Bocas

DARÍO SILVA

DE PERIODISTA A PASTOR

- POR CATALINA GALLO FOTOS PABLO SALGADO

Darío Silva Silva, uno de los periodista­s más famosos de Colombia en los años SETENTA y OCHENTA, es uno de los pastores cristianos con más poder en Colombia. Hace TREINTA años, después de haber sido masón, fundó la Casa Sobre La Roca Iglesia Cristiana Integral, hoy con presencia en más de TREINTE ciudades de Colombia, Estados Unidos, España y Panamá. Nació en un pueblo del Huila, se hizo famoso en las emisoras de su departamen­to, fue jefe de redacción de la revista Consigna en Bogotá y creó Noticolor –al que llamaban Lambicolor–, el noticiero de más afectos al gobierno de Julio César Turbay. Desde su próspera iglesia, le contó a BOCAS la historia de su vida personal, de su congregaci­ón y de su injerencia en varios episodios de la vida política nacional.

Están listos los músicos y los instrument­os: las manos sobre los teclados, las baquetas próximas a la batería, la trompeta levantada, las guitarras eléctricas conectadas y los cantantes con los micrófonos en las manos. A lado y lado, en las paredes, a la altura necesaria para ser vistas por el público, dos pantallas gigantes muestran la imagen del escenario. Entonces se escucha la voz de uno de los hombres que lleva un micrófono en las manos.

–Oremos –dice.

En ese momento, los fieles que están sobre el púlpito, de pie, delante de una cruz iluminada en la pared, inmensa, comienzan a tocar. Con su primera nota, los demás miembros de Casa Sobre la Roca Iglesia Integral, que están dispuestos como el público en un teatro, empiezan a cantar. Los guitarrist­as saltan con sus instrument­os, los jóvenes de la primera fila se mueven al son de la música y casi todos los asistentes, que están de pie, mueven los brazos en alto de un lado a otro o siguen el ritmo con sus palmas. Cantan durante media hora que Jesús los ha hecho libres, que Jesús sigue vivo, que Jesús los ha perdonado y los ama, hasta cuando entonan las últimas estrofas y aparece caminando sobre el escenario, vestido de saco y corbata, desde la derecha y hasta el atril central, el pastor y fundador de la iglesia: Darío Silva Silva.

Ya en el atril, el pastor agacha la cabeza sobre sus manos, que están puestas en posición de oración. Minutos después la música termina y todos se sientan.

Las sillas son individual­es y, como las de las salas de cine, están acolchadas y tienen brazos. El templo de la carrera 9 con calle 102, en Bogotá, tiene dos pisos, parlantes, luces y espacio para 3.500 personas sentadas. Allí se realizan cuatro servicios los domingos. Para este, que comenzó a las 10:30 de la mañana, llegaron unas dos mil personas de todas las edades.

Darío Silva advierte a quienes esperan algún pronunciam­iento sobre la actualidad que deberán esperar hasta el próximo domingo, cuando emitirá un comunicado. Dice que le ha preguntado a Jesús sobre qué hablar durante el servicio de hoy y que Jesús le ha contestado que debía recordar a Billy Graham, uno de los pastores más importante­s de los últimos años, que ha fallecido el jueves. Entonces, durante una hora exacta, narra anécdotas del pastor protestant­e para revelarle a su iglesia las enseñanzas que dejó.

A sus 79 años, Silva camina de un extremo a otro del púlpito con gracia y facilidad mientras cuenta historias como un narrador de cuentos que sabe cautivar a su público en espera de un buen final. El público aplaude, ríe o dice Amén con frecuencia y él espera sereno y con gusto estas respuestas. Mientras pronuncia el sermón, parece como si no hubiera nacido para nada distinto a contar buenos cuentos. A veces, Darío Silva lidera los cuatro servicios de un domingo.

–Eso no me cansa –dice.

Durante los servicios, además de las palabras del sermón, también hay espacio para pedir los diezmos y las ofrendas. Hoy Darío le cuenta a su iglesia que en enero y febrero la cuesta ha estado difícil, que por favor sean generosos.

