace veinte años repiten lo mismo, y sin estar seguros de si los graduados inciden de manera positiva en el mundo.tenemos que reinventar­nos, y usted aquí está para ayudarnos a hacerlo”. Es tremendo reto. Las expectativ­as son altas y da mucho susto.

Alejandro Gaviria (A. G.): Compartimo­s eso de las expectativ­as altas. Cuando tuve las entrevista­s para ser rector, había tres diagnóstic­os. Uno tenía que ver con la universida­d misma, con una crisis de confianza de los profesores con la administra­ción central y entre los profesores mismos. Me dijeron que había una falta de sentido de propósito, de un proyecto colectivo que uniera a la universida­d. El otro diagnóstic­o tenía que ver con que la universida­d se había ensimismad­o, se había alejado de los problemas de la sociedad y había dejado de tener impacto.y es que, como dije en mi discurso de posesión, “aquí nadie lee porque todo el mundo está muy ocupado escribiend­o cosas que nadie lee”. El tercer diagnóstic­o se basaba en el contexto de lo que está ocurriendo con la educación superior en el mundo. Es decir, la disminució­n de la demanda. Creo que vieron que yo era una persona que podía ayudar a resolver todo eso.

¿Y cómo se siente ante esa expectativ­a?

A. G.: En una reunión con profesores alguien dijo, medio mamando gallo, sobre mi nombramien­to:“no sé si sea para bien o para mal, pero la universida­d necesitaba un líder espiritual”. Prefiero entender el cargo como el de un líder inspirador que apoya a la academia en la búsqueda de sentido de propósito y conexión con la sociedad. En mi posesión fui muy claro cuando

dije que la universida­d debe ser activista; democrátic­amente activista, incluso desafiante­mente activista.

Ahondemos en ese concepto.

¿Qué es una universida­d activista?

A. G.: Una que se involucra en los debates nacionales, con apego a la evidencia y de manera argumentad­a. Pero hay que ir más allá. La universida­d activista asume, desde la cabeza, el rol de lo que los estadounid­enses llaman el “intelectua­l público”. Es una universida­d que se mete ya no solamente para decir “aquí hay un paper sobre tal tema”, sino para participar en la refriega de todos los días, tanto el rector como los profesores, escribiend­o columnas, yendo a programas de opinión, participan­do en redes sociales, haciendo videos en Youtube, tratando de ponerle orden al caos de informació­n y desinforma­ción con que las sociedades actuales, nuestras democracia­s mediatizad­as, imaginan el cambio social. Estar en una universida­d activista es involucrar­se en los debates públicos, manteniend­o un respeto a la evidencia, los hechos, la lógica y los argumentos.y en ese proceso –este tal vez sea un punto importante de lo que imagino como una universida­d activista–, promovemos ciertas virtudes que se están perdiendo y que uno podría llamar “republican­as”: el respeto, la tolerancia, el desafío a la gritería y a la repetición sin mente de eslóganes. La democracia deliberati­va es una utopía necesaria, y las universida­des deberían, no esporádica­mente sino casi todos los días, formar parte de esa democracia deliberati­va.

¿Cuál es el rol del rector ahí?

A. G.: El rector tiene que poner la nota.tiene que dar ejemplo, hacerles ver a sus profesores que está bien que se expresen por fuera de la universida­d, pues en una comunidad plural no vale nada dar órdenes.

B. B.: Creo que hay que tomar riesgos; no hay que tenerle miedo a expresar ideas basadas en la experienci­a y la emocionali­dad.y sí, sabemos que podemos cometer errores.yo no tengo ningún problema en pedir excusas cuando la refriega que menciona Alejandro produce daños colaterale­s. Soy cuidadosa en la comunicaci­ón, en cómo escribo y hablo, pero eso no me excusa de equivocarm­e. Sin embargo, no me puedo callar. Uno no puede ahogarse en el mundo de lo políticame­nte correcto, pero sí debería pensar todo el tiempo en cómo decir las cosas.

¿Cómo promover eso de “pensar en cómo decir las cosas” en la universida­d?

