ONCE MIL MILLONES DE DÓLARES
CASI NADA ES IMPOSIBLE PARA ROMANA BRAMÓ VI C H, EL DÉCIMO HOMBRE MÁS RICO DE RUSIA.
Cuando Rusia se postuló a la candidatura para ser la sede del Mundial 2018, Román Abramóvich no dudó en asegurar remodelaciones y acondicionamientos de estadios y ciudades.
Abramóvich siempre ha sido un hombre de grandes inversiones y caprichos. Su posición como gobernador designado de Chukotka, una remota provincia de Siberia, duró unos pocos años porque finalmente se dio cuenta de que era más fácil autocomplacerse de maneras más entretenidas que la política. Ser dueño del Chelsea desde 2003, por ejemplo, lo llevó a acumular más riquezas de las que imaginó: según Forbes, su millonaria cuenta está avaluada en 11.500 millones de dólares y tiene acciones en las compañías petroleras y de gas más importantes de Rusia.
De todas formas, parece que su cercanía con Putin es indudable: en 2007 algunos documentos de WikiLeaks revelaron presuntos lazos financieros con el presidente y en enero de este año el Gobierno de Estados Unidos publicó una lista con más de 200 nombres que, supuestamente, han engrosado sus cuentas bancarias gracias al Gobierno ruso. Frente a esas acusaciones, Abramóvich solo le hace homenaje al silencio.
Casi nada en su vida ha sido un impedimento para sus antojos: mandó a construir el segundo yate más grande del mundo –avaluado en 400 millones de dólares–, compró en Rumania el castillo del conde de Drácula, tiene un helicóptero y un Boeing 767. Sin embargo, a principios de este año una familia bloqueó el plan para remodelar el Stanford Bridge –el estadio del Chelsea– porque las nuevas tribunas obstruirían la luz de su apartamento. Y ni siquiera el millón de libras que les ofreció Abramóvich los convenció de retirar la demanda.
En Rusia eso jamás habría pasado. Y aunque en Inglaterra es solo una batalla perdida, para un multimillonario no existen las derrotas definitivas.