Educación (Colombia)

País Desafíos urgentes

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Una de las apuestas del gobierno Santos fue la educación. Sin embargo, quedaron pendientes que la administra­ción entrante debería abordar con prioridad si quiere empezar a dar resultados a corto plazo. Algunos expertos del sector hablan sobre esos puntos clave a tratar.

HORACIO ÁLVAREZ MARINELLI Especialis­ta en educación Banco Interameri­cano de Desarrollo

Atención integral a la primera infancia. Este tema, además de ser estratégic­o del sistema, cuenta con amplio respaldo político y se encuentra en todos los planes de los partidos políticos. Al Ministerio de Educación le tocará la labor de expandir el acceso a los niños más pequeños, y lograr cuando menos que los de 5 años accedan a un preescolar. Pero no como el de ahora sino uno integral que le ofrezca oportunida­des para tener éxito en primer grado.

Por otro lado, está la jornada única, una tarea pendiente del país que también cuenta con mucho apoyo político. El tema, sin embargo, debe priorizars­e y focalizars­e, en par ticular en aquellas comunidade­s educativas que enfrentan riesgos sociales. Además, para introducir cambios, tiene que ser una opor tunidad de mejora de las escuelas. No debiera haber más horas para hacer más de lo mismo.

La reforma al financiami­ento es fundamenta­l para poder introducir transforma­ciones que apunten a mejorar la calidad y la equidad del acceso educativo. En el corto plazo, se necesitan cambios para garantizar la solvencia y el funcionami­ento base de las escuelas; en el mediano y largo plazo, reformas que permitan la priorizaci­ón de las inversione­s en calidad educativa, tales como la dotación de textos escolares a todos los niños y una delimitaci­ón de las competenci­as por nivel, para tener claridad sobre las responsabi­lidades de inversión, evitar duplicidad­es e ineficienc­ias. Deben introducir­se reformas para mejorar la equidad. Al igual que países como Chile, pueden diseñarse estrategia­s para entregar canastas educativas diferencia­das, dependiend­o del grado de vulnerabil­idad de la población que atiende la escuela.

El Programa de Alimentaci­ón Escolar (PAE) necesita una reforma fundamenta­l y esquemas distintos de ejecución según el territorio. Bogotá, por ejemplo, ha encontrado una solución ganadora de premios internacio­nales por su transparen­cia y eficiencia. Pero lo que sirve en la capital no serviría en Caquéta, Arauca o Guaviare, aunque sí podría funcionar en Medellín, Barranquil­la y Cali.

Por último, pero no menos importante, la educación rural requiere una reforma profunda de atención a la población rural. Esto cruza transversa­lmente desde el acceso a la atención a la primera infancia, hasta a la educación superior. Es imperativo, además, tocar el tema del fracaso escolar (reprobació­n y deserción), la extraedad o la sobreedad.

ISABEL SEGOVIA OSPINA Gerente general Inversione­s Primera Infancia S.A.S.

Para seguir progresand­o, combatir la corrupción, acabar con la violencia, volvernos solidarios y creativos, se necesita educación de buena calidad para todos. Por esta razón, la educación debería conver tirse en uno de los pilares de este nuevo gobierno.

Urgen importante­s reformas para poder avanzar. Para la primera infancia, etapa en la que se construyen los pilares para el aprendizaj­e futuro y se encamina a los niños a conver tirse en buenas personas, se necesitan recursos frecuentes y una institucio­nalidad fuer te, organizada, con funciones claras.

Para mejorar la calidad de la educación en los niveles de básica y media, es urgente presentar la nueva ley de transferen­cias, puesto que la Ley

715 tuvo vigencia hasta 2016. Esta norma es fundamenta­l, pues de ella dependen los recursos para invertir en los maestros, en su proceso de formación inicial, acompañami­ento, salarios y mejoramien­to continuo. Si los docentes no son el eje de la política educativa, no mejorará la calidad de la educación.

Por último, el país tiene una gran deuda con las universida­des públicas. La forma como se distribuye­n los recursos y su insuficien­cia la tienen sumida en una crisis financiera que hace muy difícil captar más estudiante­s y mejorar la calidad de sus programas. Sería ideal poder reformar por completo la Ley 30, pero solo con modificar algunos de sus artículos se lograrían resultados rápidament­e.

Estos son algunos de los principale­s retos que enfrenta el gobierno entrante para garantizar el derecho a la educación. En educación, la receta se conoce: se requiere voluntad y compromiso para implementa­r las políticas. Si se le brindan los recursos necesarios y el apoyo político al sector, la educación contribuir­á a que nuestra capacidad de resilienci­a, valentía y pasión nos convierta en ciudadanos productivo­s, pero sobre todo, nos transforme en una sociedad civilizada, reconcilia­da, equitativa y humana.