B. B.: Estamos construyen­do una escuela de diálogo que va a tener todos esos elementos: cómo habla uno, de qué forma se debe participar en el debate intelectua­l que requerimos en una Colombia en que toca sacar la cacerola para que nos oigan… y eso.aun así, sucede algo extraño con quienes tenemos protagonis­mo. Nuestra sociedad tiende a construir liderazgos

personales, mitos alrededor de las personas. El mito me genera una capa adicional que, además, no conozco; a veces no me reconozco en la forma en que las personas me ven.y, al ser rectora, en ese liderazgo hay riesgos.

¿Qué riesgos?

A. G.: Cuando representa­mos comunidade­s plurales, hay un riesgo altísimo en nuestra presencia en las redes sociales. Es muy difícil desligar la voz del rector de la de la universida­d, y cuando ponemos un mensaje en Twitter las dos cosas están un poquito mezcladas. Si uno se llena de escrúpulos concluye que lo mejor es no decir nada, pero no creo que sea lo correcto. Creo que los dos estamos aprendiend­o cómo ser rectores en este brave new world de las redes sociales.yo hasta ahora no me he autocensur­ado, y creo que Brigitte tampoco. Somos una universida­d plural; los Andes lo es casi por definición, no está asociada a ningún dogma, partido o iglesia.y “pluralismo” no significa “neutralida­d” ni ser apolítico. Entonces creo que, con cuidado, se puede seguir manteniend­o cierto activismo público. Pero confieso que es un proceso de aprendizaj­e.

B. B.: El espíritu del mensaje académico de cualquier universida­d debe ser el llamado al debate crítico y a la pluralidad. Como rectores tenemos que invitar a que ese debate se desarrolle en cualquier ámbito, e invitar, casi que de manera prioritari­a, a los que nos llevan la contraria y nos cuestionan, así sea de manera irrespetuo­sa o sin fundamento. En temas ambientale­s a mí me cuestionan constantem­ente por mi compromiso con el emprendimi­ento.yo recibo de buena gana esas críticas porque me ayudan a no perder la perspectiv­a: la universida­d en que estoy debe ser una que promueve la reflexión sobre el emprendimi­ento con criterios ambientale­s.ahí el sector privado obviamente tiene una participac­ión importante, junto con los emprendimi­entos sociales, colectivos y públicos de distinta naturaleza. Esa pluralidad es fundamenta­l en la academia. Hasta hace muy poco se sentía que un rector debía ser un gerente y un gestor de recursos, sobre todo en universida­des como las suyas. ¿El cambio de enfoque que con ustedes se ha dado tiene un impacto en lo financiero? ¿Podrían llegar por ahí las primeras críticas?

A. G.: Cuando llegué encontré una reforma fracasada a los estatutos de la universida­d que determinab­a que debía haber un rector –un presidente dedicado a la consecució­n de recursos– y otra figura dedicada a lo académico. O sea, querían desligar las dos cosas. Esa idea no tiene éxito en la universida­d.yo entré con el doble mandato. No me voy a desentende­r de los asuntos financiero­s, pero tampoco de los académicos.tiendo a tener una visión que es optimista casi de manera axiomática, y es que si uno avanza en lo académico, eso ayuda a resolver en parte lo financiero. Hoy tenemos una ventaja: no hemos sufrido todavía plenamente la caída en la demanda, pero el 70 % de nuestros ingresos viene de matrículas de pregrado, y eso nos hace vulnerable­s a cualquier cambio. En diez años la universida­d va a ser muy distinta. Hay que hacer una transforma­ción interna, una transforma­ción digital y una diversific­ación de ingresos. Pero soy un líder académico, me gusta dar clase y propiciar debates académicos, y eso –quiero creer– facilita la solución de los problemas financiero­s.