Finalmente, el pastor sale por donde entró y camina hacia su oficina por un corredor lleno de fotos en las que está en distintos momentos de su vida con personajes conocidos del país: Carlos Pinzón, Ernesto Samper, Horacio Serpa, Carlos Fernando Galán, Enrique Peñalosa, Álvaro Uribe y dos de los políticos de su iglesia más reconocido­s: Viviane Morales y Carlos Alonso Lucio. También hay frases escritas en la pared. Durante el servicio pronunció una de ellas y recibió aplausos y un fuerte Amén: “Hay que cristianiz­ar la política sin politizar el cristianis­mo”.

Casa Sobre la Roca se fundó el 1 de septiembre de 1987 con 82 personas. Ese día, según cuenta Darío Silva, un profeta de Trinidad y Tobago le dijo: “Yo estoy viendo una megachurch que va a afectar no solo a Colombia, sino a todos los países de habla hispana”.

Hoy, Casa Sobre la Roca está presente en 26 ciudades de Colombia y, además, tiene sedes internacio­nales en Miami –que lidera una de sus hijastras junto a su esposo–, Boca Ratón –que maneja otra de sus hijastras, esposa del exfutbolis­ta y pastor Silvano Espíndola, el que creó la escuela de fútbol donde se formó Radamel Falcao García–, Orlando, Madrid, Barcelona y Ciudad de Panamá. La iglesia también tiene el colegio Nuevo Gimnasio Cristiano, en Cota, que cuenta con cerca de 800 alumnos y varias promocione­s de egresados, y está tramitando la Universida­d Cristiana Integral.

Nacido en Tarqui, Huila, Silva no abandona las achiras. Con mucha frecuencia recuerda la tierra opita de sus orígenes e incluso en el púlpito, a manera de chiste, dice a veces que no piensa dejar el cerdo porque, simplement­e, ama el asado huilense.

En su oficina, explicó por qué dejó de ser periodista para crear su iglesia junto a su esposa.

¿Por qué apodaron Lambicolor a su noticiero Noticolor?

En esa época todo giraba a la izquierda: Pablo Neruda, García Márquez, Las venas abiertas de América Latina. Todos eran absolutame­nte de izquierda, pero Turbay no era de izquierda. Yo había estado tras la Cortina de Hierro y dije: “A esto no le jalo”, porque ya había visto el fracaso. Les di garrote a las Farc, le di todo el garrote del mundo al M-19 y entonces Lucas Caballero, que no quería a Turbay y en su columna era muy antiturbay­ista, le puso Lambicolor.

¿Y sí era Lambicolor?

Bueno, yo no sé si ser leal es ser lambón. Las grabacione­s están. Lo que pasa es que la gente quería que yo dijera otra cosa, pero así como los otros noticieros defendían a sus propios líderes, yo asumí la defensa de un gobierno legítimame­nte constituid­o que era atacado por todo el mundo. Además, solo era mi comentario al final que se llamaba “Y ya para terminar”. Lo demás era absolutame­nte informativ­o.

Sus comentario­s eran muy polémicos. ¿Recuerda alguno en especial?

Una vez aparecí en televisión con un militante del M-19, que el general Camacho Leyva me había llevado a entrevista­r. El tipo contaba que ellos habían ido a Cuba, que los financiaba­n, que los armaron, que había colombiano­s que los visitaban, que –por ejemplo– García Márquez iba todas las semanas. Cuando el muchacho terminó, yo dije: “Y ya para terminar, por hoy tengo una pregunta y una sugerencia. La pregunta. ¿Quién le va a pasar la factura a Gabriel García Márquez por el daño que le causa al país en el exterior? Y la sugerencia. Creo que el Gobierno colombiano debe romper relaciones con Cuba”. A las 48 horas rompieron y me declararon persona no grata en Cuba. Ahora, en La Habana, cuando nos enviaron a tres pastores a hacer una labor humanitari­a con los negociador­es de la paz, se lo dije a la Presidenci­a.

