CARLOS CASTAÑO - URIBE
el GUARDIÁN del chiribiquete
A Carlos Castaño-uribe se le debe el descubrimiento y la protección del parque nacional natural sierra de Chiribiquete –entre Caquetá y Guaviare–, donde se han encontrado más de 75.000 pinturas rupestres: es nuestra Capilla sixtina. A lo largo de 30 Años, el Antropólogo y Arqueólogo bogotano Guardó este secreto que tiene Asombrado Al mundo Científico. es el hallazgo más Grande en pintura rupestre en toda la Arqueología mundial; es el LUGAR donde, probablemente, se hicieron las primeras obras pictóricas murales de América; en su territorio todavía hay tribus que no han tenido Contacto Con el hombre blanco y, ¡Atención!, Aquí pudieron llegar los primeros pobladores del Continente Americano.
Carlos Castaño-uribe se había preparado 30 años, la mitad de su vida, para defender a Chiribiquete. Le aterraba la posibilidad de una invasión de turistas tal como la que sitia cada temporada de vacaciones a Santa Marta, la ciudad en la que vive con su esposa, Cristal, y sus dos hijos de este, su segundo matrimonio. Antes estuvo casado con una colega, la mamá de sus dos hijos mayores.
Allí, cerca de la Sierra Nevada, construyó su casa en años recientes, con tan significativa eventualidad que, durante la excavación del lote, encontró el entierro de un chamán tayrona. Esta es una de las experiencias de la vida que lo lleva a pensar que su relación con la historia de nuestros ancestros no es producto del azar. Y no lo es a tal punto que el cuerpo del indígena reposa protegido por un ventanal de vidrio en el sitio exacto en donde fue encontrado. Este detalle lo obligó a rediseñar la planta baja de su residencia. Por eso, recuerda que, cuando una tormenta hizo desviar la avioneta en que viajaba a Leticia, y descubrió, por lo que llamaremos cosas del destino, los primeros cerros-mesetas que conforman la Serranía de Chiribiquete, empezaron a ocurrir una serie de sucesos que le hacen pensar que los hechos que parecen fortuitos están entramados.
Bogotano, de familia cultural por lo Castaño y ambientalista por lo Uribe, Carlos se encaminó desde muy temprano: un viaje de su colegio, el alternativo Liceo Juan Ramón Jiménez en Bogotá, cuando cursaba quinto de primaria, lo llevó a San Agustín. En otro hilo de la trama, mirando los fabulosos hombres-jaguar del conjunto de esculturas agustinianas, encontró su vocación. Se hizo antropólogo, con énfasis en Arqueología, de la Universidad de los Andes.
Castaño-uribe ha sido director de Parques Nacionales, subdirector del Invías y de la CAR, director del Ideam y viceministro de Medio Ambiente. Hoy se dedica a su fundación Herencia Ambiental Caribe. Y, en un raro caso de arqueología automovilística, a armar y desarmar, consiguiendo solo repuestos originales, su jeep Willys de la Segunda Guerra Mundial que compró con sus primeros ahorros hace ya 40 años.
Sin embargo, su vida es Chiribiquete. Decíamos que temía la horda de turistas. Pero le ha tocado ceder en su intención de mantener en secreto este Patrimonio Cultural y Ambiental de la Humanidad. Solo el convencimiento de que “nadie protege lo que no conoce” lo llevó a divulgar su investigación en una publicación que sigue destacándose en la lista de libros más vendidos durante la temporada de fin de año. Dos ediciones, una en gran formato producida por Villegas Editores tiene todas las características positivas de una obra que incluye más de 600 fotografías a color, y la otra por Mesa Estándar de Medellín.
Además, consciente de los riesgos que trae la alarmante deforestación de la Amazonía, convenció al Grupo Sura, patrocinador del libro, para que el producto editorial de las ventas fuera destinado a un fondo de protección de la región. Para seguir en esa labor, adicionalmente, tiene, en varios de los múltiples discos duros portátiles que carga para arriba y para abajo, una segunda parte de esta investigación y un libro más interior, más personal y, hasta, más espiritual sobre su experiencia con la Tradición Cultural Chiribiquete, TCC.
