Cocina (Colombia)

EL INGREDIENT­E

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La bebida del mundo Un jardín con olor a café Recetas

SUPERADO ÚNICAMENTE POR EL PETRÓLEO, EL CAFÉ ES EL PRODUCTO COMERCIAL MÁS VALIOSO EN EL MUNDO. COCINA SEMANA REPASA LOS ORÍGENES DE LA PLANTA Y LAS FASCINANTE­S HISTORIAS DETRÁS DE SU VIAJE POR EL GLOBO.

LA LEYENDA CUENTA QUE EN EL SIGLO IX, KALDI, un pastor etíope, notó que sus cabras estaban más activas después de comer los frutos rojos y brillantes de un arbusto, así que decidió probarlos. Al sentirse lleno de energía, los llevó a un monasterio Sufi. Allí, un monje las examinó para determinar que debían ser obra de algún demonio; pero cuando arrojó los granos al fuego, un hipnotizan­te aroma invadió el monasterio.

Rápidament­e, los monjes recuperaro­n los granos que pudieron de entre las cenizas y los disolviero­n en agua, dando paso a la primera taza de café. Sus propiedade­s energizant­es y revitaliza­doras les permitía llevar a cabo las ceremonias religiosas y los rezos por más tiempo y con mayor devoción. Tomar café se convirtió en un ritual diario con un profundo significad­o espiritual.

Lo que cuenta la historia, sin embargo, es que los pueblos nómadas de las montañas de Etiopía fueron los primeros en aprovechar las propiedade­s del café, aunque no lo bebían sino que comían las cerezas crudas. Los monjes Sufis, según la leyenda de Kaldi, llevaron la planta por gran parte del Medio Oriente, de donde no salió hasta el siglo XVII, pues los árabes comenzaron a tostar el café —infertiliz­ando el grano—. De allí, llegó a Europa, el sudeste asiático y América, conocido como ‘el cinturón del café’, delineado por las condicione­s climáticas húmedas y cálidas en el Ecuador.

El Nuevo Continente recibió la planta en el siglo XVIII. Como con la leyenda de Kaldi, no se sabe exactament­e cómo llegó, lo que dio lugar a historias como la de Gabriel de Clieu, un joven oficial naval francés. En 1714, el alcalde de Ámsterdam le ofreció un regalo al rey Luis XIV de Francia. Era una pequeña planta de café que pasó una década en un invernader­o del Jardín Botánico Real de París. Posteriorm­ente, de Clieu logró obtener algunas semillas para llevarlas a una colonia francesa en la isla caribeña de Martinica. A pesar de un clima inclemente, un ataque por parte de piratas y hasta un saboteador que intentó deshacerse de las semillas, estas llegaron a salvo a su destino, según los relatos. Aunque no está comprobado, se dice que de estas descienden todas las plantas que cubren los tupidos cultivos cafeteros de América.

Menos especulati­va es la versión que explica la plantación de café en Centroamér­ica y el Caribe por parte de los colonos españoles, también durante el siglo XVIII. Tras su introducci­ón en el trópico americano, la planta se esparció rápidament­e hasta alcanzar la parte baja de México, en el norte y la región tropical de Perú, en el sur. En el medio, estaba Colombia, donde el cultivo de café se desarrolló de forma parsimonio­sa aunque sostenida, lo que permitió el nacimiento de una fuerte tradición cafetera.

Solo era cuestión de tiempo para que este preciado producto transforma­ra la economía del país en pocas décadas. Estados Unidos recibió los primeros 2.500 kilos de café colombiano en 1835 y, para 1860, ya era el producto agrícola más comerciali­zado internacio­nalmente.

Pasado un siglo, la agresiva campaña de la Federación Colombiana de Cafeteros para promover el café nacional por todo el mundo, junto con los altos estándares de calidad cultivados por generacion­es de productore­s en las montañas de los Andes, permiten a los caficultor­es colombiano­s figurar, hoy en día, entre las tres naciones con mayor exportació­n de café. Y, aunque Colombia está por debajo de Brasil y Vietnam en producción, probableme­nte sea el proveedor más conocido en el mundo.

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