¿Y qué pasó?

Llegué a La Habana asustadísi­mo por lo que me podía pasar. Yo decía: “¡Dios mío, por qué son estas ironías!”. Yo perdono a Fidel Castro, yo perdono todo lo que han hecho, yo bendigo esta isla. Hablamos con los representa­ntes de las Farc, era importante que conocieran la posición que nosotros teníamos y da la impresión de que esa visión humanitari­a, que no se ha divulgado del todo todavía, ayudó.

¿Usted sirvió para que se firmara el acuerdo de paz?

Iba con otros dos pastores, Eduardo Gómez y Carlos Shultz. Los tres hicimos los contactos.

Volviendo al noticiero, este se acabó en 1984.

El gobierno decretó la salida del noticiero. La verdad es que hizo conmigo lo mismo que hizo Chávez con Radio Caracas Televisión. En ese momento yo ya tenía tres embargos sobre mis bienes y me dediqué, simplement­e, a programar mi suicidio. No podía salir a la calle porque me odiaban, entonces me encerré en mi casa, rumiando rencores. Empecé a escribir un libro que se iba a llamar Y ya para terminar: el plan era que lo escribía y me suicidaba.

¿Por qué lo odiaban?

Porque en esa época todo se polarizó muchísimo y desgraciad­amente a Turbay le tocó cargar todo el Estatuto de Seguridad, que fue la primera lucha contra la guerrilla. Nosotros defendíamo­s un gobierno que estaba en contravía con la opinión pública.

“Sentí que estaba garroteánd­ome por dentro el Señor. Y ella me dijo: ‘Mire, Darío Silva, yo no he venido a prestarle esa plata, eso no es importante. Yo he venido es a presentarl­e a Jesucristo: el cristianis­mo no es una religión, sino un lifestyle, una manera de ser y de vivir’”.

¿Y cómo se iba a suicidar?

Tanto como la manera no la tenía pensada, quizás algo letal que uno se quedara dormido y ya.

¿En qué creía?

Yo era masón. Fui Venerable Maestro de la Respetable Logia José Hilario López Número 20. Era maestro de la logia donde se congregaba­n personajes de la vida nacional.

¿Siempre ha estado rodeado de gente importante?

Pues sí. En ese momento, Impuestos Nacionales me quería hacer efectiva una cuota y yo estaba ilíquido. Le pregunté a una prima si sabía quién me podía prestar y me dijo que una señora del grupo de oración. Me imaginé que iba a llegar una vieja de pelo largo, falda larga y lengua larga, que era la imagen que yo tenía del evangelio, pero mi prima se apareció con una mujer bonita, elegante, bien vestida… Ninguna actitud religiosa en su porte. Y se sentó.

–¿Tu vienes a prestarme dinero? ¿Por qué lo vas a hacer? –le dije.

–Porque yo estaba en ayuno y oración cuando me llamó tu prima, y le dije al Señor: “Yo voy donde ese tipo tan arrogante, tan prepotente, tan pagado de sí mismo y le presto el dinero y lo arriesgo si eso sirve para tu obra en Colombia”.

Ella pertenecía a Campus Crusade [una organizaci­ón cristiana fundada en Estados Unidos] y ahí conmigo abrió la Biblia en el libro de Job y empezó a leer: “Revela al oído de los hombres y le señala su consejo para apartar al hombre de su obra y quitar del varón la soberbia… Es castigado con dolor fuerte en todos sus huesos que hace que el hombre aborrezca el pan y la comida suave… Su alma se acerca al sepulcro y su vida a los que causan la muerte”.

Y el secreto del suicidio era entre Dios y yo. Y siguió leyendo:

“Si tuviera cerca de él un ángel muy escogido…”. ¡Y la vieja era de apellido Ángel! [risas] “…Que le muestre su deber, que le diga que Dios tiene de él misericord­ia, que lo librará del descender al sepulcro. Él se arrepentir­á, orará a Dios, Dios lo perdonará y su vida se verá en luz”.

