Los libros por la educación
Durante siglos el libro ha sido el eje fundamental del conocimiento y la educación. Su valor como articulador de las conversaciones entre maestros y alumnos y, por tanto, de los procesos de aprendizaje, debería reflejarse en una política de gobierno.
En su informe “Cada niño debería tener un libro de texto”, la Unesco afirma que “la cantidad de recursos que un país destina a materiales didácticos es un buen indicador de su compromiso por ofrecer una educación de calidad para todos”. Esta conclusión surge de los resultados del estudio comparativo entre países de Latinoamérica, que revelan que un porcentaje considerable de niños en la región no cuenta con las herramientas de texto necesarias, lo que afecta directamente su desempeño académico.
El caso de Colombia es especialmente crítico en este contexto. Se encuentra dentro del grupo de países en el que el porcentaje de niños que tienen libros educativos de sus disciplinas oscila entre el 16% y el 32%, el rango más bajo de la región. Si se considera que, como afirma la Unesco, “los libros de texto resultan especialmente pertinentes para mejorar los resultados del aprendizaje”, es primordial que la dotación de textos escolares haga parte de la estrategia del nuevo gobierno.
Para la Cámara Colombiana del Libro, ‘lectura’, ‘libro’ y ‘bibliotecas’ son palabras clave en la construcción de normas culturales y educativas. Por esto, “convertir la política de lectura en una política de Estado es un imperativo para un país que, a mediano plazo, busca elevar los niveles de calidad de la educación como una forma de fortalecer el tejido social y elevar las competencias del recurso humano”. En ese contexto, la disponibilidad de textos educativos es fundamental. Otros gobiernos de la región, como el de Chile, reconocen este tipo de textos como un elemento articulador del proceso de aprendizaje de los estudiantes y una guía esencial para los maestros.
De hecho, con plena consciencia del cambio que han generado las tecnologías, el sector se ha venido transformando, ampliando sus contenidos y la manera en que estos llegan a los alumnos. Con esto, ha logrado atender las nuevas formas de acceso al libro y a la lectura. Los indicadores de lectura en Colombia vienen mejorando. El número promedio de libros leídos por la población mayor de 5 años pasó de 1,9 a 2,7. Si el acceso al texto educativo fuera universal, los indicadores se elevarían de manera significativa.
Para Luis Carlos Gil, presidente del Grupo Editorial Educar, la educación en el país se beneficiaría de una política pública clara de inversión en textos escolares, como ha ocurrido en otros países de Latinoamérica que han adoptado estas medidas.