Rocío Mayorga,
TUNJA
Mi mamá cocinaba con mucho entusiasmo la torta de pan, a mis hermanos y a mí nos encantaba. La preparaba con el pan que no comíamos para evitar perderlo. Comenzaba despedazándolo en trozos muy pequeños que mezclaba con leche, esencia de vainilla, pedacitos de queso y huevo. Combinaba todo con la mano mientras nos contaba historias de su niñez, hasta dejar la masa a punto para colocarla en una sartén a fuego muy lento, cuidando siempre que no se quemara. Nosotros veíamos a través de la tapa transparente de la sartén. Anhelábamos que el tiempo pasara muy rápido para poder comer”.