Don Juan

CARLOS

MORENO

- POR JOSÉ AGUSTÍN JARAMILLO

‘LAVA PERROS ’, LA NUEVA PELÍCULA DE ESTE DIRECTOR CA LEÑO, HABLA CON UNA VISIÓN ÚNICA SOBRE EL CRIMEN EN COLOMBIA.

La plata. La maldita plata. El único motor que conocen los criminales para moverse. No importa el riesgo. Por conseguir cualquier suma de dinero, así sea aparenteme­nte insignific­ante para las escalas del crimen organizado, cualquiera puede matar a otro o convertirs­e en un miserable traidor.

Cuando Carlos Moreno tiene tiempo para dedicarle al cine, le gusta pensar en los criminales: en esos personajes que, por plata, son capaces de negar sus valores. Es la plata la que lleva, por ejemplo, a un simple lavaperros –un hombre que vive, literalmen­te, de bañar a estos animales– a convertirs­e en un criminal. “Siempre me quise imaginar cómo sería una película de Tarantino ambientada en la decadencia colombiana”, dice este director caleño, con 51 años, tres películas dirigidas y un sinnúmero de capítulos de series –como Narcos y Escobar: el patrón del mal– que han sido transmitid­as por Netflix o por diferentes canales de televisión en América Latina. Por eso en sus películas está el calor y el color de las calles del Valle del Cauca, pero también, y en medio de todo eso, la violencia.

–¿Y qué piensa de los que dicen que Colombia no necesita más películas sobre violencia o narcotráfi­co?

–La verdad, no me importa –dice Moreno–. La violencia hace parte de nosotros y para mí, hablar sobre ella es casi una postura política. ¿Acaso quieren no hablar sobre ella en un país lleno de corrupción y de drogas?

Moreno está en una casa vieja del barrio La Merced, de Bogotá, donde funcionan varias salas de cine independie­nte. Natalia Hoyos, la fotógrafa, le hace un comentario sobre su camiseta y él responde tranquilo: “Es rojo revolución”. Entonces se sienta y se pone a hablar de que las primeras veces

que Carlos Moreno se acercó al cine fue para hacer unos cortos documental­es con sus compañeros de la Universida­d del Valle. Él, un amante de la música, había salido del conservato­rio y persiguien­do la literatura terminó estudiando comunicaci­ón social. Si cogió las cámaras, fue porque en ese momento estaba teniendo un boom la producción de videos en su universida­d, que seguía la escuela de Rostros y rastros, un programa que se transmitía por Telepacífi­co. Junto con Jorge Navas –el director de Somos

calentura y La sangre y la lluvia– hizo documental­es como Cali rock, donde exploraron la movida de grupos undergroun­d de la ciudad. Después, haciendo videoclips para esos mismos grupos –y después para Superlitio, La Pestilenci­a y Sidesteppe­r– aprendió que en el montaje estaba la magia del cine. Y siguió, inconscien­temente, combinando el cine con la música.

En Perro come perro, su primera película, la canción de Superlitio toma una dimensión especial en una historia de bandidos que buscan una plata perdida (y que uno de ellos está intentando robarse). En esa ocasión, trabajó con los actores Marlon Moreno, Óscar Borda y Blas Jaramillo. “Ellos fueron muy pacientes porque yo tenía una idea en la cabeza y hacíamos muchísimos ensayos hasta que todo salía”, dice. “Nunca les dejo ver a ellos cómo van quedando las escenas. Eso es un pacto de confianza que siempre hago con los actores, antes de empezar a rodar”.

En su nueva película, la música también impacta: Kobe Yesscas trabajaba en la logística de la película y poco a poco fue haciendo una letra que captaba el espíritu de la historia que Moreno tenía en la cabeza. Después, en el estudio del productor MP Cruz, esas rimas se convirtier­on en Quiero

dinero, la canción principal de la banda sonora de Lavaperros. El tráiler es contundent­e: un rap seco que muestra a una banda de traquetos de poca monta andando por las calles de Tuluá, una ciudad que Moreno siempre había querido incluir en su trabajo. “Es una ciudad especial, porque está toda la vida del campo, pero también todos los problemas de una ciudad colombiana”, dice.

En medio de los tiempos de pandemia, es difícil encontrar espacio para el cine. Lavaperros iba a ser estrenada durante el Ficci, en Cartagena, y luego en cines de todo el país a finales de abril, pero los planes se trastocaro­n. Por ahora, como a todos, al cine también le toca esperar. ■

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FOTOGRAFÍA: NATALIA HOYOS
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