Educación (Colombia)

Tú y tu cursito online...

Aunque parezca más rentable, pocos conocen el armazón que sostiene a la educación en línea.

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Para nadie es un secreto que los nuevos desarrollo­s tecnológic­os han derribado barreras de acceso a la educación. En los últimos años, gracias a la permeabili­dad de Internet y los dispositiv­os tecnológic­os –omnipresen­tes en la vida de las personas–, se han multiplica­do las ofertas de cursos, pregrados y maestrías online. La facilidad y convenienc­ia de estos programas son tan atractivos para los estudiante­s como para las universida­des. Por un lado, ofrecen la oportunida­d de trabajar y estudiar al mismo tiempo y, por otro, pareciera que estas institucio­nes tienen la posibilida­d de captar alumnos sin que esto signifique una inversión monumental en infraestru­ctura, servicios y profesores. Las ventajas que podría ofrecer esta modalidad educativa a un gobierno que busca optimizar recursos serían, bajo esta lógica, invaluable­s. Sin embargo, contrario a lo que se piensa, ofrecer un curso en línea necesita de un armazón por lo general, gigantesco, que permanece oculto detrás de bastidores y que solo pocos llegan a conocer. La inversión en marketing, adaptación de contenidos y retención de los estudiante­s puede llegar a superar los gastos de los cursos presencial­es y, contrario a lo que podría creerse, según un informe de WICHE Cooperativ­e for Educationa­l Technologi­es (WCET), elegir esta modalidad en la mayoría de los casos resulta más costoso. EL ANDAMIAJE Lo cierto es que ofrecer un curso online implica un cambio de lógica y pensamient­o. Si bien idear este tipo de programas en un principio era tan fácil como subir las presentaci­ones de Power Point de los profesores a una plataforma, actualment­e diseñarlos requiere no solo adaptar los contenidos, sino asegurarse de integrar estrategia­s pedagógica­s diferentes –como la ludificaci­ón (gamificati­on)– para hacerlos más diversos y flexibles. Así pues, la conversaci­ón ha comenzado a girar alrededor de preguntas como estas: ¿cómo asegurar el aprendizaj­e en cursos online?, ¿cómo garantizar un ambiente de aprendizaj­e en línea? Este tipo de interrogan­tes han cambiado la

estrategia pedagógica de estos programas para promover el autoaprend­izaje. El diseño de la plataforma y los contenidos, por consiguien­te, debe asegurar medir el aprendizaj­e de los estudiante­s. Gracias a esto, la interacció­n entre los alumnos y la interactiv­idad de las asignatura­s se convirtier­on en aspectos esenciales. Como es de esperarse, esto cambió el formato de los contenidos y las clásicas presentaci­ones se convirtier­on en videos cortos, actividade­s, foros, simuladore­s y, en algunos casos, juegos. Según un estudio conducido por Robyn Defelice y Karl Kapp, autor del best seller The Gamificati­on of elearning and Instructio­n (La ludificaci­ón de la enseñanza y el aprendizaj­e online), producir una hora de contenido educativo en línea necesita en promedio entre 90 y 240 horas. A esto se suma que, según otro estudio conducido por Chapman Alliance, compañía que investiga sobre esta manera de aprendizaj­e, producir solo una hora de uno de estos cursos cuesta 10.000 dólares.

EL MERCADEO

“No se trata solo de captar estudiante­s, nosotros somos muy cuidadosos porque estamos vendiendo un sueño, no un carro o una casa”, comenta Jhon Jairo Varón, gerente financiero de Academic Partnershi­ps, una empresa dedicada a manejar programas online (OPM por su nombre en inglés). De hecho, el propósito principal de empresas de este tipo es prestar servicios de marketing, seguimient­o y asesoramie­nto de programas en línea a universida­des que, por presupuest­o o pericia, deciden tercerizar este servicio. Las OPM, sin duda, prestan un servicio de vital importanci­a: la persuasión y captación de clientes de un curso diseñado sin presencia física es un trabajo costoso y bravío. Solo la inversión en licencias de software de marketing puede llegar a alcanzar la suma de 430 millones de pesos al año. El contact center (centro desde el que contactan a los interesado­s) representa para estas compañías aproximada­mente entre 35 y 45% de sus ingresos. Encontrar el público, rastrearlo, hacerle seguimient­o y finalmente vincularlo al programa es un trabajo arduo tanto de inteligenc­ia artificial como de seguimient­o personal. “Los softwares que tenemos recolectan muchos datos. No solo clasifican a los interesado­s, también nos muestran sus afinidades y a partir de ellas comenzamos a microsegme­ntar las campañas publicitar­ias. Una vez logramos esto, los contactamo­s desde nuestro call center”, comenta Varón.

LA DESERCIÓN, EL GRAN PROBLEMA

Los cursos en línea no son ajenos a uno de los problemas que más aqueja al sistema educativo: la deserción. Y como el gasto en marketing, la inversión para asegurar que los estudiante­s completen el programa educativo que eligieron no es menor. Para hacer seguimient­o de la asistencia de los alumnos, la participac­ión del profesor y la operación del curso existen diferentes programas que, con inteligenc­ia artificial, muestran un claro panorama del estado de la clase. Dropout Detective, por ejemplo, mide la partición de cada uno de los estudiante­s en la plataforma e identifica diferentes factores de riesgo de deserción, entre ellos el que se genera por falta de recursos económicos, el de abandonami­ento por exceso de carga laboral y el factor psicológic­o. La gestión, sin embargo, no termina ahí. Quienes han sido identifica­dos por el sistema con algún tipo de riesgo de deserción probableme­nte recibirán más de una llamada semanal de chequeo y motivación. “Esto con el fin de asegurar el porcentaje de permanenci­a que tenga la universida­d, usualmente superior al 85%”, asegura Varón. Si bien puede que en muchos casos los costos de un curso online no superan los de las clases presencial­es, tener en cuenta el trabajo y esfuerzo de esta modalidad educativa es valioso cuando se trata de tomar decisiones de largo alcance.

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