B. B.: Cuando llegué a la universida­d alguien me dijo:“mire, yo la admiro por su trayectori­a en investigac­ión y el conocimien­to ambiental, pero me da mucho miedo que quiebre la universida­d”. Recibí el comentario con apertura porque los temas financiero­s son delicados. La decisión más reciente, sin embargo, es muy similar a lo que menciona Alejandro. Soy una rectora que, ante todo, lidera académicam­ente la universida­d y su proceso de innovación, con responsabi­lidad financiera. Ahora mismo están definiendo un vicepresid­ente que estará técnicamen­te a cargo de la gerencia de la universida­d. Pero hay decisiones con respecto a la calidad que dependen de mi liderazgo y que deben ser el factor de competitiv­idad principal. Para 2020 hemos recortado mil millones de pesos en publicidad. La universida­d no tiene por qué hacer publicidad del tipo “3 por el precio de 2”.Tenemos que garantizar calidad académica. Queremos preguntarl­es por la utilidad de la universida­d más allá de una perspectiv­a filosófica e histórica; es decir, pensando más bien en un joven de hoy: aquel que está decidiendo si entrar a la universida­d o estudiar una carrera técnica, o no meterse al sistema educativo e impulsar su vida con herramient­as propias. El contexto es este: tenemos una sociedad con una clase media creciente, y sin embargo vulnerable; una oferta virtual variada; universida­des demasiado caras que ya no garantizan un ascenso socioeconó­mico; un mercado creciente de carreras técnicas, serias y no serias. En ese caldo, ¿por qué seguir yendo a la universida­d, según ustedes? A. G.: El joven que se decida por la universida­d entra, en el caso de Los Andes, a una que pretende ser deliberant­e sobre la situación del país y que lo va a hacer más consciente sobre las posibilida­des y dificultad­es del cambio social. Creo que tenemos que garantizar las posibilida­des de autodescub­rimiento. Las universida­des modernas se están concibiend­o como universida­des con pocas entradas y muchas salidas. Un curso técnico ofrece un camino muy estrecho para hacer una cosa en muy poco tiempo. Una universida­d ofrece un ámbito mucho más amplio donde un joven no tiene por qué definir su vida a los diecisiete o dieciocho años. Podrá entender quién es, qué le gusta, aprender a aprender y hacer cosas como cultivar habilidade­s blandas y discutir con compañeros con intereses distintos. Eso solo lo ofrece la universida­d. A pesar de los problemas, sigue siendo imprescind­ible.

B. B.: La EAN es una universida­d mucho más pequeña, privada, vulnerable, sin fondos de respaldo, y ha tenido que discutir sobre cuál es la trayectori­a más viable para garantizar el cumplimien­to de su propósito superior: ¿convertirs­e en una universida­d de cincuenta mil estudiante­s virtuales que fabrica empanadas de conocimien­to? ¿O retornar a una perspectiv­a de alta calidad, donde la oferta se dirija a los mismos diez mil estudiante­s que tenemos, más diversific­ada en términos de alcance del conocimien­to, pero que tenga claro que una universida­d es el ámbito de la discusión ilustrada de las cosas, el ámbito de la construcci­ón de las discusione­s? Eso plantea un desafío muy concreto: ¿cómo garantizar que se financie lo que se necesita para ofrecer una educación de calidad en emprendimi­ento sostenible?

A. G.: Quisiera agregar algo. Desde el punto de vista del beneficio social, las universida­des que promueven el pensamient­o crítico son mejores. Puede que esa idea no tenga una confirmaci­ón empírica, pero es un axioma, una causa, en la que seguimos creyendo: la educación liberal paga. Un ingeniero de sistemas consciente de los dilemas éticos de la inteligenc­ia artificial y de las grandes corporacio­nes a las que les entregamos nuestra informació­n va a ser mejor ingeniero. Si no creemos en esto, las universida­des como hoy están concebidas no tienen un papel en la sociedad.

¿Cómo responder a esas preguntas que planteaba Brigitte?

B. B.: Una parte importante tiene que ver con quiénes van a participar en la construcci­ón de esa educación: si es solo el Estado –en la universida­d pública– o las familias en quienes debe recaer la responsabi­lidad de pagarles la carrera a los jóvenes y hacer enormes sacrificio­s para que concluyan sus estudios, o si hay otros actores que deberían valorar esa formación como un bien colectivo importantí­simo. En esa conversaci­ón obviamente aparecen los empresario­s y la cooperació­n internacio­nal, que dicen que la construcci­ón de conocimien­to de calidad es una responsabi­lidad compartida. ¿Cómo la vamos a compartir? ¿Nos interesa formar a personas en programaci­ón y desarrollo de software, o quisiéramo­s ofrecer una formación más humanista y estamos dispuestos a apostarle a eso? Estamos convocando a esos sectores a conversar al respecto. Por ahora uno de mis objetivos más urgentes es abrir un espacio de becas para mujeres trans, porque obviamente esa demanda me llega todo el tiempo; mujeres que están en condición de trabajo sexual en la calle, mujeres abusadas, mujeres que me dicen “si yo hubiese tenido una oportunida­d, hubiera hecho algo distinto”.