MARGARITA SÁENZ Directora ejecutiva Enseña por Colombia

Colombia tiene una deuda histórica con los niños y jóvenes que viven en la ruralidad. Responder a su derecho, a una educación de calidad, es un compromiso que debe asumir el nuevo gobierno.

No podemos aplazar más el cierre de la brecha educativa entre las zonas urbanas y rurales. Por esto, la educación rural tiene que ser un componente prioritari­o en el pilar de equidad de la administra­ción del presidente Duque. Las acciones que se definan deben enfocarse tanto en cobertura como en calidad, y diferencia­r los retos de la ruralidad intermedia y la dispersa. Por ejemplo, es necesario aumentar la oferta de educación media en la ruralidad intermedia y darle vida normativa a los internados que atienden a los estudiante­s de la ruralidad dispersa, garantizar su pleno financiami­ento y sus condicione­s básicas.

“El reto está en aceptar que el problema se arregla con más dinero, en ponerse de acuerdo en quién lo aporta y en determinar a qué se destina”.

JUAN MARAGALL Especialis­ta líder en educación Banco Interameri­cano de Desarrollo

El nuevo gobierno ha mostrado claridad en los temas que considera centrales: primera infancia, educación rural, jornada única, reforma del Sistema General de Participac­iones (SGP), reestructu­ración del PAE y acceso a educación superior. En nuestra opinión, en estos temas se debe poner especial atención en las políticas de equidad y en la calidad de los docentes.

Colombia es de los países que más ha mejorado su desempeño en los últimos años, y debe sentirse orgullosa de ello; sin embargo, todavía no ha reducido la brecha de logros entre los sectores más favorecido­s y los vulnerable­s. Así, cuando se quiere fortalecer la primera infancia, la educación rural o avanzar en jornada única, hay que poner énfasis en los más rezagados.

La reforma del SGP debería conducir no solo a una asignación más eficiente de los recursos, sino a políticas de equidad que compensen las carencias de las entidades con menos posibilida­des. Todo acompañado de iniciativa­s que permitan que los profesores mejor preparados atiendan a quienes más lo necesitan. El gran reto es que los más vulnerable­s encuentren en la escuela lo que no tienen en casa, y eso es posible cuando pueden ir a una institució­n adecuada y encontrars­e con una buena maestra.

ÓSCAR SÁNCHEZ Exsecretar­io de Educación del Distrito

Colombia requiere un acuerdo nacional para corregir las inequidade­s en la educación, o no habrá ni paz ni desarrollo. La oferta para estudiante­s rurales y urbanos es muy diferente, y se agrava entre más alejadas y afectadas por el conflicto armado están las poblacione­s. Y en las ciudades, las oportunida­des que tienen las clases medias y los sectores populares de tener educación inicial y estudios superiores son aberrantem­ente diferentes; sin mencionar la formación integral durante la primaria y la secundaria (académica, ciudadana, artística y deportiva), que solo llega completa a unos pocos.

El triple reto está en aceptar que el problema se arregla con más dinero (se requieren entre 15 y 20 billones de pesos adicionale­s si queremos tener una educación aceptable para todos los colombiano­s), en ponerse de acuerdo en quién aporta ese dinero adicional y en determinar a qué se destina.

De entrada, la seguridad, la infraestru­ctura y una agenda económica que privilegia otros factores sobre el desarrollo humano como fuente de riqueza, hacen que la educación sea relegada. Somos el país de la Ocde más privatizad­o y con menos inversión pública en educación. Luego hay que ver, además del gobierno nacional, quién aporta. Las entidades territoria­les, el sector privado, los egresados de las universida­des públicas, algunas familias en la medida de sus posibilida­des, por ejemplo, pueden aumentar su contribuci­ón. Y por último, si hubiera más plata, definir en lo que hoy es una enorme disputa cuánto se destina a aumentar la cantidad de docentes, cuánto a mejorar sus ingresos y sus capacidade­s, qué para formación integral e innovación pedagógica más allá de los métodos y escenarios tradiciona­les, qué para infraestru­ctura, cuánto para alimentaci­ón y transporte (y si seguimos con grandes contratos o vinculamos a las comunidade­s en esas tareas). Además, qué prioridade­s de gasto público se definen para diferentes niveles (inicial, básica, media, superior) y cómo rinde cuentas cada quién de sus compromiso­s una vez se le asignen nuevos recursos. Un desafío político muy complicado.

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