Con el apoyo de dos de sus grandes maestros, Thomas van der Hammen, epónimo de la reserva ambiental, y Jorge Hernández Camacho, ‘El Sabio’, formador de muchos ecologistas en Colombia, profundizó en su pasión por las ciencias relacionadas con nuestro ambiente. Además, tuvo la oportunidad de trabajar de la mano de Gerardo Reichel-dolmatoff, uno de los más valorados autores científicos sobre nuestra antropología, cuyas tesis permean el libro.
Varias de ellas son descubrimientos. Basado en antiquísimos restos, afirma que la llegada de la especie humana a esta tierra, que se llamaría América, quizás sea anterior a los 12.000 a 14.000 años que se han documentado para la llegada de las primeras poblaciones por el Estrecho de Bering, al norte, puesto que, en las últimas dos décadas, se han logrado registros en Suramérica que podrían ser superiores a los 25.000 y 30.000 años (en Brasil y Chile). Algunos de estos aún no han sido ampliamente aceptados por ciertos círculos conservadores de la ciencia arqueológica, ya que contradicen lo validado hasta hace poco.
Finalmente, cierra su elaboración académica señalando “una apología cultural de la figura del jaguar por medio de una gran cantidad de aspectos, todos de carácter chamánico, presente en muchas manifestaciones culturales del resto de América en todos los momentos, desde los más tempranos hasta los más tardíos, e incluso, hoy en la actualidad en muchas comunidades indígenas”.
Chiribiquete, más allá de sus temores, se ha defendido. Lo que no sabe muy bien, desde su timidez de hombre jaguar, es cómo atajar el reconocimiento que recibe en estos días en forma de un sinnúmero de solicitudes de entrevista que ha tenido que rechazar. Yo logré una porque soy su yerno y lo invité a pasar vacaciones. Allí, a la orilla de nuestro Caribe, lo entrevisté, el primer domingo de enero de este 2020 de visión perfecta.
¿Llegó a Chiribiquete por un conjunto de casualidades?
No. Creo que ahí no hay nada fortuito: en todo lo que pasó desde el primer momento en que yo divisé la Serranía de Chiribiquete hasta hoy, hay una trama de eventos que tienen una razón de ser, en el ámbito de la sorpresa y de la fascinación. Son muchos sucesos, algunos que me reservo porque todavía no los puedo explicar científicamente. Pero es tal la cantidad de fenómenos que me han ocurrido a lo largo de todos estos años, que me hacen pensar que nada de esto fue casual.
¿Qué esperaba descubrir?
Yo creo que, desde el primer momento en que conocí este lugar y me puse en la tarea de declararlo Parque Nacional, en el año 1989, la magia ya me había atrapado. Yo no esperaba otra cosa sino poner los pies en tierra lo antes posible para empezar la exploración del lugar. Todo estaba allí a pedir de boca para que la evidencia que surgiera fuera de las más tempranas del continente. Ahora: nunca me imaginé que no íbamos a encontrar esqueletos; que no íbamos a encontrar las herramientas que uno supuestamente debería haber encontrado, nunca encontramos registros dentro de las cuevas ni mucho menos lo que yo me imaginaba desde un comienzo, todo este patrimonio paleontológico de animales extintos de la megafauna del pleistoceno. Yo estaba tan convencido de que iba a ser así, que invité personalmente al profesor Thomas van der Hammen, que fue una pieza muy clave en toda esta aproximación en los primeros años, y lo llevé pensando en que era la única persona que podía darme la mano si aparecían estos registros paleontológicos que yo me imaginaba encontrar. Hasta el momento, no hemos encontrado el primero. Lo que sí hallamos fue arte mural sin precedentes.
