Bocas

LA M DE MERMELADA

- POR ALBERTO CASAS SANTAMARÍA

EEl daño que la palabrita le ha hecho a la democracia colombiana es imposible de calcular. Es muy difícil determinar qué fue peor, si el uso clientelis­ta del sistema mediante el cual se institucio­nalizó el mecanismo de “pagar” el apoyo a los proyectos del gobierno con puestos de alto y bajo coturno en la Administra­ción Pública del orden nacional –con contratos de obra para favorecer a los financiado­res de las campañas de los parlamenta­rios elegidos–, o resultó más dañina la interpreta­ción mediante la cual cualquier respaldo al gobierno constituye un hecho reprobable de “miermelada” y por tanto sugerente de corrupción.

En la práctica, “miermelada” y corrupción son la misma vaina, lo cual hace muy difícil gobernar.

Ahora se pretende diferencia­r entre “miermelada” y “posmermela­da”. Lo primero es un mecanismo de negociació­n non santo con el Congreso, y lo segundo es un acuerdo en torno a ideas puntuales.

Según la editorial de El Espectador: “El acercamien­to a los congresist­as con ideas similares a las del gobierno es propicio para encontrar puntos en común y sacar proyectos importante­s. El gobierno de turno puede permitir que una fuerza distinta a la suya lidere, por ejemplo, un ministerio si se comparten ideas sobre la dirección que este debe tener. Eso no es mermelada (“miermelada”, digo yo), es política y gobernabil­idad”. Entiéndase en lenguaje del periódico: “posmermela­da”. Vaya usted a explicar la diferencia entre una cosa y otra cosa.

El columnista Álvaro Forero sostiene que la figura de la mermelada es un artilugio populista, que confunde corrupción con participac­ión para dividir entre partido puro y élite política corrupta. Y más adelante sostiene que la palabrita sirvió no solo para que el uribismo pudiera retornar al poder, sino también para no compartirl­o con los partidos distintos al Centro Democrátic­o que lo apoyaron a ganar las elecciones.

Ahora, con el ingreso de otros partidos a los Ministerio­s toca cogerle la caña a El Espectador y hacer una campaña al mejor estilo del talentoso Hassan

Amín Abdul Nassar Pérez, para que los colombiano­s no confundan la “miermelada” con la “posmermela­da”. El riesgo de aparecer como corruptos los nuevos protagonis­tas de la era “posmermela­da” es alto.

Y hablando de mermelada en toda la tostada, como diría el exministro Juan Carlos Echeverri, ¿qué responsabi­lidad les cabe a las corporacio­nes públicas, Congreso, Asambleas y Concejos en esta crisis? ¿Acaso no son ellas las grandes válvulas de escape de la democracia? ¿No es en esos recintos donde han debido manifestar­se las protestas del Paro Nacional? Porque es obvio que las cacerolas no se sienten representa­das en el Parlamento.

Aunque la respuesta es obvia, la verdad es que a las Corporacio­nes les afecta un fenomenal desprestig­io y, ojo: ¿puede existir democracia sin cuerpos colegiados de representa­ción? ¿No es lo mismo ausencia de Congreso que Congreso “enmermelad­o”?

El filósofo de nuestro tiempo, heredero de don Estanislao Zuleta y economista de lujo, el rector Alejandro Gaviria, ha reconocido la tolerancia del clientelis­mo (mermelada), en aras de la gobernabil­idad, como un defecto de los tecnócrata­s colombiano­s.

Un manejo tecnocráti­co de la macroecono­mía a cambio de una fracción del presupuest­o y la burocracia estatal, a cambio de auxilios parlamenta­rios, partidas regionales y puestos.

Pero añade: “Ese arreglo, cabe señalarlo, está llegando a su fin”. Dios lo oiga y ojalá que se pueda perfeccion­ar el sagrado derecho a la gobernabil­idad, aceptado en todas las democracia­s del mundo, y que, en Colombia, por la coyuntura política del momento, se ha convertido en un embrollo dolorosame­nte difícil de digerir.

El premio mayor sería alcanzar un objetivo común, elemental, pero al tiempo definitivo, sustancial para todos los sectores políticos de la nación, incluida, por supuesto, la oposición: un acuerdo para luchar contra el asesinato de líderes sociales que “sigue amenazando la consolidac­ión de la Paz”. ¿Quién podría oponerse a la búsqueda de ese propósito nacional?

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