Campo para mejorar
Sin embargo, varios expertos coinciden en que es importante reformular las pruebas Saber 3, 5 y 9. Con el tiempo, su objetivo original se había empezado a desdibujar. Estas se diseñaron en 2009 para producir y hacerle seguimiento a los resultados institucionales, sin grandes incentivos atados a ellos. “Pero la introducción de incentivos con el Isce y, luego, de los resultados individuales, implicó unos cambios muy grandes”, cuenta Julián Mariño, director del Centro de Evaluación Educativa de la Universidad de los Andes y exdirector de evaluación en el Icfes.
Antes, no todos los estudiantes de un colegio respondían las mismas preguntas. Eso permitía tener una cobertura amplia de competencias que, al final, se agregaban para generar los resultados que indicaban la situación de la institución como conjunto. Naturalmente, eso no sirve para comparar a los niños entre sí. Por eso, desde 2017 se tuvieron que hacer ajustes al diseño para producir evaluaciones comparables para cada niño. Para que esto funcione, se tienen que reducir los contenidos y las competencias que evalúan las preguntas. Se eliminaron las de Competencias Ciudadanas y Ciencias Naturales, y se dejaron solo las de Matemáticas y Lenguaje.
“Eso puede tener efectos bastante negativos, en el sentido en que se vuelve mucha más obvia la preparación para la prueba, ya que es más focalizada. El colegio tiene todos los incentivos para enfocarse solo en lo que va en el examen; lo que este evalúa es limitado y no da cuenta de muchas cosas importantes de la formación escolar”, agrega Mariño.
Por otro lado, una preocupación de muchos rectores tenía que ver con los indicios de corrupción de los resultados. El Saber 3, 5 y 9 se aplica, hasta el momento, en los mismos colegios y por los mismos colegios. El Icfes se encarga de entregar los cuadernillos, pero son las instituciones educativas las que conducen la prueba y entregan los resultados. Y son las mismas instituciones las primeras beneficiadas con tener un buen resultado. En otras palabras, son juez y parte.
“Yo puedo ser honesto como rector, pero no saber lo que está pasando cuando están haciendo las pruebas en un curso. En ese sentido, el que la prueba pueda ser manipulada porque no hay un debido control y supervisión estaría mostrando unas señales de corrupción y unos resultados que no muestran la realidad efectiva de cómo estamos”, señala Henao. “Hay colegios en Colombia que están mostrando muy buenos resultados en tercero, quinto y noveno, pero son un desastre cuando llegan a grado undécimo. ¿Usted qué puede pensar de eso? Pues que es el resultado de que una prueba sea controlada y las otras no”, agrega.
Por estas razones, el rector señala que sí vale la pena hacerle una modificación al Saber 3, 5 y 9. Quitar las pruebas en pleno cambio de gobierno deja en el limbo a varios componentes estructurales de la política educativa, entre ellos, la cultura de una evaluación constante. El próximo presidente podría prescindir de una evaluación año por año alegando motivos de austeridad. Pero, al menos, podría ser una oportunidad para reformular las pruebas con un sentido más claro. “Yo creo que es sano parar, volver a pensar la cosa, decidir para qué quieren hacer estos exámenes y diseñar una prueba acorde con ello”, concluye Mariño.
Era importante reformular las pruebas Saber 3, 5 y 9. Con el tiempo, su objetivo original se había empezado a desdibujar.