ROCK A 13,5%
VOL / ALC
En 2004 Maynard J. Keenan, el vocalista de las bandas de rock Tool, Puscifer y A Perfect Circle intentaba resolver un pleito legal con una disquera y aguantar las críticas que publicaban las revistas de farándula rockera por haberle disparado con una pistola de paintball a un fanático que se había colado en su propiedad. Sus buenos tiempos habían quedado atrás: ya no era un invitado infaltable en los conciertos de System of a Down, su madre había muerto el año anterior y aunque su música aún despertaba un culto profundo, él ya no aguantaba a sus fanáticos, una tropa de personas borrachas con crestas al estilo mohawk. Fue entonces cuando el vino se convirtió en su remedio personal.
Hay muchos vinos que tienen música. Frank Sinatra financia un viñedo con su nombre en el corazón de Napa Valley y en Colombia se pueden conseguir botellas que llevan el nombre de David Bowie. Sin embargo, Keenan es el único que realmente se ha ensuciado las manos.
La actividad monástica de Keenan, la que le dio la oportunidad de redención con el mundo, fue comprar una finca en el desierto de Arizona y abrir zanjas durante meses para plantar viñas de tempranillo y sangiovese. Caduceus Cellars, su bodega, queda en Jerome, un pueblo enclavado en una cordillera a dos horas de Phoenix. Lo primero que hizo cuando llegó fue regar las cenizas de Judith, su madre, en uno de los viñedos recién plantados. Desde entonces, cada año suspende en agosto sus actividades musicales y se involucra de lleno con el trabajo de la vendimia. Además, en 2014, James Suckling habló bien de su trabajo como pionero de la viticultura en Arizona, una nueva frontera para el vino americano
Hoy, 14 años después de haber fundado la bodega, Keenan tiene varios caldos a la venta: los más conocidos son Nagual de la Naga –una mezcla de sangiovese, merlot y cabernet sauvignon de estilo toscano– y Nagual del Judith –una línea de monovarietales de cabernet sauvignon, nebbiolo o tempranillo hechos con uvas del viñedo donde regó las cenizas de su madre–. Se consiguen a 40 dólares, pero son tan pocos –y tanta la fama que, paradójicamente, amasó como viñatero famoso– que las pequeñas partidas que saca cada año se venden con casi un año de antelación.