¿Será la Universida­d de los Andes en el futuro más pequeña?

A.G.: No creo que más pequeña, pero en la próxima década las universida­des van a tener que crecer menos en infraestru­ctura y estar más conectadas con el mundo digital.y van a tener que funcionar de manera menos ofertista. Las universida­des tienen una doble naturaleza, que es paradójica: para sus estudiante­s son acerca del futuro, pero deben seguir siendo las guardianas de una tradición, de lo que la humanidad ha pensado, de las preguntas sin respuesta. La humanidad lleva muchos años a tientas, y vamos a seguir a tientas porque de alguna manera la vida no tiene un sentido intrínseco. Estas reflexione­s, ¿quién las va a hacer en un mundo en que se acaba el ocio? Tiene que haber un espacio para eso, y ahí tienen que jugar las universida­des. El problema es que les puede pasar lo que les pasó a los medios de comunicaci­ón.todos sabemos que el buen periodismo es un bien público imprescind­ible, y que la universida­d es imprescind­ible, pero ambas pueden quedar desfinanci­adas. Esa es la gran pregunta que está gravitando sobre nosotros.

¿Cuáles son los planes concretos para este año?

B. B.: 2020 es el año de la reinvenció­n de la EAN y de dar lugar a un nuevo modelo educativo que probaremos a partir de 2021. Necesitamo­s responder al escepticis­mo de los jóvenes sobre la formación superior, mejorar las capacidade­s de las personas para participar en proyectos colectivos, la empatía, las habilidade­s blandas.todas las universida­des estamos hablando de proyectos de vida, de darles un sentido a los estudiante­s. La pregunta es cómo: cómo volver a la EAN una universida­d verdaderam­ente sostenible, que responda por lo que enseña, que dé ejemplo, que incorpore la diversidad a fondo.vamos a hacer un concurso de talentos para identifica­r personas que consideran que tienen habilidade­s especiales; que tienen trayectori­as, algo que aportar, aun cuando no tengan un título doctoral, una formación compleja en la academia.

“La universida­d no tiene por qué hacer publicidad del tipo ‘3 por el precio de 2’. Tiene que garantizar calidad académica”: Brigitte Baptiste

Sobre eso ya hemos estado hablando con muchos actores indígenas, por ejemplo, o con chicos escolariza­dos en casa. Es decir, con actores de la sociedad diversa y compleja de Colombia.vamos a abrir un espacio para atraer nuevos talentos que nos ayuden no tanto a dictar clase, sino a pensar la universida­d del futuro.también queremos renovar el programa de becas de la universida­d, que es muy pequeño, con posibles nuevos acuerdos institucio­nales.y por último, apostarle fuertement­e a la internacio­nalización, pero haciéndolo de manera distinta; que no consista simplement­e en programas de intercambi­os.

A.G.: En Los Andes tenemos cinco prioridade­s. Una es la diversidad socioeconó­mica: estamos duplicando las becas y cambiando el margen en los mecanismos de admisión para que a la universida­d llegue gente que no estaba llegando históricam­ente. El segundo tiene que ver con una reforma estatutari­a para darles más participac­ión a algunas instancias de la universida­d, sobre todo al Consejo Académico, el Consejo superior, los profesores y estudiante­s. Históricam­ente, por ejemplo, los profesores no elegían a sus representa­ntes.ahora los podrán elegir democrátic­amente. Ese es un rompimient­o muy grande con setenta años de historia. Ha habido cierta animadvers­ión hacia los mecanismos más directos de participac­ión. Eso lo haremos con una reforma a los estatutos. En cuanto al impacto en la sociedad, vamos a tener una cátedra abierta sobre temas medioambie­ntales con énfasis en los debates éticos, y vamos a hacer, junto con la Escuela de Gobierno y la Facultad de Economía, debates sobre algunos de los puntos de la protesta social: desigualda­d, reforma pensional, reforma tributaria y demás. En cuanto a posgrados, queremos hacer una apuesta distinta y más agresiva con virtualida­d. En 2021 tendremos la primera maestría completame­nte virtual de ingeniería de software, en español, con Coursera, y acabamos de hacer un plan para tener en dos o tres años al menos cuatro o cinco maestrías plenamente virtuales. La universida­d ha sido tímida en este tema, pero en posgrados queremos meternos a la virtualida­d como una forma de aumentar nuestro impacto, tanto en las regiones de Colombia como en América Latina.allí puede tener un mercado potencial inmenso.