¿De verdad creyó eso?

Era Dios hablándome directo, ahí ya no había nada que hacer. Sentí que estaba garroteánd­ome por dentro el Señor. Y ella me dijo: “Mire, Darío Silva, yo no he venido a prestarle esa plata, eso no es importante. Yo he venido es a presentarl­e a Jesucristo: el cristianis­mo no es una religión, sino un lifestyle, una manera de ser y de vivir”.

“Yo huelo a oveja, me encanta estar con la gente, tener empatía con las personas… Me fascina, pero me fascina poderlas servir”.

–¿Qué hay que hacer? –le dije. –Orar.

Me arrodillé y, con lágrimas en los ojos, oré. A partir de ese día comenzaron a cambiar las cosas en mi vida.

¿Cómo siguió su relación con la religión?

Algunas veces hablaba por teléfono con la señora que me presentó el evangelio y yo le hacía preguntas y preguntas, hasta que una noche hablé con ella desde las nueve de la noche como hasta las cuatro de la mañana. Yo hablaba de Sartre, de Nietzsche, hasta que me dijo: “Yo no hablo más, ya me aburrí. Lo único que voy a hacer, Darío Silva, es orar por usted, que es una persona valiosa, para que algún día el Señor, como a Pablo de Tarso, lo tumbe del caballo”, y colgó. ¡Uy! Yo me caí no del caballo sino de la cama, me puse a llorar. ¡Señor, yo también te digo, como Pablo, ¿qué quieres que yo haga?! Lloraba a mares, solo en mi casa.

¿Por qué era el llanto?

Como que por qué. ¡Pues ese día me convertí!

¿Qué hizo con las deudas?

Trabajé después con Juan Gossaín en RCN radio por tres años. Me estaba reconstruy­endo y fui negociando, estudiaba teología por la noche. Ya era cristiano: Campus Crusade tenía una especie de academia nocturna y yo estaba allí hasta las diez de la noche; luego dormía un ratico hasta las cuatro de la mañana para irme al noticiero. Después de tres años me dieron un título y me ordenaron.

Al final se casó con la mujer del evangelio.

Una noche me quedé mirando a Esther Lucía Ángel y dije: “Yo me estoy enamorando de esta vieja”. Duramos dos años de novios y después nos casamos. Durante ese tiempo estuvimos dirigiendo un grupo de oración que yo tenía en mi casa.

¿Esa noche que lloró sintió un cambio radical?

Sí, quedó todo listo. Cambio radical no, porque me van a decir que soy vargasller­ista [risas].

Todavía le gusta mucho la política.

Pues es que es inevitable. Pero no aspiro a ninguna posición, no acepté.

¿Qué le ofrecieron?

Una vez, no digo qué presidente, me ofreció ser consejero presidenci­al para la libertad religiosa. Le dije que no. Yo he dicho que si un pastor se quiere dedicar a la política, está en su derecho: que se baje del púlpito a la curul, pero que no mezcle los dos muebles. Ahora, a veces toca informar sobre eso a la gente, ¿porque cómo van a permitir que un ateo, o un degenerado, o alguien contra la libertad de cultos, llegue a la presidenci­a? Pues uno les dice: voten en conciencia.

¿Usted dice eso en sus sermones?

Sí, claro. Nuestra declaració­n de fe de Casa Sobre la Roca dice claramente que hay que cristianiz­ar la política sin politizar el cristianis­mo.

Hablemos de sus inicios, quedó huérfano muy chiquito.

Es cierto. Mi padre y mi madre se casaron en el sur del Huila y tuvieron seis hijos. Cuando nació el sexto, que es Humberto, mi hermano sacerdote, mi madre murió. Yo tenía 18 meses. Es el momento en que la familia se encarga de nosotros: como mi padre contrajo otras nupcias muy rápidament­e, nos llevaron los abuelos y los tíos, que no estaban de acuerdo con la decisión de mi padre. Yo tuve la fortuna de que me llevaron unos tíos abuelos, don Oliverio y doña María Antonia Cabrera Ciceri, que no tenían hijos y me criaron como si fuera suyo. Luego los hermanos nos vinimos a Bogotá, porque una tía se vino para la ciudad, montó la pensión de familia.

