Don Juan

LA CIENCIA DEL SOUFFLÉ

¿CÓMO HACE UNO DE LOS PLATOS MÁS FAMOSOS DEL MUNDO PARA INFLARSE SIN NECESIDAD DE QUÍMICOS?

- POR RODRIGO RODRÍGUEZ

Los más románticos dirán que la repostería es alquimia: hay trucos que convierten mantequill­a en cremas deliciosas, infusiones que son pócimas y movimiento­s con el batidor y la espátula tan precisos como las fórmulas de una varita mágica. Pero no hay ningún postre más fantástico que el soufflé. Por su delicadeza y precisión milimétric­a, porque parece inflarse por capricho sin necesidad de ninguna levadura y porque, igualmente, puede colapsar con el menor movimiento en falso que rompa el hechizo.

Pero, por supuesto, no hay magia. Hay una ciencia detrás de esto.

Para que crezcan los pasteles convencion­ales se suele usar polvo para hornear, que es una tripleta de ingredient­es que inflan cualquier producto con harina: el bicarbonat­o de sodio, que libera burbujas de dióxido de carbono cuando se mezcla con un ácido –usualmente viene en forma de bitartrato de potasio y al mojarse se convierte en ácido tartárico– y el sulfato de aluminio, que reacciona con el calor. Esta levadura crea burbujas dentro de la mezcla, un truco para que se vuelva más ligera.

Pero el soufflé –que en francés significa “inflado”– no lleva ni levadura natural ni polvo

para hornear. La receta más antigua que se conoce, escrita por Antoine Beauvillie­rs en su libro L’artducuisi­nier (1814), no menciona más que unos cuantos ingredient­es: “Ponga el equivalent­e de un huevo en mantequill­a de calidad, un poco de nuez moscada y las yemas de cuatro huevos. La clara debe ser batida aparte. Mezcle todo poco a poco [...] y sírvalo en platos o moldes de papel. Póngalo en el horno. Cuando el soufflé se haya elevado, tóquelo ligerament­e. Si resiste un poco, es suficiente. Debe servirse inmediatam­ente, ya que es proclive a colapsar”.

Como un globo, el soufflé se infla gracias el aire caliente. Quizá tras mucho experiment­ar o en un momento de ocio, alguien descubrió hace más de 300 años que las claras batidas a punto de nieve atrapan en medio del proceso un poco de aire. Luego, si se envuelven suavemente con el resto de la mezcla –yemas, chocolate, harina y demás–, el resultado conservará esas burbujas. Una vez dentro del horno, el aire se expande y hace que la masa crezca. Por su parte, las grasas de la yema crean una corteza sólida que no deja escapar ni un soplo. Eso es lo que le da forma al soufflé. La repostería puede parecer alquimia, claro, pero solo porque no haya tubos de ensayo o químicos peligrosos no significa que no hay una ciencia detrás de ella. Quizá es la más apetitosa de todas.

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FOTOGRAFíA­S:DALE CRUSE (CREATIVE COMMONS)
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HAY UNA RAZóN por la que la mayoría de las recetas de repostería usan una temperatur­a de 350 ºF (180 ºF). Permite que ocurra lo que se conoce como reacción de Maillard de manera uniforme en postres como galletas y pas teles.

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