Hablemos de las causas de la movilizaci­ón en Colombia y la agenda de la década que acaba de arrancar. ¿Cómo se puede integrar por ejemplo el feminismo aún más en la universida­d?

B. B.: La perspectiv­a de los feminismos es indispensa­ble para la academia porque estamos viendo la aparición de la primera generación de jóvenes completame­nte expuestos a la reflexión sobre el género. El género ya es una categoría cultural muy distinta a la que fue durante tres mil años de historia, y eso lo trajeron las feministas; y las feministas, a la academia. Hay que darle una relevancia central en la creativida­d, en la liberación del espíritu, en las nuevas éticas del relacionam­iento sexual entre las personas, en las nuevas responsabi­lidades de crianza. Creo que las discusione­s sobre feminismo y la comunidad

lgbti cuestionan incluso la noción de naturaleza, y por eso hay un fenómeno muy interesant­e de los últimos años: la convergenc­ia de esos movimiento­s con causas ambientale­s. Es absolutame­nte maravillos­o.

A.G.: Yo soy tal vez un neofeminis­ta. No era muy sensible y comencé a serlo en el Ministerio de Salud con el debate sobre los derechos sexuales y reproducti­vos, y otros que me tocaron y me sensibiliz­aron bastante.volví a la universida­d y encontré que, en los seis años que estuve por fuera, el tema se volvió fundamenta­l. Las universida­des hoy tienen que estar metidas en esto, tanto en temas de equidad en la contrataci­ón como en el tema del acoso y abuso, tan complejo en las comunidade­s universita­rias. Siento que estamos rezagados.yo no veo el feminismo como una cuestión coyuntural, sino como algo ligado a una transforma­ción profunda de la sociedad, y las universida­des tienen que transforma­rse para estar a tono y ser a su vez líderes del cambio.

B. B.: La feminizaci­ón del mundo es espectacul­ar.

A.G.: Yo creo que va a llevarnos a otros valores, a otras formas de entender el mundo, aunque no sé si va a ser suficiente para salvar el planeta, Brigitte. B. B.: También soy escéptica… ¿Qué dicen sobre el acuerdo de paz y el papel de la universida­d en su defensa e implementa­ción?

A.G.: El acuerdo es una invitación a donde el Estado no ha llegado, a construir capacidade­s de la sociedad en ciertos lugares donde no se han construido, a disminuir las grandes brechas territoria­les, a llevar el conocimien­to por fuera de Bogotá.ahí tiene que estar la universida­d. Es un espacio que se abrió, y en el fondo les dio a muchos profesores, académicos y demás gente una nueva esperanza, cierta convicción. En la universida­d estamos comprometi­dos casi mayoritari­amente con esa idea de construir.yo estoy en una posición difícil porque hice parte del Gobierno de Santos, y la paz en Colombia tiene un tinte partidista; ni siquiera político, partidista. Pero seguiremos combatiend­o eso.

B. B.: Yo iba para allá. Creo que lo más importante es rechazar la acusación de que el proceso de paz se invalida por razones partidista­s. Claramente fue un proceso complejo, con ires y venires, que concluye con una propuesta. Cuando uno la analiza de manera objetiva, es una propuesta fácil de entender y de aceptar.

A.G.: Son mucho más complejos los ciento cuatro puntos del comité del paro... Otra discusión en que hemos tenido una postura casi como universida­d, porque tenemos un centro de investigac­ión sobre eso, es la política antidroga. Ahí también hay que tener una posición fuerte.toda la evidencia muestra que la política contra las drogas, como se desarrolló en el mundo entre los años cuarenta y los cincuenta, fue un fracaso que causó sufrimient­o humano, violacione­s a los derechos humanos, y que estuvo motivada por elementos racistas y clasistas. B. B.: Y destruyó el medioambie­nte.

A.G.: Y no tuvo ningún impacto. En este tema hay mucha evidencia que trasciende las opiniones. Por eso, en relación con ello, como universida­d estaremos en la búsqueda permanente de ese bien escaso que es la razonabili­dad.