Empezó a trabajar muy joven…

A los 14 años hice un curso muy rápido en Radiar Ltda., que operaba en la emisora militar de Colombia. Era la época de Rojas Pinilla y allí conocí a quien era el director del Teatro Cultural del Parque Nacional y como la tía donde teníamos la pensión me había echado por una borrachera, el viejo me dijo: “Véngase al teatro”. Allí me organizó un cuarto entre las bambalinas. ¡Yo me cobijaba con telones! En el Parque Nacional manejábamo­s marionetas todos los sábados y me pagaban por eso. Yo con eso vivía, hasta que un día me dio mucha tristeza y me fui para el Huila. Estuve en Neiva un tiempo con los Papelípola­s, un grupo muy importante de intelectua­les y poetas. Yo escribía, pero un día me dijeron que don Oliverio Cabrera había sufrido un derrame cerebral y estaba en Tarqui muy grave. Agarré un taxi y me fui. Era el día de mi cumpleaños. Me dejó un ejemplo maravillos­o.

¿Cuántos años tenía cuando él murió?

Tenía 17. Vine a Garzón, Huila, donde estaba empezando la emisora que se llamaba Radio Garzón y me dijeron que fuera el director artístico. Luego hicieron un congreso de cacaoteros en Gigante, Huila, y allí estaba presente Alberto Galindo, el gran periodista colombiano. Él tenía el noticiero La Opinión, en Bogotá. De vuelta en Bogotá trabajé con él, manejando la informació­n política.

Y allí empezó a conocer a los políticos de este país.

En el bar del Congreso me dijo Alberto Galindo: venga la presento a mis fuentes. Las fuentes se llamaban Álvaro Gómez Hurtado, Jorge Leyva… ¡Mejor dicho, para qué le cuento! Alfonso López Michelsen…

¡Las fuentecita­s que había! Ahí comencé a mirar la clase política. Después volví a Radio Neiva y comenzó la campaña de Misael Pastrana Borrero.

Pero usted era totalmente liberal.

Pero era el Frente Nacional y Misael no solo era candidato del Frente Nacional, sino que era huilense y yo quería que el Huila tuviera presidente como fuera. El noticiero que yo dirigía allá, el noticiero Colosal, tenía una sintonía salvaje y había una parte que se llamaba “Palabras del Director”. Yo sentaba cátedra y era todo a favor de la candidatur­a de Pastrana. Cuando fueron a Neiva, Misael Pastrana y Turbay me citaron a desayunar. Me dijeron: “Hemos llegado a la conclusión de que sería bueno que usted se fuera para Bogotá a la campaña”. Entonces vine a la campaña de Misael Pastrana Borrero a manejar medios audiovisua­les.

¿Y cómo llegó a la de Turbay?

Un día Turbay me dijo: “Como usted sabe, hay un grupo muy grande de líderes políticos que quieren que yo sea candidato. Vamos a crear unos medios de opinión, una revista, y quiero que usted sea el jefe de redacción”. La revista fue Consigna: allí monté una columna que se llamaba “Antinotici­as”.

Y cuando ganó Turbay tuvo noticiero.

Como no había televisión privada, el ejecutivo estaba facultado para entregar los noticieros a sectores políticos. Turbay le entregó uno al pastranism­o, lo dirigía Andrés [Pastrana]; otro al alvarismo, que lo manejaba Mauricio [Gómez]; otro a Carlos Lleras; otro a López, que lo dirigía Felipe [López]. Y dijo el doctor Turbay: “¿Qué hacemos en el Partido Liberal que ganamos las elecciones?”. Llamó a dos cargaladri­llos, Darío Restrepo y yo, para que montáramos el noticiero. La reacción fue violenta: ¿dos tipos que no eran empresario­s con ese poder? No teníamos ningún socio, ni gente con plata detrás. Se llamó Noticolor, porque fue el primero que salió al aire a color.

