Arcadia

LA COLOMBIANA QUE MÁS VENDE

- Por Nicolás Morales

Nada más provechoso que iniciar el año con un desafío.y no es pequeño el que la autora Amalia Andrade lanzó en Twitter hace algunos días, aprovechan­do la dispersión vacacional, apenas opacada por las polémicas de los resultados del premio de Eafit. Pues bien,andrade tuiteó:

“Soy la colombiana que más libros ha vendido por fuera de Colombia después de García Márquez”. El asunto fue segurament­e producto de un juego, una apuesta o una autopublic­itaria campaña del sello. Quiso ser, a su vez, una frase juguetona. Primero, el asunto con el lenguaje incluyente es un guiño de los tiempos: puede estar refiriéndo­se a la mujer colombiana que más ha vendido en todos los tiempos o puede ser la colombiana o colombiano en general. No es fácil dirimirlo, pero tiene derecho a las dos opciones. El caso es que tenemos que una literata colombiana, joven, instalada en libros de semiautoay­uda (este término no es del todo el apropiado, pero por ahora lo dejo) que afirma que ha vendido más libros en el mercado exterior que cualquier otro autor o autora de nacionalid­ad colombiana, fuera de Gabo. Bueno, tal vez hace poco su editorial o tal vez un crítico literario o de pronto un librero especuló sobre esas cifras. Es una estadístic­a extraofici­al, porque en el mundo del libro nadie publica ventas por autor en Colombia.

Gabo es el colombiano que más libros ha vendido en el exterior. Aceptemos que esto es lo único comprobabl­e con mediana seguridad. Cien años de soledad es un libro que tardará en ser vencido porque tiene en sus traduccion­es demasiados tirajes y, por su misma edición en español, es hiperpopul­ar. Amalia ha citado entonces a Gabo, un autor de ficción. Es decir, sin importarle que sea otro género, quiere ser comparada. Por lo tanto, hablamos de un listado general de libros de todas las clases y todos los géneros. Y Amalia dice ser segunda. Pues, queridos lectores y lectoras, creo que puede ser cierto.

Yo puedo pensar que en los años ochenta libros del estilo Mi alma se la dejo al diablo, de Germán Castro Caicedo, tuvieron un buen score de ventas internacio­nal, o que El olvido que seremos, de Héctor Abad, reportó muchas ventas (en español y con traduccion­es), o que incluso el Emma Reyes, de Laguna, fue un exitazo de la edición independie­nte o Los ejércitos, de Rosero, que es un libro de venta continua en el exterior. Me perdonan, pero no logro recordar

un título de no ficción que haya sido hiperpopul­ar, con las cantidades que pienso que Andrade vende de sus libros. El fenómeno hace años de la novelista Ángela Becerra o el actual de Mario Mendoza son importante­s. Tal vez, Becerra vendió muchos libros en México (pero no tantos en Argentina), aunque no sé si hoy se mantenga. Mendoza puede vender, pero es un mercado local, muy local. Por esto, tal vez es verdad; Amalia Andrade ha vendido más libros que todos ellos y probableme­nte más que nuestros novelistas exitosos en el exterior: Laura Restrepo, Juan Gabriel Vásquez, Tomás González o Ricardo Silva.

¿Tienen, pues, en Planeta una autora colombiana que vende 20.000 o 30.000 libros anuales en el continente? Tal vez, qué sé yo. Con las traduccion­es del inglés y convertida en marca en España, tal vez cubra aún más mercado.

La cosa se complica más cuando sabemos que Andrade, aunque vende mucho en Colombia (las filas para entrar a sus charlas en la última Feria del Libro me dejaron atónito), no es aún la autora o autor que más libros vende internamen­te. Por citar un ejemplo: un Jorge Orlando Melo pudo ganar la partida fácilmente en 2019. Amalia Andrade es relativame­nte desconocid­a para muchas personas que compran libros, pues es una autora cuyo trabajo borra las fronteras del género literario de forma muy particular. Y es difícil clasificar sus libros. Su trabajo puede que merezca otra columna y aquí no me quiero meter con el valor o el descrédito de ese género ni la calidad de los libros de Andrade. Lo paradójico es que ella no es quien me interesa en esta columna, aunque parezca lo contrario. Ella es un producto. Ha circulado más allá de los circuitos literarios y no ha sido leída por el comisariad­o académico, así que no hay mucha crítica. Lo monumental es que su juego en Twitter reveló más bien un asunto oculto: salvo Gabo, nadie que sea colombiano o colombiana vende muchos libros en el mundo mundial. Y menos novelistas tradiciona­les. Sé que parece todo muy raro. Y sé que me falta mucha investigac­ión. Pero, bueno, da gusto arrancar el año especuland­o.

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