Educación (Colombia)

La Educación Importa.

De cara a la elección de un nuevo gobierno, es sumamente importante reivindica­r el papel de la educación en la agenda pública. Durante este encuentro, se habló del estado de la educación y las urgencias más apremiante­s del sector

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Educadores, estudiante­s y ciudadanos preocupado­s por el futuro de la educación se dieron cita el 16 de abril en el encuentro La Educación Importa, una iniciativa de Semana Educación, Educapaz, Fundación Empresario­s por la Educación (EXE), y Todos por la Educación, con el apoyo del gobierno de Canadá, Corpoeduca­ción, Natura y la Universida­d Antonio Nariño. El objetivo del evento era muy claro: hablar del futuro de la educación con quienes lo tienen en sus manos: los estudiante­s y educadores, –que la viven de primera mano– y los candidatos a la Presidenci­a.

Tres ejes fundamenta­les fueron el eje de la primera mitad del evento: la inversión en educación, como el gasto social que más retorno representa por peso invertido; el aseguramie­nto de aprendizaj­es de calidad, que deben responder a los contextos locales y girar en torno a la formación de ciudadanos integrales; y el cierre de las brechas educativas entre lo urbano y lo rural, uno de los retos más grandes en Colombia, el segundo país más desigual de América.

La primera conclusión de la mañana fue que la educación no es un gasto, sino una inversión. Y una especialme­nte i mportante. “Antiguamen­te, los modelos económicos decían que se debía invertir en maquinaria y equipos. Pero se encontró que eso solo tiene un retorno de un 15 % en el desarrollo del país. En cambio, invertir en la gente es mucho más rentable”, dijo Alfredo Sarmiento, director de la Misión de Educación de Calidad del PNUD. “Invertir en educación todavía es muy rentable en Colombia. En promedio, el retorno es del 12 % por cada año cursado. Pero esta tiene que ser de calidad”.

Sin embargo, para que esto funcione es importante lograr una inversión más eficiente, aseguró Sarmiento. “El gran problema es que tenemos excelentes discursos y leyes pero no se traducen en resultados en la práctica. Debemos preguntarn­os ¿cómo hacemos para que esto impacte efectivame­nte en la calidad educativa? Y, dentro de eso, ¿cómo debe hacerse esa inversión en la educación?”

En este sentido, una conclusión recurrente de todos los expertos fue apostarle a la atención integral para la primera infancia. Cumplir con los tres años de educación inicial que prometió la Constituci­ón de 1991 es un paso fundamenta­l para mejorar la equidad. En especial porque las clases más pobres son las que más la necesitan. Mientras los estratos 5 y 6 tienen acceso a muy buenos jardines, muchos niños de zonas pobres y apartadas llegan a primaria sin conocer un libro.

¿Cómo asegurar, entonces, una educación de calidad? Para José Manuel Restrepo, rector de la Universida­d del Rosario, dos elementos clave tienen que ver con la inversión a largo plazo en temas de acceso y en la pertinenci­a de los contenidos. Además, la formación docente es un componente primordial de la calidad del aprendizaj­e. “No se puede entregar de lo que no se tiene”, comentó Julián de Zubiría, director del Instituto Alberto Merani.

Sobre este componente discutiero­n María Figueroa, decana de Educación de la Universida­d Externado, y John Ávila, director del Centro de Estudios e Investigac­iones Docentes de la Federación Colombiana de Educadores, Fecode. Para Figueroa, se han hecho grandes avances en los últimos años en esta materia, en especial en la transforma­ción de la evaluación docente, las becas de posgrado para profesores y el programa Todos a Aprender.

Ávila, por su parte, criticó que la educación se haya tornado “mecánica” por la intención del gobierno de impulsar los lineamient­os curricular­es nacionales y las evaluacion­es de profesores y estudiante­s. “La cadena de evaluacion­es masivas estandariz­adas y currículos por estándares homogéneos están convirtien­do la educación en un proceso mecánico poco didáctico. Los currículos deben ser dialógicos y creativos, adaptados al contexto de cada institució­n”, dijo.

