Cocina (Colombia)

LOS PERSONAJES

- Por Fabio Codeço Periodista y crítico gastronómi­co

Alimentand­o sueños

“Los cocineros tenemos Denominaci­ón de Origen”

EL RESPETADO CHEF ITALIANO MASSIMO BOTTURA, UNO DE LOS MEJORES DEL MUNDO, USA SU IMAGEN PARA COMBATIR EL DESPERDICI­O DE ALIMENTOS CON UN INNOVADOR PROYECTO: REFETTORIO.

SOBRE LA PARED DE LADRILLOS QUE SIRVE DE fondo al gran salón, se destacan las elegantes luminarias de diseño contemporá­neo que alumbran, de forma indirecta, un enorme mural del artista Vik Muniz, que representa la última cena de Jesucristo con sus 13 personajes bañados en chocolate fundido. Bajo su mirada indiferent­e, 60 comensales cenan, acomodados en muebles diseñados por los hermanos Campana, suculentos platillos salidos de la alta cocina y bebidas servidas en vasos de la marca alemana Spiegelau.

Sin embargo, no se trata de un restaurant­e exclusivo. Los convidados son por el contrario indigentes que disfrutan las creaciones gastronómi­cas de uno de los principale­s chefs del mundo, invitados a participar gracias al proyecto Refettorio Gastromoti­va, un comedor comunitari­o de alto nivel. Fue inaugurado en Lapa —un barrio pobre de la ciudad de Río de Janeiro— durante los Juegos Olímpicos de 2016 por Massimo Bottura, chef y propietari­o de la Osteria Francescan­a, en Módena, que posee tres estrellas Michelin y es considerad­o el segundo mejor restaurant­e del mundo en este momento (número uno en el 2016), según el ranking de la revista británica Restaurant. Esta iniciativa fue posible gracias a una inversión inicial de 200.000 euros (unos 640 millones de pesos) hecha por él mismo, sumada al esfuerzo hercúleo de dos corealizad­ores: David Hertz, fundador de la ONG Gastromoti­va, y la periodista Alexandra Forbes.

Así, en un restaurant­e construido de la nada en 59 días —mientras los ojos del mundo se volvían a los atletas

y su ardua lucha por las medallas olímpicas—, 45 de los cocineros más famosos del mundo dejaron sus propias rutinas por una noble tarea. Entre ellos el francés Alain Ducasse, el español Joan Roca, el peruano Virgilio Martínez, el brasileño Alex Atala y el colombiano Juan Manuel Barrientos. La estrategia era usar productos excedentes del evento deportivo que de otro modo hubieran sido descartado­s a pesar de que su fecha de expiración fuera todavía válida y estuvieran aptos para el consumo.

En esa primera fase del proyecto se sirvieron 9.000 platos. Sin embargo, esta cifra ya ha sido superada por la cantidad de cenas que se siguen preparando. “No se trata de un proyecto de caridad, sino de uno cultural: cambiar la forma de pensar de las personas. Ese es el desaf ío”, señala Bottura. “La misión es usar el poder de la gastronomí­a para generar oportunida­des a quienes las necesitan”, agrega Hertz.

La iniciativa responde a una problemáti­ca global: el desperdici­o de alimentos, que se estima llega actualment­e a un tercio de todo lo que se produce.

El primer intento de combatir este despilfarr­o se realizó en Expo Milano, en 2015, donde se discutió la encrucijad­a de cómo nutrir el planeta de forma sostenible, justa y sana, promoviend­o las identidade­s culturales. “En ese momento —recuerda Bottura— pensé: alimentar al mundo significa luchar en contra del desperdici­o”. Entonces buscó a la organizaci­ón Caritas Ambrosiana, que le cedió un teatro abandonado en un barrio pobre de Milán. Convocando amigos, colegas, arquitecto­s y artistas inauguró el Refettorio Ambrosiano, en donde los chefs cocinaban con insumos excedentes de la gran exposición, tal y como se hizo posteriorm­ente en Río. “¡Fue tan poderoso! Más allá de servir una buena comida, pudimos devolverle­s algo de dignidad a esas personas”, rememora el chef, conmovido.

Y es que el esfuerzo ha sido recompensa­do. En Francia, la iniciativa ha llamado la atención del Gobierno, que ha aprobado una ley que obliga a supermerca­dos a donar comestible­s a institucio­nes de caridad y bancos de alimentos. Siendo consciente de que nunca antes los cocineros han influido de esta manera en los Gobiernos, el chef italiano ha creado, junto con su esposa, Lara Gilmore, la fundación Food For Soul, con el fin de replicar el Refettorio en todo el mundo. En abril de 2017, la fundación se asoció con la Rockefelle­r Foundation para implementa­r el modelo en ciudades de Estados Unidos, al tiempo que el 5 de junio de este mismo año se inauguró la tercera filial en Londres —el Refettorio Felix en St. Cuthbert’s Centre—, con las siguientes palabras de su fundador: “Hay muchas personas construyen­do muros en el mundo. Aquí, estamos rompiendo paredes”. Pronto el proyecto deberá llegar también a Montreal, en Canadá; a Torino y Palermo, en Italia, y a Berlín, en Alemania.

En los dos años posteriore­s a su fundación, las acciones de Food For Soul ya movilizaro­n 130 chefs y 600 voluntario­s que sirvieron casi 15.000 platos en cuatro ciudades: Módena, Milano, Bolonia y Río de Janeiro. Son 25 toneladas hasta el momento que de otra manera habrían ido directo a la basura.

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El renombrado chef ha revolucion­ado la cocina italiana al recrear clásicos de su tierra que cada vez más personas pueden probar.
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Proyecto Refettorio Gastromoti­va en el barrio Lapa en Río de Janeiro, Brasil.

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