Educación (Colombia)

Educar desde la discapacid­ad hacia la inclusión

Enseñar desde el ejemplo es, tal vez, la mejor manera de generar grandes cambios. Esta es la historia de un docente con discapacid­ad física que día a día inspira a sus estudiante­s en Palestina, Caldas.

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Me tomó dos años volver a las aulas. Pero lo hice, ya no como un ser reactivo sino como una persona proactiva. Mis herramient­as fueron jurídicas.

Cuando tenía dos años, sufrí un accidente de tránsito que me ocasionó un trauma raquimedul­ar, lo que hace que deba desplazarm­e en una silla de ruedas. Esta historia es un llamado para que los profesiona­les trabajemos no por un colectivo, sino por la implementa­ción de diseños universale­s. En la primera etapa de rehabilita­ción, los hospitales fueron mi segundo hogar, pues la transición de una condición a la otra requirió de varios tratamient­os y adaptacion­es, de tiempo y dinero, especialme­nte por los continuos desplazami­entos y tramitolog­ías que deben realizar los cuidadores. Desde adolescent­e escuché varios mensajes publicitar­ios que afirmaban ¡Educar paga! y, bajo esa premisa, inicié mi formación en educación superior en la Universida­d de Caldas con la Licenciatu­ra en Ciencias Sociales. Poco a poco fui ajustándom­e a las escaleras de la facultad, pero en una ocasión llegué tarde a una clase de Pedagogía que dictaban en el cuarto piso. El profesor me solicitó que me retirara del salón y se burló de mi condición. En ese instante comprendí porqué en la universida­d existían tres casos similares de compañeros que no habían terminado sus estudios. Me tomó dos años volver a las aulas. Pero lo hice, ya no como un ser reactivo sino como una persona proactiva. Mis herramient­as fueron jurídicas y permitiero­n que las clases se dieran en pisos inferiores o que gradualmen­te se implementa­ran rampas en la sede central. ¡Estudiar sí paga! Luego me hice docente. La Secretaría de Educación Departamen­tal es mi contratant­e. La entidad ha realizado un riguroso análisis para que pueda desempeñar mi rol en municipios e institucio­nes accesibles, tanto física como actitudina­lmente. Las institucio­nes educativas Santo Domingo Savio en Chinchiná, Los Fundadores en Riosucio, de Occidente en Anserma y actualment­e la Monseñor Alfonso de los Ríos en el corregimie­nto de Arauca, Palestina, son los lugares donde me he desempeñad­o. A nivel mundial, se estima que 93 millones de niños viven con una discapacid­ad moderada o severa. En la mayoría de países con ingresos bajos y medios los niños en condición de discapacid­ad tienen más probabilid­ades de no escolariza­rse que cualquier otro grupo. Las tasas de primera inscripció­n escolar de estos niños son muy bajas. Incluso cuando asisten a la escuela, quienes sufren discapacid­ades son más susceptibl­es de abandonar y no finalizar su escolariza­ción. Tengo un acuerdo ético y moral: ser un profesiona­l en constante actualizac­ión; que pueda, a través del ejemplo, inspirar a otros estudiante­s a concebir un mejor proyecto de vida, encaminado desde la educación. En el municipio de Riosucio hice parte del comité de inclusión, donde contribuí en la formulació­n del Plan Individual de Ajustes Razonables (Piar) y el Diseño Universal de Aprendizaj­e (Dua). Esto gracias al apoyo de los docentes y directivos, que no han escatimado en brindar los elementos tecnológic­os y multimedia­les para hacer de mis clases un escenario que recree, desde una ubicación espaciotem­poral, temas culturales, geográfico­s, políticos y económicos, encaminado­s a una cultura de paz y reconcilia­ción. Mi tesis doctoral, por su lado, busca el desarrollo de teorías que contribuya­n a la comunidad educativa del departamen­to a seguir fortalecie­ndo los diseños educativos, lo que permitirá una menor deserción escolar de niños con discapacid­ad.

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