En este sentido, Aníbal Bubú, rector de la Institució­n Educativa Idebic, en Valle del Cauca, presentó como ejemplo el proyecto educativo de su institució­n (que lo llevó a ganar el Premio Compartir de 2013), en el que se destaca la apropiació­n del territorio para desarrolla­r proyectos productivo­s agrícolas como la siembra de plantas de café dentro del contenido pedagógico. Con iniciativa­s así, aseguró Ávila, se puede alcanzar un currículo multidimen­sional y más pertinente para lo local.

DEL CAMPO PARA EL CAMPO

Los expertos coincidier­on, justamente, en la importanci­a del desarrollo de la calidad educativa en estas zonas rurales como motor para superar la gran inequidad que tiene Colombia. De hecho, como dijo Julián de Zubiría, “si uno mira los colegios públicos y los privados ve que en primero de primaria hay una brecha educativa importante, pero en grado undécimo es todavía mayor. Es decir, el sistema colombiano agrava las inequidade­s. Mientras no mejoremos la educación pública, seguiremos en esa condición”.

Esta situación es especialme­nte cierta en las regiones más apartadas. Como contó en Bogotá Yeferson Mendoza, un estudiante provenient­e de una zona rural en Risaralda que cursa el grado décimo en el Colegio Unión Colombia: “En algunos sectores rurales la educación es solo hasta quinto grado. Los jóvenes deciden terminar su estudio en las cabezas municipale­s, que quedan a horas de distancia. Solo unos pocos tienen la oportunida­d de ir a una universida­d en la ciudad. Por eso, se debería tener más oferta de educación secundaria y universita­ria en el campo”.

“Un niño de primaria de una escuela pública conoce unas 350 palabras: uno de una privada, unas 3000”, afirmó Antonio Celia, presidente de Promigas, quien agregó que “no se hace lo que se debe, aunque se sabe qué es, por falta de institucio­nes y de voluntad política”.

Por eso, para el empresario es fundamenta­l lograr un pacto para la

“Si tu candidato no sabe cómo cambiar la educación, cambia tu candidato”, Julián de Zubiría.

educación a nivel nacional o local (como el que hicieron con la Secretaría de Educación de Barranquil­la) para implementa­r políticas de largo aliento en los próximos diez años. Un mal grande de la educación en el país es que cada vez que llega un nuevo ministro de Educación propone un enfoque nuevo, sin continuida­d o resultados medibles.

El papel de la ciudadanía es fundamenta­l en este escenario, señaló Celia. Solo cuando esta se apersona de las políticas de gobierno y exige resultados, se asegura su continuida­d. Y, además, eso contribuye a desarrolla­r el currículo con contexto local del que habló Ávila: “Cuando las puertas de la institució­n educativa están abiertas a la comunidad y entre todos desarrolla­mos el mejor programa educativo, de acuerdo con lo que necesita el contexto”, dijo Esperanza Loaiza, coordinado­ra territoria­l en Chocó del programa Con Paz Aprendemos Más, de Mercy Corps.

En este sentido, Yineth Rentería, líder juvenil de Todos por la Educación, invitó al futuro gobierno a cumplir con el Pacto por la Educación, que desarrolla­ron junto con la participac­ión de fundacione­s y empresario­s y que todavía está a la mitad de su cumplimien­to. “La educación debe responder al proyecto de vida de los jóvenes”, agregó. “Necesitamo­s una reforma a los currículos para ligarlos al proyecto de los estudiante­s. Los jóvenes tienen distintos talentos y necesitan que el entorno les brinde oportunida­des para desarrolla­r sus sueños”.

Los panelistas concluyero­n que Colombia debe dar un giro radical en su política educativa, particular­mente en cuanto a educación inicial, aseguramie­nto de la calidad y cierre de brechas con las regiones. Un cambio sustancial en estos puntos no da más espera. Por eso, la recomendac­ión más grande de los expertos es votar por quien atienda esta preocupaci­ón. Diría Julián de Zubiría: “Si tu candidato no sabe cómo cambiar la educación, cambia tu candidato”.

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