Técnicamente, ¿qué es lo que es Chiribiquete?
Una formación rocosa milenaria: precámbrica de 2.000 millones de años que, por sus geoformas, su morfología, su intangibilidad y su localización excepcional en la Amazonía y en la línea ecuatorial, fue considerado enclave simbólico y ceremonial: encarna un especial contenido alegórico, mitológico y sagrado, desde los primeros tiempos del poblamiento americano. Y lo que es más fascinante aún, el sitio sigue siendo usado, manteniendo una mis
“Simple y llanamente, esto es lo más grande en pintura rupestre en toda la arqueología mundial”.
“He tenido la oportunidad de revisar en 30 años, más de 75 mil imágenes, y faltan las que no Hemos descubierto aún. las 75 mil figuras Han sido únicamente las que yo He tenido la posibilidad de descubrir, pero Hay muchísimas más. mi cálculo es que apenas llevamos un 5% o un 8% de todo lo existente”.
ma tradición estilística y de pensamiento ancestral. Así lo demuestra la evidencia.
¿Por qué es la “Maloka cósmica del hombre jaguar”? Hablemos del jaguar.
Una de las cualidades más extraordinarias de este sitio, tapizado de murales gráficos y rituales, es que destaca, en sus representaciones pictóricas y rupestres, un alto contenido de dibujos –cerca de 75.000, por el momento– que permiten documentar escenas ceremoniales, rituales, míticas, épicas e, incluso, algunas de carácter cotidiano de pueblos cazadores recolectores que dieron un especial énfasis a la figura emblemática del jaguar, que está dispuesto en todos los contextos temáticos, espaciales y temporales de los murales encontrados hasta el momento. Sorprende, de verdad, la relevancia simbólica de este ser espiritual, hijo del sol y “dueño de los animales” según, no solo los dibujos, sino también los mitos de múltiples pueblos indígenas –de diferentes familias lingüísticas– que viven en la periferia de la serranía, por fuera del parque, amén de los que moran por dentro y que consideramos son reductos de pueblos cazadores no contactados y en aislamiento voluntario. El tema de Maloka Cósmica es porque mucho de la mitología indígena local considera a estos cerros-mesetas (cada uno, llamados comúnmente, tepuy) una gran maloka espiritual donde vive el “jaguar” regulador de la vida y el equilibrio de todas las fuerzas cósmicas. Pero, además, porque los mitos involucran, desde este sitio, aspectos del jaguar y su padre, el sol, que ocurren de día y de noche en una concurrencia entre los cerros/selva y la bóveda celeste/vía Láctea, tal como lo atestiguan también las pinturas encontradas.
El punto es fundamental porque una de las conclusiones con las que puedo no estar de acuerdo en el libro es la mirada esotérica que supera lo meramente factual para volverse espiritual y sagrada. Considero que el estudio de toda la obra pictórica es maravilloso, pero tengo una diferencia con usted sobre lo ritual. ¿Qué es lo que le llama la atención en el ámbito espiritual?
El aspecto más sorprendente del estudio que se hace en Chiribiquete tiene que ver con el carácter mismo de estos murales pictóricos, que, como usted bien lo dice, son de carácter sagrado. De ahí deriva todo, pues todo está relacionado. Tuve el placer de trabajar y, de paso, internalizar patrones, matrices y códigos que han sido utilizados durante milenios para transmitir ideas y mensajes que, además, eran hechos, no para humanos, sino para seres espirituales. Este uso reiterado me ha abierto canales especiales de afinidad ritual que entiendo son claves para penetrar el mundo analógico y sagrado. He tenido la oportunidad de revisar en 30 años, más de 75.000 imágenes, y faltan las que no hemos descubierto aún. Las 75.000 figuras han sido únicamente las que yo he tenido la posibilidad de descubrir, pero hay muchísimas más. Mi cálculo es que apenas llevamos un 5 % o un 8 % de todo lo existente.
¿Solo eso?
Durante estos años hemos localizado muchos sitios con murales y solo en una parte muy pequeña de ellos hemos tenido la oportunidad de llegar hasta ellos e investigarlos. La planificación y la logística de cada sitio es compleja y demanda un esfuerzo enorme, por lo que cada expedición permite hacer 4 o 5 sitios, dedicando de 3 a 4 días por lugar, en promedio. Lo que sí es cierto es que estos murales no son tan fáciles de encontrar, ni aun teniendo la herramienta de drones y helicópteros, pero cada vez que vamos, hallamos más sitios. Lo que falta aún por prospectar es un universo enorme de lugares. Recuerde que la serranía tiene más de 300 kilómetros de largo y más de 50 o 60 de ancho, en promedio, y falta más de 80 por ciento de perímetros por explorar. Lo grave de todo esto son los costos de investigar allá y cada vez es más difícil conseguir financiaciones para ello. Espero que este libro permita buscar y encontrar algún o algunos mecenas que nos puedan ayudar a continuar esta labor delicada y minuciosa que hemos hecho hasta el momento.
Como usted lo mencionó antes, allí todavía hay tribus que no han tenido contacto con el hombre blanco. ¿Quiénes habitan y quiénes habitaron Chiribiquete?
Las hipótesis iniciales que sugerían presencia ocasional de grupos de indígenas no contactados o en aislamiento voluntario se han hecho más evidentes. Hay varias historias de grupos que se han refugiado en esta gran selva impenetrable del corazón de la Amazonía colombiana. Se documentan registros ocasionales desde hace más de 100 años, tal como lo hizo Roberto Franco (q. e. p. d.) en toda su investigación, y en algunos vuelos por la Amazonía profunda en búsqueda de malokas u otro tipo de evidencia desde el aire: localizaciones en Chiribiquete de posibles grupos de los muruis, urumis y carijonas. Durante expediciones aéreas de finales de los 80 y, a lo largo de estos años, hemos documentado sitios que demuestran evidencias de pueblos que se desplazan mucho. Las informaciones que hemos procurado con comandantes de las Farc que se acogieron al proceso de paz demuestran contactos esporádicos con este tipo de grupos y, en particular, con nukak. Ya desde el siglo XVI, el expedicionario alemán Philipp von Hutten, relataba en su diario y en sus cartas personales, sus intentos de acceder hasta los cerros y mesetas sagradas (al sur del río Papamene y Guaviare) donde él ubicaba la Ciudad Solar que protegían indígenas muy aguerridos y belicosos. Comenta sobre la existencia de los legendarios omaguas –posiblemente los carijonas de la familia kariib– y, también, la de los indios inmortales (“aquellos que no pueden morir” dice). Estos relatos ayudaron, desde entonces, a darle una aureola mayor de misterio a estos tepuyes y a reafirmar su papel sagrado y tabú en el territorio.
¿Cómo pintaron los aborígenes sus pictogramas en las paredes de las mesetas? ¿Se descolgaban o escalaban? Hay dibujos a varias decenas de metros de altura…
Dentro de los registros pictóricos y las evidencias arqueológicas que hemos obtenido en todos estos años, sobresalen una serie de hechos muy especiales y significativos. En primer lugar, la mayoría de los sitios seleccionados por los artífices de los murales son bastante difíciles de acceder en la actualidad. A pesar de que es probable que, a finales del pleistoceno, la selva no fuera tan tupida y existieran espacios un tanto más abiertos en los alrededores de los escarpes rocosos donde se localizan la mayoría de los murales, es evidente que la búsqueda de sitios inaccesibles fue con un criterio selectivo y, seguramente, esto hacía parte del prestigio de los chamanes responsables. Estos intermediarios espirituales debieron llegar con aprendices y es probable que duraran muchos días, y hasta semanas, en actividades manuales y ceremoniales que, no en pocas oportunidades, involucraron un fuerte y delicado trabajo de picapedreros e ingeniería rupestre, puesto que varios sitios fueron excavados sobre la roca más dura para lograr que los murales quedaran guarecidos del sol y la lluvia por un alero mínimo. Chiribiquete es el lugar donde existe el registro más antiguo del continente en el uso de intervenciones de cantería e ingeniería para construir abrigos rocosos, una modalidad muy sorprendente para la época. En algunos sitios, hemos encontrado las huellas y las trazas de este trabajo formidable que debió demandar un esfuerzo extraordinario para la preparación del lugar.
¿Con andamios?
Sí. Ya específicamente para realizar los dibujos se requirió el uso de andamios hechos de varas fuertes de madera, amarradas con bejucos y lianas. En un mural en particular, al que denominamos el “Abrigo la Isla”, encontramos varios registros pintados de los andamios y se observan en ellos los hombres pintando de pie, entre escalones, así como hamacas guindadas entre los diferentes niveles del andamio, las que debieron servir para descansar, dormir o llevar a cabo sus prácticas rituales mientras pintaban estos majestuosos murales que nos han permitido llamar a Chiribiquete, la Capilla Sixtina de América.
¿De qué dimensión artística estamos hablando?
Simple y llanamente, esto es lo más grande en pintura rupestre en toda la arqueología mundial.
¿Las pinturas están en una misma zona, están agrupadas o están distanciadas la una de la otra?
En la parte más septentrional de la serranía, los abrigos y murales pictóricos son más numerosos y por lo tanto más cercanos, pero la escogencia de sitios no se definió por cercanía, concurrencia ni mucho menos por condiciones apropiadas desde el punto de vista de la comodidad. Hay infinidad de sitios muy apropiados, exequibles y convenientes morfológicamente que no fueron empleados. Así, la tesis de que la escogencia era algo que ameritaba una prueba o una hazaña y, quizás, el prestigio de sus realizadores.
¿Qué dicen estas pinturas?
Lo primero que hay que aclarar es que no fueron hechas para seres los humanos, fueron hechas para sus deidades. Eso quiere decir que solo tienen un carácter espiritual. Lo segundo, que se trata de códigos que aún estamos interpretando. Códigos que aparecen en la cotidianidad de todas las culturas
“Teniendo en cuenta el registro cronológico obtenido durante nuestras investigaciones, vemos que existen fechas muy Tempranas, posiblemente asociadas a evidencia cultural (fogones, rocas con pintura, semillas carbonizadas, etc.) y que se relacionan al final del pleistoceno, por ende, a los primeros hombres que ingresaron y poblaron el continente americano”.
“Tener encuentros inesperados como el que Tuve una noche al sentir en la duermevela, bajo la hamaca en donde dormía, la presencia cierta y Tímida de un jaguar. superada la fuerte impresión, lo miré a los ojos. no me queda duda de que él, al mirarme, comprendió nuestra cercanía. me dio la espalda y, Tranquilamente, se fue por donde vino”.
colombianas: muiscas, tayronas, zenús, nariños, tumacos, etc... Con decirle que estos códigos aparecen hasta en el sombrero “vueltiao”.
¿Qué resultados le permiten afirmar que allí estuvo un primer hombre americano?
Teniendo en cuenta el registro cronológico obtenido durante nuestras investigaciones –fechas analizadas y datadas en la Universidad de Groningen (Holanda) y el laboratorio de datación Beta Analytic (EE.UU.)– vemos que existen fechas muy tempranas, posiblemente asociadas a evidencia cultural (fogones, rocas con pintura, semillas carbonizadas, etc.) y que se relacionan al final del pleistoceno, por ende, a los primeros hombres que ingresaron y poblaron el continente americano. Lo cierto es que Chiribiquete es, hoy, uno de los sitios de Suramérica en donde se han empezado a documentar fechas mucho más tempranas de lo que se había pensado hasta hace unos pocos años.
¿Qué registros arqueológicos hay en América?
Aquellos realizados por la investigadora Niède Guidon y sus asociadas en sitios como Pedra Furada en la Sierra de Capivara, en Brasil, muestran secuencias de más de 17.000 años ligadas a pintura rupestre y a la misma tradición (denominada Nordeste) que nos conecta con el estilo y las tipologías de Chiribiquete. Elementos afines son igualmente documentados en las investigaciones y dataciones de sitios como Lagoa Santa, Lapa Vermelha, Mirador de Barragem Boqueirão (Brasil) con fechas que oscilan entre 17.500 y 8.000 años. De otra parte, la extraordinaria información documentada en los Lagos de Monte Verde en Chile, en donde, en varios yacimientos (Monteverde I, Monteverde II y Chinchihuapi) se han recuperado objetos de caza, trozos de carne y cuero animal, plantas medicinales y exóticas, huesos de animales con muescas y tallas, cordeles, varios fogones, hoyos, braseros y, hasta, pisadas humanas en el lodo. Esos descubrimientos podrían ser los más antiguos de América, pero aún no se han comprobado. Es evidente que, cuando se pruebe en forma definitiva, entenderemos un nuevo contexto arqueológico amazónico y de nuestro continente que estamos apenas empezando a dimensionar.
¿Y cuál es el registro de Chiribiquete en Colombia?
Se han obtenido fechas de 19.500 años asociadas a hallazgos de fogones rituales y fragmentos de pintura mural y, por ende, puede ser uno de los registros de pintura rupestre más antiguos del continente, muy similares a dataciones logradas por la Misión Franco-brasileña de Piauí en la serranía de Capivara en Brasil, igualmente asociadas a pintura mural, y se constituyen en testimonio excepcional de una de las más antiguas comunidades humanas de América del Sur. Estas fechas tempranas se complementan además, en Colombia, con el extraordinario trabajo del profesor Gaspar Morcote y su equipo de asociados de la Universidad Nacional. Él ha trabajado los últimos años en la vecina Serranía de la Lindosa, en el Guaviare, donde tiene algunas dataciones asociadas a abrigos rupestres de más de 12.000 años, e incluso una muy antigua que está siendo valorada en alrededor de 18.000 años.
Ya que parece improbable que estos tempranos pobladores hayan llegado por el estrecho de Bering, viniendo de Mongolia hacia el norte del continente, ¿de dónde salieron entonces?
Déjeme algo para el siguiente libro. ¡No me voy a chivear, como se decía en periodismo! Lo que sí le puedo avanzar es que venían de un continente muy lejano a estos terruños. Pero no le puedo decir aún cuál, porque quiero ser riguroso con los métodos de la ciencia.
De lo científico a lo práctico: ¿Cómo vivió allá? ¿Dónde acampó? ¿Cuánto duraba una expedición?
Hemos realizado varias expediciones en estos 30 años, especialmente en la zona más alta de la serranía, que es la más compleja en atributos y singularidades geológicas, culturales y naturales. Las expediciones han durado entre 15 y 35 días cada una. Los costos, la logística y las medidas de seguridad de todo el equipo humano hacen que resulte difícil su planeamiento y su operación, siempre de acuerdo con la administración de Parques Nacionales y el ICANH (Instituto Colombiano de Antropología e Historia). Un nutrido grupo de expertos de muchas disciplinas nos han acompañado con una absoluta convicción y compromiso. Hemos escogido diferentes sitios para armar nuestros campamentos base (para la estadía en general) y los campamentos itinerantes (especialmente, para los grupos que más tenemos que movernos entre las formaciones rocosas y los diferentes ecosistemas, en estadías cortas), antes de regresar al principal. El equipo humano de apoyo logístico y operativo es muy clave para que los científicos puedan realizar su trabajo y una base muy importante de la seguridad de todos los integrantes, que siempre están expuestos a perderse, a accidentarse o, eventualmente, a tener encuentros inesperados, como el que tuve una noche al sentir, en la duermevela, bajo la hamaca en donde dormía, la presencia cierta y tímida de un jaguar. Superada la fuerte impresión, lo miré a los ojos. No me queda duda de que él, al mirarme, comprendió nuestra cercanía. Me dio la espalda y, tranquilamente, se fue por donde vino.
Otro fenómeno entramado, pero ¡qué tal el susto…! Hablemos del Gobierno. ¿A quién y cómo convenció para convertir Chibiriquete en Parque Nacional?
En el Gobierno del presidente Virgilio Barco asumí la dirección de Parques Nacionales, gracias al nombramiento que me hiciera Germán García Durán, quien como gerente general del Inderena apoyó notoriamente este proceso de declaratoria como Parques Nacionales de múltiples áreas en la Amazonía –y, por ende, la de Chiribiquete– pero, además, me permitió adelantar toda la gestión que realizamos, como coordinador ambiental del Tratado de Cooperación Amazónica. Ello hizo posible avanzar en la búsqueda de los recursos de cooperación internacional para iniciar las expediciones, que finalmente pudimos adelantar a comienzos de los noventa. Este fue un momento clave del país donde se avanzó mucho en la definición de una política de conservación de la Amazonía colombiana.
¿Tiene alguna anécdota con un presidente de la República que creyó en su proyecto?
Hasta la fecha, uno de los mandatarios más comprometidos con mi trabajo en Chiribiquete ha sido el presidente Santos. Mi paso por su gobierno como viceministro de Ambiente me abrió un diálogo muy cercano con él y, desde nuestra primera conversación, se mostró muy sensible e interesado. Me precio de la amistad de la directora de Parques Nacionales, Julia Miranda. Su entusiasmo y su voluntad fueron factores determinantes también para que, entre todos, pudiéramos avanzar en las estrategias que nos propusimos de ampliar el Parque Nacional en dos oportunidades, así como sacar adelante la nominación, con el apoyo del presidente, de este sitio como Patrimonio Mixto de la Humanidad.
¿Y con el gobierno actual?
Con el presidente Duque no he tenido la oportunidad de reunirme aún, pero sé que está muy interesado en conocer más de este lugar, incluso estuvo hace poco, y sé que ha tenido el libro en sus manos. Ello, con seguridad, permitirá un encuentro cercano para seguir adelante con todos los requerimientos estatales indispensables, desde el más alto nivel, para este lugar tan importante para el país. Sé que su interés por aportar a la conservación de la Amazonía será invaluable en esta carrera contra el tiempo.
Y, para terminar, una pregunta personal: ¿Se siente un chamán moderno?
Yo creo que todavía no me he ganado esa nominación. Ojalá algún día me la gane. Pero no cabe duda de que todo el trabajo que realizamos va muy en consonancia con principios fundamentales de una disciplina que, a mi juicio, es la ciencia de la analogía. A medida que me he adentrado cada vez más en el entendimiento del arte rupestre de Chiribiquete y, a partir de él, comprender cuáles son las motivaciones que hay detrás de este enorme esfuerzo que motivó que, por ejemplo, allá tengamos las primeras manifestaciones de ingeniería. Nadie se puede imaginar que estos señores hicieron los primeros grandes movimientos de rocas a mano para poder abrir los sitios donde pintaron. Lo hicieron en una gran cantidad de sitios, y a mí me da la impresión de que fue una inversión de trabajo monumental. Quizás es la primera obra de ingeniería del continente. Después, la elaboración de las pinturas requirió una tecnología muy avezada, y yo me he preguntado siempre: ¿qué motivó todo esto? Claramente, el chamanismo es la única explicación. Esto me ha llevado a concluir que el chamanismo es una forma de pensamiento metódico que se hace, no con las bases de la ciencia en el mundo moderno, sino con las muy sólidas de la metáfora y de la analogía, que es otra forma de pensamiento, no por ello menos válida.
Y la pregunta final: ¿Entonces, chamán, jaguar u hombre jaguar?
Los tres. Significan lo mismo.