Opinión Alfredo Hernando Calvo
Vivimos una primavera de innovación educativa. Los docentes y las escuelas son los principales protagonistas de la transformación hacia la personalización del aprendizaje. Es necesario seguir compartiendo y creciendo juntos, porque la historia de la innovación educativa es la historia de nuestro progreso como seres humanos.
Escribo estas líneas de madrugada, entre continentes, mientras vuelo de vuelta a Europa desde Bogotá. El viaje perfectamente sirve de excusa para releer y descubrir pasajes de García Márquez. Soy conocido por mis viajes extraños. Por ejemplo, de Sidney a Nueva York, en muchas ciudades me salté la visita a los enclaves “memorables” para recorrer esas instituciones educativas que, aunque están alejadas del recorrido turístico, son pioneras en su ciudad. Se aprende más del presente de un país en sus escuelas que en sus monumentos.
Algún día me sentiré orgulloso de fundar el Instituto de Cartografía Pedagógica, una escuela que elabore los mapas en los que se encuentren los colegios del mundo. Cada cual se gana la vida con sus rarezas; en el fondo esas rarezas no son otra cosa que la sombra de nuestras virtudes. De García Márquez se sabe todo sobre literatura, pero poco se citan sus trabajos sobre educación. Echaré la culpa a la mezcla de mis rarezas el hecho de haberme leído alguna vez Un Manual para ser niño y el discurso Un país al alcance de los niños.
En 1995, el Ministerio de Educación de Colombia emplazó a un grupo variado de eméritos autóctonos a las escuelas de todo el país para emitir un informe ¡Se me adelantaron con el Instituto de Cartografía Pedagógica!
En Un Manual para ser niño, García Márquez empieza así: “Aspiro a que estas reflexiones sean un manual para que los niños se atrevan a defenderse de los adultos en el aprendizaje de las artes y las letras… Si a un niño se le pone frente a una serie de juguetes diversos, terminará por quedarse con uno que le guste más”.
Personalización es una palabra horrenda. No figura en el diccionario de español y no existe una definición común, precisamente porque estamos aprendiendo sobre la cuestión. Sin ánimo de aludir aquí a un concepto que complazca a todos, podemos decir que la personalización es la hermana mayor de la diferenciación y la adaptación, alcanzarla es el principal desafío educativo que enfrentamos en el siglo XXI: descubrir el juguete de cada alumno. De esta manera, la personalización se hace efectiva entonces en el encuentro singular del maestro con el niño, en el que la enseñanza se ajusta a las necesidades de aprendizaje únicas de cada alumno.
Para lograr el desarrollo del proyecto de vida de cada estudiante, se requieren actividades educativas en las que se aprenda de maneras diversas: no todos con el mismo material, las mismas experiencias y en el mismo momento y lugar, pero sí con un currículo compartido; con itinerarios personalizados, que den la posibilidad de crecer en equipo; donde se dé el crecimiento constante, evaluado y demostrado en la mejora de todas las competencias; con docentes, familias y expertos que interactúen virtual o presencialmente, que compartan espacios de trabajo; en distintos tiempos y lugares, con un seguimiento individualizado; en el que los alumnos se organicen de acuerdo a sus niveles de competencia en un currículo que haga local lo global; teniendo al mismo tiempo tutores y grupos de referencia, donde las decisiones de gestión se tomen en comunidad, y el éxito se comprenda y se evalúe no solo en las competencias lingüística, matemática y científica, sino también en el aprender a aprender, en las competencias cultural, artística, social, ciudadana, en la autonomía y ña capacidad de iniciativa.
Las escuelas están mejorando, estamos creando una nueva realidad. Así como dice García Márquez, en Cien años de soledad: “El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”.
En todo cambio de paradigma necesitamos nuevas palabras, nuevos continentes que se apropien del contenido secuestrado en el pasado. Las escuelas actuales no viven el siglo XXI, no lo experimentan; su reloj institucional se ha parado. Una escuela innovadora es la que ayuda a construir el mejor proyecto de vida para cada uno de sus alumnos.