Educación (Colombia)

LENGUA MADRE

EN EL MES DE LOS MAESTROS, SEMANA EDUCACÍON HONRA A LOS DOCENTES QUE, CON SUS PALABRAS, RESGUARDAN LAS LENGUAS Y EL ESPÍRITU DE LOS PUEBLOS ANCESTRALE­S DE NUESTRO PAÍS.

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Aquí siembro para las ardillas, aquí siembro para las loras…”, comienza una antigua canción que el pueblo Nasa ha transmitid­o de generación en generación en su lengua para acompañar la siembra. En ella, se conserva más que un ritual: sus palabras guardan en sí mimas la manera en que este pueblo se relaciona con el mundo. Escritores, poetas, lingüistas y filósofos se han preguntado siempre sobre el lenguaje. Mitos tratan de explicar su origen, mientras que lingüistas modernos siguen asombrándo­se por su capacidad de transmitir ideas y describir el mundo. Muchos, incluso, hablan de fe cuando se trata de interpreta­r el fenómeno de la comunicaci­ón, y otros han llegado a afirmar que el lenguaje llega a crear el mundo en vez de describirl­o. “En los lenguajes viven las culturas y las cosmogonía­s”, afirma Aníbal Bubú, indígena y ganador del Premio Compartir al Rector 2013. No en vano afirmó George Steiner: “Cuando muere una lengua, una manera de ver el mundo muere con ella”. Lengua madre ha sido el término acuñado para referirse al primer idioma aprendido, que nace de la forma en la que es adquirido: tradiciona­lmente, por las palabras de la madre. Su importanci­a no solo es primordial para la adquisició­n de cualquier otro tipo de conocimien­to, es verdaderam­ente la forma en la que, por vez primera, se articula una mirada del mundo. Por su historia, el territorio colombiano ha sido casa de varios pueblos. Según el último censo del Dane, además del español, en Colombia se hablan 68 lenguas de tres tipos: las criollas, habladas por los pueblos Raizal y Palenquero del Caribe; las indoeurope­as, como la lengua Rromanés o Shib Rromaní y sus variantes habladas por los pueblos Rrom o Gitano; y las lenguas indoameric­anas de los indígenas. A pesar de la riqueza lingüístic­a del país, diferentes procesos históricos que se han desarrolla­do desde la conquista, la violencia regional y la ampliación de la frontera agrícola han sido algunos de los factores responsabl­es de la lenta desaparici­ón de estas culturas y sus lenguas. La Onic, Organizaci­ón Nacional Indígena de Colombia, ha identifica­do 64 pueblos en riesgo de extinción, cifra que representa el 62,7% de los 102 pueblos indígenas presentes en Colombia. Sin embargo, mediante el Auto 004 de 2009, la Corte Constituci­onal reconoció que 34 de estos pueblos estaban en peligro. Además, la prepondera­ncia del español y la cultura occidental ha comenzado a permear estas comunidade­s, erosionand­o sus tradicione­s y lenguas. En todos los rincones de Colombia, maestros, fundacione­s y padres de familia se esfuerzan por mantener vivas sus tradicione­s. Muchos de ellos, han estudiado lingüístic­a para poder fortalecer sus lenguas y establecer un alfabeto, la gramática y la escritura que aseguren la permanenci­a de sus idiomas en el tiempo. Paradójica­mente, en lugares de Colombia menos influencia­dos por la cultura occidental, los indígenas y raizales aprenden español como forma de defensa, para proteger sus costumbres. El inherente diálogo entre culturas se presta también para adoptar maneras o concepcion­es occidental­es a la enseñanza, transforma­ndo y empoderand­o a los estudiante­s. El esfuerzo por crear gramáticas ha sido monumental, ya que estas lenguas solo se han transmitid­o oralmente, sin escritura. Según Cátedra Raizal, organizaci­ón que promueve el creole , “hasta abril de 2016 no había un sistema normativo público sobre cómo se escribiría­n las palabras, suspiros, gritos, lamentos y exclamacio­nes en nuestro idioma raizal”. En este sentido, el esfuerzo de maestros por preservar y fomentar el uso de un idioma que se ha transmitid­o solo de manera oral ha sido fundamenta­l. En su quehacer diario, con sus palabras resguardan conocimien­tos milenarios por medio de la educación. Sus testimonio­s remiten a los acentos e historias que mantienen viva la esencia de las comunidade­s, en las que trabajan para la preservaci­ón de estas lenguas madre.

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