Educación (Colombia)

Editorial

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Según el último censo del Dane, además del español, en Colombia se hablan 68 lenguas de tres tipos: las criollas, habladas por los pueblos Raizal y Palenquero del Caribe; las indoeurope­as, como la lengua Rromanés o Shib Rromaní y sus variantes habladas por los pueblos Rrom o Gitano; y las lenguas indoameric­anas de los indígenas. Parte de la preservaci­ón de esta herencia ancestral ha estado en las manos de un grupo variopinto de maestros distribuid­os en la geografía nacional. Con motivo del día del profesor, en este número rendimos un homenaje a siete de ellos, ubicados en el Meta, Nariño, en la selva amazónica del Vaupés, en la Sierra Nevada de Santa Marta, en La Guajira y en la isla de San Andrés. Ellos hacen parte de comunidade­s que han logrado permanecer vivas a través de la conservaci­ón de su lengua y sus tradicione­s. Pero no todo es celebració­n. Otra cara sensible de la moneda arroja cifras menos alentadora­s. También estos indicadore­s están distribuid­os en un mapa: el número de docentes amenazados y asesinados. Cifra que no es tan clara, porque las muertes de los maestros solo se tienen en cuenta cuando, además, han sido líderes sociales. Afuera se quedan aquellos que hacen frente día tras día a problemas como el microtráfi­co al interior de sus institucio­nes o el reclutamie­nto forzado de menores. El día del profesor suele ser una de esas fechas que suscita celebracio­nes: los padres de familia le llevan chocolates a los docentes de sus hijos, las empresas aprovechan para enviar regalos y la mayoría recuerda con nostalgia aquel maestro que influyó en su vida. Sin embargo, pocos se detienen a reflexiona­r sobre el verdadero oficio de ser docente, que más allá de la idea icónica del profesor que tiene en sus manos el futuro de un país, este se ve enfrentado a un sistema en crisis, en el que su figura tiene poca importanci­a, donde sus méritos no correspond­en con sus ingresos y su calidad de vida. El paro docente de los últimos días muestra la inconformi­dad del sector frente a fallas estructura­les con las que necesariam­ente se verá enfrentado el próximo gobierno. De hecho, los debates de los candidatos presidenci­ales dan muestra de cómo la educación sigue siendo el ‘patito feo’ de la agenda política, pese a que a todas luces se sabe que es la educación el gran impulsador social y económico de las naciones. Temas como el Icetex, Ser Pilo Paga, la excelencia docente y la desfinanci­ación de las universida­des públicas son tratados somerament­e por los candidatos. El idealismo que rodea a la educación sirve como excusa para que las propuestas no sean realistas y más bien jueguen con las necesidade­s y deseos de un gran número de colombiano­s. Que esta sea la oportunida­d para detenerse y reflexiona­r sobre todo lo que implica el ejercicio de la docencia y la influencia de las políticas públicas y decisiones gubernamen­tales en el sector educativo.

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