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BANKSY
@BANKSY
Reventar el mundo del arte con un video de menos de un minuto. Desenmascarar a unos estafadores a través de los comentarios en un post. Denunciar la detención arbitraria de una artista kurda. Desde 2013, cuando este artista sin identidad pública hizo su primera foto en Instagram, su perfil se convirtió en una nueva pared para plasmar las más insólitas protestas.
Los primeros grafitis de Banksy aparecieron a finales de 1990, en uno de los muros más representativos de los conflictos actuales: el que separa a Israel y Palestina, en Cisjordania. A partir de entonces sus obras se fueron tomando las paredes de varias ciudades del mundo: sus ratas icónicas empezaron a hacer presencia en las calles de París, su Steve Jobs paseó por un campo de refugiados en Calais y su mural sobre el brexit se tomó una fachada en la población costera de Dover. Todas sus creaciones tienen una gran carga de protesta social y buscan llevar un mensaje político incómodo. ¿O cómo olvidar la obra que hizo en una cabina telefónica donde varios agentes secretos parecían espiar todas las conversaciones?
Sin embargo, mientras denunciaba a las grandes corporaciones y a los excesos del sistema económico, sus obras empezaron a llegar a las galerías. Cada Banksy que aparecía empezaba a convertirse en una obsesión para coleccionistas de arte y la fiebre por su obra es tan alta que varios medios de comunica- ción se han dedicado a buscar quién es la persona detrás de Banksy (el principal sospechoso hasta ahora es Robin Gunningham, pero para fortuna o desgracia de este mito todo se ha quedado en rumores).
Su último acto transgresor fue destruir su propia obra. El 5 de octubre una trituradora instalada en el marco de “Girl with Balloon” se activó justo en el momento en que el cuadro se subastó en un poco más de un millón de libras esterlinas. Al día siguiente Banksy se atribuyó la acción con un video en su Instagram que demostraba cómo había planeado la acción. El post venía acompañado con un breve mensaje, una cita de Picasso que dice: “La necesidad de destruír es también una necesidad creativa”.