Ángela Escallón
El imaginario de que la educación es una garantía para acceder a un empleo debe transformarse teniendo en cuenta que existen cambios, sobre todo en tres factores: tecnología, competencias y tiempo de formación.
Según la OECD, cerca del 50% de los puestos de trabajo de hoy día no existirán en los próximos 20 años. El mundo laboral cambia a pasos agigantados, y hay quienes creen que no nos hemos dado cuenta de la velocidad con la que ocurre y cómo afecta la relación entre educación y trabajo. Prevalece el imaginario de que la educación es una garantía para acceder a un empleo, pero hay cambios relacionados con tres factores: tecnología, competencias y tiempo de formación. La tecnología ha tenido un doble impacto en el mundo laboral: por un lado, ha reemplazado algunos puestos de trabajo (y los modelos de inteligencia artificial desplazarán otros); por otro, es uno de los sectores que tiene mayor demanda en número de cargos, pero en el que se requieren mayor número de competencias específicas, superación del analfabetismo digital y un cambio de chip desde la formación primaria hasta la etapa pos-secundaria. Este contexto exige que la gente esté reaprendiendo de manera constante y, por lo tanto, que los modelos de aprendizaje se reflejen en formaciones específicas y de corto tiempo. Sobre el desarrollo de competencias, con nuestros proyectos de empleabilidad hemos comprobado que la especificidad en la descripción de las habilidades que se requieren de los empleados incrementa las probabilidades de empleo, pues permite encontrar una formación concreta y acorde con lo que se necesita. Otro hallazgo ha sido que si se logra formar en competencias específicas y para la vida, dar acompañamiento psicosocial y de intermediación laboral, las personas tienen la capacidad de responder y la voluntad para comprometerse. Por último, el tiempo es la gran incógnita respecto al tipo de formación ideal para cada perfil. De acuerdo con la evolución que tengan los puestos de trabajo y sus competencias, los requerimientos de formación serán cada vez más específicos y modulares. Vemos que carreras profesionales que antes duraban cinco años ahora duran tres, o que programas de educación técnica se completan en ciclos más cortos. Entonces, ante la pregunta ¿qué hacer para lograr un tránsito adecuado de la población vulnerable por la ruta de la educación al empleo?, es necesario un cierre de brechas de talento humano, así como una implementación correcta del Marco Nacional de Cualificación en los territorios. En Fundación Corona hemos identificado algunas barreras que dificultan el tránsito hacia esa ruta, y creemos que se pueden manejar desde cuatro niveles de acción: de forma directa sobre la población vulnerable para fortalecer las capacidades; sobre las empresas, con un acompañamiento y seguimiento de sus procesos de contratación para que estén basados en competencias; en el fortalecimiento de los actores institucionales prestadores de servicio e instituciones educativas, acompañándolos, capacitándolos y sensibilizándolos en temas de empleo inclusivo; y finalmente, con acciones a nivel territorial que articulen a los diferentes actores, hagan mediciones sobre las problemáticas particulares que afectan a los distintos sectores y realicen mapeos de los actores en el territorio. Hay recursos, pero muchas veces están muy dispersos y poco articulados. Tenemos el reto de ajustar procesos y metodologías para promover la formalidad y garantizar que la mayoría de colombianos tenga las oportunidades que merece.
Es evidente que carreras profesionales que antes duraban cinco años ahora duran tres, y los programas de formación técnica se completan en ciclos más cortos.