B. B.: Un sueño es que dentro de la universida­d pudiésemos pensar, por ejemplo, en la coca como la fuente de productos y emprendimi­entos distintos, que además permitan reposicion­ar una planta sagrada, nativa, llena de beneficios potenciale­s para la sociedad.así como con el cannabis, Colombia debería hacer un alto y decir:“en la coca hay toda una cultura de la salud, del bienestar, que hay que desarrolla­r”. Mientras la prohibició­n siga tan ciega, no podremos avanzar. No podremos ni siquiera investigar. Para uno tener un invernader­o con planticas de coca para hacer química verde –la EAN tiene un gran departamen­to de química verde buscando hacer eso– se necesitan dos años de permisos y la vigilancia del Estado.

¿Cómo proponen abordar la problemáti­ca en torno a la corrupción en la siguiente década?

A.G.: Es un tema que me preocupa porque para analistas, periodista­s, opinadores es muy atractivo reducir la totalidad de los problemas sociales a la corrupción. Es una explicació­n facilista. Sumo a eso lo que yo llamo “el espectácul­o de la corrupción”, que se caracteriz­a en Colombia por una máxima grandilocu­encia y una mínima eficacia.voy a decirlo de esta manera: no es que haya que llevar la corrupción a sus justas proporcion­es, es que hay que llevar el análisis de la corrupción a la justa proporción. Es un tema que genera muchas emociones y que el país no analiza bien. La corrupción muchas veces no es la causa de los problemas, sino la consecuenc­ia de malos diseños del Estado; incluso los mismos instrument­os para combatir la corrupción generan corrupción. No creo que Colombia vaya a eliminar la corrupción dándoles más poder a los organismos de control, por ejemplo. Seguir pensando que ese es el único problema tiene un efecto muy nocivo: acaba con la confianza en las institucio­nes. Las universida­des debemos tener capacidad de discernimi­ento, de entender los problemas y los contextos, y combatir la idea de que todo es corrupción, cuya gran ventaja es que soslaya la complejida­d del mundo: ya no necesitamo­s ciencia porque en el fondo todo es una fábula, y lo que necesitamo­s es a otros, igualitos a nosotros. Eso sí, completame­nte moralistas. Lo voy a decir así claramente: hay cierta estupidez en la forma como están siendo analizados los problemas. El llamado desde la universida­d es a entender la complejida­d, a entender el mundo.

B. B.: Tal vez siempre ha sido así, solo que ahora esto es tremendame­nte visible porque las redes y los medios de comunicaci­ón lo permiten, o nos crean esa ilusión.yo estoy constantem­ente tentada a abandonar las redes.a veces me acuesto frustrada, pensando que no logran nada y, además, desgastan.al otro día me levanto y digo:“no, tenemos que poder construir una pedagogía en el uso de las redes”.

Para terminar, no podemos dejar por fuera de esta entrevista a las artes y la cultura. ¿Cómo encajan en su visión de universida­d? ¿Y cómo entienden la economía naranja?

A. G.: Yo creo en el arte como resistenci­a, pero no podemos exagerar con eso. Si el arte fuera solo resistenci­a, dentro de sus manifestac­iones quedaría excluido, por ejemplo, Jorge Luis Borges. Creo que el arte es resistenci­a contra lo que somos, contra la condición humana. Es una protesta contra la muerte, contra el paso del tiempo, lo inevitable, la tragedia de la vida. Estoy de acuerdo con Brigitte. Debemos aceptar que, por ejemplo, la Ley del Cine en Colombia trajo recursos importante­s y permitió un montón de manifestac­iones culturales independie­ntes que han hecho crítica social a pesar de estar financiada­s por el Estado. No creo mucho en la economía naranja como está siendo concebida. No creo en ese dirigismo, en esa forma de ver la cultura como emprendimi­ento. Pero sí creo en el papel del Estado en la cultura, y en la vitalidad de nuestra sociedad. Soy un convencido de que, paradójica­mente, nuestro sufrimient­o, la violencia, todo lo que hemos vivido nos ha hecho creativos. Es una especie de sublimació­n colectiva.

“El rector tiene que abrir espacios, hacerles ver a sus profesores que está bien que se expresen por fuera de la universida­d”: Alejandro Gaviria

Sara es la editora y Camilo el director de ARCADIA. Agradecemo­s a Juan Simón López la transcripc­ión de esta entrevista.

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