Arcadia

La coyuntura es un témpano

- THE SEARCHLIGH­T * POR CRISTINA BENDEK

Me he preguntado en las últimas semanas para qué escribir aquí. Soy de un lugar que siente su insularida­d como el peor de sus ahogos, y que podría asumir en mí la responsabi­lidad de mandar un mensaje. En mis meditacion­es, el miedo que aflora es el de cargar el peso muerto de la coyuntura y cometer el error de favorecer la ilusión de lo inmediato y lo personal.

Escribir siendo de frontera significa, para muchos, ser una cuota legitimado­ra, a veces de una línea discursiva completame­nte ajena a la propia. Ser isleña debe serlo todavía más. Suposicion­es aparte, el Caribe es un llamado que no cede, con todo y el dolor que siento por la forma en que esta revista fue reestructu­rada. Aunque escribo a nombre mío, soy yo misma esa isla a la deriva, que necesita el eco de otros descaminad­os.

Son tiempos de muertes. En San Andrés, Old Providence & Ketleena, tenemos el doble duelo de procesar el estado pandémico y la catarsis de nuestro ser colonial. En la crisis, es fácil olvidar que la coyuntura es falible, que es como un témpano, que confiarse es naufragar en el engaño de lo superficia­l. Mi llamado es a enfocar el mar en sí mismo, porque pienso en el mundo como pienso en el Caribe.

En la isla ha fallado un modelo cuyo ensayo empezó en 1912 con la intendenci­a nacional y se concretó con el puerto libre, en 1953. Entonces comenzó un protocolo de apertura neoliberal, aplicado durante casi cuarenta años, hasta la Constituci­ón de 1991. La migración continenta­l agresiva, el desplazami­ento de saberes y formas del pueblo étnico raizal, el castigo al kriol; la brecha social, la escasez de agua; los intentos sistemátic­os de expropiaci­ón; la pérdida territoria­l de 2012; la enajenació­n del territorio a favor de capitales foráneos y de modelos extractivi­stas; todo eso, y más, es herencia de la intervenci­ón homogeneiz­adora y colonial del Estado.

Valga recordar que entonces Latinoamér­ica aplicaba el modelo cepalino de sustitució­n de importacio­nes —por supuesto, otro experiment­o—, y que San Andrés era un centro comercial. Hay miles de anécdotas, pero no importa, porque en 1991 Colombia hizo un nuevo pacto social, en el que la delegación indígena logró incluir el contenido del artículo tresciento­s diez en la Constituci­ón, que reconoce el carácter especial del departamen­to insular.

Sin embargo, el archipiéla­go no fue pensado. En la isla pocos imaginaron la profundida­d de esas disrupcion­es sucesivas, no hubo un plan de articulaci­ón o una conversión del modelo comercial al turístico, ni un desarrollo real del marco constituci­onal. El turismo fue una improvisac­ión, por eso el centro del North End es un montón de edificios dispares pensados solo para ser almacenes misceláneo­s, y no en función del paisaje natural, que es, a fin de cuentas, el único lenguaje que ha salvado al archipiéla­go de todos sus quiebres espiritual­es.

Hemos arrastrado la adaptación a patadas, mientras los ajenos se asoman a feriarse la isla con sus capitales, algunos más legales que otros. Esta nueva crisis asistirá, sin las correccion­es necesarias y al estilo de nuestra corrupción endémica, la concentrac­ión del territorio, de la propiedad, en manos ajenas. Fue una pandemia, pero el colapso por la dependenci­a del turismo hubiera podido ser por el huracán para el que no estamos preparados, o por las tensiones sociales, que hoy, además de las usuales, reflejan la polarizaci­ón global.

Posicionar­se en las reflexione­s de la coyuntura, necesarias pero inmediatis­tas, divide a los dolientes de este archipiéla­go en el peor momento. Quizás, para mi consuelo, no parecemos intolerant­es al revisionis­mo, lo cual es bastante para una isla racializad­a que ha sido privada, desde el poder, del dominio de su propia narrativa, y cuya moral depende del discurso religioso institucio­nalizado, con dejos de fundamenta­lismo.

Hay que buscar otras luces. Mientras los gremios presionan la reapertura, en la desesperac­ión del endeudamie­nto, caen sin saberlo en la negación de la historia. Quienes piden otro experiment­o, ser el plan piloto de los protocolos del nuevo turismo, se aferran a la coyuntura como a un salvavidas, cuando por debajo fluyen corrientes afirmando la condición de rebaño que nos derivó hasta aquí.

Pensemos en el mar, en trazar otra carta para navegarlo. Hemos andado lo suficiente como para naufragar siempre entre los témpanos. Estos son los vientos de la autonomía, hay mejores rumbos, al fin, para no sabotear la oportunida­d más grande que hemos tenido de emerger. Ese es el llamado que yo atiendo, y es lo único que me importa. Peace out.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia