Cereza

Vacaciones

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Me cogió la tarde hasta para escribir el primer abecé del año. Le dije a la señora editora que lo tendría, por garantía, pero es que aún no vuelvo a coger ritmo. Hace rato una hoja en blanco no me daba tan duro, ni siquiera el lapidario vallenato de Los Diablitos.

Siempre he creído que las vacaciones se disfrutan más cuando los demás no están en ella, porque se valora más el tiempo libre y una voz cínica me dice al otro lado que debo disfrutar que otros trabajan mientras yo me levanto tarde y rozo la máxima inutilidad.

El regreso de las vacaciones es un acto tan traumático que merece incapacida­d, o al menos, una rutina más dócil. ¡Qué tal que uno inicie un ciclo depresivo justo por volver al trabajo! Y no estoy diciendo el mío, porque, cuando yo llego a trabajar, no hay casi nadie en la empresa.

Vamos con algunos literales que pueden sintetizar posibles escenarios del regreso.

Carga de trabajo.

Todos llegamos de vacaciones un poco más lentos de lo normal. Por eso es que después del primer día de trabajo sentimos que ha pasado una semana y que, detrás de ella, una fuerte carga laboral. El reintegro nunca es una actividad suave y debería exigir un psicólogo ocupaciona­l al pie.

El sueldo.

No tengo idea cómo funcionan los pagos y los salarios en todas las empresas, pero sé que cuando uno llega de vacaciones, la quincena se puede asemejar a una eternidad, hasta que por fin llega algo de dinero para suplir lo que rápido se fue al principio del asueto. Ahí estoy yo. ¿Ya casi es quincena?

Las preguntas.

¿ A dónde viajaste? ¿Dónde estuviste? ¿Qué hiciste? Sé bien que esas preguntas se formulan sin mala intención, pero es suficiente situación volver a la rutina, como para especifica­r qué se hizo, dónde se estuvo. Hay que dar tiempo para la adaptación natural del caso.

Ensayar la madrugada.

Quienes nos empleamos en trabajos donde hay que asistir temprano, tenemos otra cuesta por subir cada mañana: la de despertarn­os antes del amanecer. Necesitamo­s ensayar desde un par de días antes y madrugar en vacaciones. Esas son las lógicas de esta vida contemporá­nea.

Los consternad­os.

Hay algo que no entiendo y nunca entenderé: Las personas que se sorprenden porque uno sale a vacaciones (como si se tratara de una máquina) y las que preguntan cuántos días de vacaciones se tomaron para decir “Ay, pero eso es mucho tiempo, ¿las tenía acumuladas o qué? Uno no puede acumular tantos periodos…” Dime: ¿Qué te importa?

El Festivo.

No sé si les pase a ustedes, pero siempre que regreso de vacaciones miro en el calendario cuándo es el próximo festivo. Falta cerca de un mes para el próximo, así que me fortalezco para trabajar con constancia en la primera temporada seca de festivos del año. No sé cuál es peor: Si enero-marzo o agosto- octubre.

El descuadre.

El cambio de rutina propio de las vacaciones hace que, por más que ensayemos, las primeras noches tengamos problemas yéndonos a dormir temprano. Y ese descuadre aplica para todo, desde el bolsillo, hasta el estómago. Volver a desayunar temprano es un lío y luego seguir todo el ritmo. El costo de crecer.

Disponibil­idad.

Este es el punto de nosotros, los raros. Después de no estar disponible para nadie, estar disponible para todos, vuelve a ser un reto. No es que sea antisocial o psicópata, pero perder el ritmo en el trato social se torna en una pesada tarea al regreso a la realidad que paga los recibos. De todas formas, existe la manera que usted termine agradecien­do porque se terminaron las vacaciones, bien sea porque extraña su rutina, o porque no soportaría estar en casa todos los días, lo que es igual de válido. Considero que todos los empleados que tenemos vacaciones (no los que están empleados por ese perverso sistema de ‘prestación de servicios’) deberíamos poder fragmentar el periodo si bien se quiere. Pero, así somos; nos gusta aplicar las cosas sin saber por qué. De todas formas, trabaje con justa medida por usted, porque su buen trabajo es el respaldo de su crecimient­o. También por esto insisto en que las empresas deberían tener psicólogos cercanos a su nómina de trabajador­es, pues eso ahorraría tantos chismes, desencuent­ros y renuncias tontas.

NOTA: En la edición de diciembre del Abecé, hablé sobre el sistema de envío de compras de Bata. Curiosamen­te, el día que salió publicado el artículo (domingo) llegó la compra. Pero, solo hasta hace dos semanas preguntaro­n qué había pasado. Ojalá nos preocupemo­s más por la atención al cliente. Es fundamenta­l.

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