¿En qué momento decide dedicarse a la iglesia?

Una madrugada estaba en el noticiero en RCN y a las 5:30 de la mañana me llamó de urgencia una señora del grupo de oración. “Darío estoy en el piso 17, me voy a tirar a la calle porque no aguanto más esta perra vida que me ha tocado”. Ella está ahora en la iglesia. Me dijo claramente el Espíritu Santo: “Tienes que escoger: o sigues en los micrófonos dando todos los días malas noticias o te bajas y luego te subes al púlpito a dar buenas noticias para salvar vidas como la de esta mujer”.

Pero hay una historia de un pastor que vino de Estados Unidos y le enseñó a montar una iglesia.

Todavía trabajaba en RCN. Yo no pensaba ser pastor. Una prima mía vivía en Houston, pertenecía a una iglesia allá y me dijo que su pastor, un argentino, iba para Buenos Aires: “El Señor le dijo que pasara por Bogotá y hablara contigo”. Yo estaba en unos ayunos tremendos diciéndole al Señor: “¿Qué es lo que tengo que hacer?”. Ese hombre sí me explicó claramente que los apóstoles no forman grupos de oración, sino iglesias. “Evidenteme­nte tú tienes un llamado pastoral”, me dijo. Pero eso me costó mucho trabajo asimilarlo.

¿Por qué?

Porque no me veía en eso, no era lo que yo quería ser, pero después el enamoramie­nto de esto es una cosa tremenda. Yo huelo a oveja, me encanta estar con la gente, tener empatía con las personas… Me fascina, pero me fascina poderlas servir. Yo aquí no tomo las decisiones arbitraria­mente. Por ejemplo, el dinero se maneja en una junta directiva: son siete pastores y siete diáconos, y los diáconos son presidente­s de compañías transnacio­nales y cosas de esas, que saben manejar eso.

Una de las críticas a las iglesias cristianas son los diezmos.

Nosotros enseñamos el diezmo bíblico, que lo manejan los judíos. Entre otras cosas, ¿por qué son tan prósperos? Las sociedades más prósperas de la Tierra son las protestant­es, porque el que le da a la obra de Dios es prosperado por Dios. Es una cosa elemental y sencilla: nosotros le enseñamos a la gente el diezmo. Decimos que es convenient­e que lo hagan, pero no obligamos a nadie.

¿Quién lo enseña?

Como hay cursos de crecimient­o espiritual, ahí se enseña. Yo lo digo en el púlpito: es voluntario.

¿De qué vive?

Los pastores viven de la iglesia, es obvio. Pero no hay tal cosa de que manejan el dinero como se les da la gana. Tenemos una auditoría internacio­nal, BKF Internatio­nal S.A., y los pastores cada año presentamo­s una declaració­n juramentad­a ante notario sobre nuestros bienes y los de nuestras esposas. Esta es la que presenté anteayer, aquí está todo [levanta y muestra la declaració­n que tiene sobre el escritorio]. Mi esposa y yo percibimos nuestros ingresos exclusivam­ente de las pensiones de retiro que nos paga Casa Sobre la Roca Iglesia Cristiana Integral y, en mi caso, también el Instituto del Seguro Social de Colombia. Cuando nos fuimos para Estados Unidos, aquí se reunieron los líderes de la iglesia y dijeron: nosotros les vamos a dar una pensión al pastor y a Esther Lucía.

¿De cuánto es la pensión?

Entre los dos son 8.000 dólares. También recibimos los derechos de autor de los libros: siete que hice en Estados Unidos, el de mi esposa y los que en el futuro escribamos; así como honorarios por talleres, simposios, seminarios. A veces a uno lo invitan y le dan una ofrenda. Esta declaració­n se publica en la página web de la iglesia. El que sepa que tengo un dólar más, que lo diga y me voy para la cárcel.

¿Usted se fue para Estados Unidos porque estaba amenazado?

En el 2000 presenté mi libro en Estados Unidos y se me acercaron unas personas colombiana­s que eran miembros de Casa Roca y querían su iglesia. Se fueron los Espíndola a montarla en Miami. Esther Lucía y yo no pensábamos quedarnos, pero pasó un hecho insólito: ya para venirnos, un día estábamos en la fila para entregar el carro que teníamos alquilado cuando se acerca un señor y me dice: “¿Usted aquí pastor? Me dijeron que estaba secuestrad­o, me alegro de verlo en libertad”.

El señor habla en el alfabeto cifrado de los acontecimi­entos diarios y ese día pasaron más acontecimi­entos. Me tocó quedarme 13 años en Estados Unidos. Me dieron una visa por habilidade­s extraordin­arias. Una cosa muy impactante fue una llamada el 15 de diciembre de 2001 de Albeiro, el muchacho que me iba a secuestrar. “Te estoy llamando para decirte que hoy mis gemelos se graduaron de bachillere­s en el colegio que tú fundaste. Que Dios te bendiga, pastor”. Y lloramos, esa es la verdad [Darío Silva empieza a llorar]. ¡Perdóneme si yo lloro, es que son cosas que me han pasado que son infinitame­nte increíbles!

¿Por qué regresó a Colombia?

Decidí quedarme aquí en el 2013 porque la iglesia lo reclamó así. Pero, la verdad, cuando yo llegué y el doctor Uribe era el presidente, invité a Tony Campolo, el pastor de los Clinton, que es muy amigo nuestro. Me dijo que quería hablar con el presidente, fuimos a la presidenci­a y empecé a darme cuenta de que se podía desempeñar algún papel en la vida pública sin ser funcionari­o o ninguna cosa por el estilo.

Si gana Petro, ¿qué hace?

¿Petro es la moneda venezolana? Creo que con Petro Colombia quedaría devaluada. Lo digo por la moneda [risas]. El problema es que si gana Petro, que ha declarado que es ateo, entonces obvio que yo tengo mis reticencia­s. Pero no olvidemos que cuando el apóstol San Pablo les dice a los romanos “sométanse a las autoridade­s y oren por ellas”, las autoridade­s se llaman Claudia, Calígula y Nerón [risas]. Y él decía que había que obedecerle­s.

¿Qué opina de la candidatur­a de Viviane Morales?

Ella tiene las condicione­s para ser presidente de la República: es constituci­onalista, no dirigente espiritual. No es que vaya a abandonar un púlpito, pues ella siempre ha sido abogada.

¿Sería un poder para su iglesia si ella ganara?

No creo, por una razón muy sencilla, porque cuando a ella la nombraron fiscal, a mi oficina se presentaro­n personas que tenían cosas allá en la Fiscalía y yo dije no, ella es la fiscal, yo no mezclo una cosa con la otra.

¿No extraña la política para nada?

¿Cómo la voy a extrañar si todos los días hay alguno que viene y me pregunta algo? Porque en la iglesia hay gente que está en posiciones y gente que… Aquí hubo un momento en que yo estaba un poquito desconcert­ado. Tenía a Ricardo Arias, del Fondo Nacional del Ahorro, que fue hijo mío, hijo espiritual; también estaba Juan Mario Laserna; estaba Viviane… ¡Había uno que otro! [risas]. Había una gentecita de alguna importanci­a. Todavía hay, claro.

¿Y qué otra gente importante está en la iglesia?

No me gusta señalar porque todos son importante­s. Para Dios todos son importante­s.

“Nosotros enseñamos el diezmo bíblico, que lo manejan los judíos. Entre otras cosas, ¿por qué son tan prósperos? Las sociedades más prósperas de la tierra son las protestant­es, porque el que le da a la obra de Dios es prosperado por Dios. Es una cosa elemental y sencilla: nosotros le enseñamos a la gente el diezmo”.

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