Eugenio Severín
“Milennials en América Latina y el Caribe, ¿trabajar o estudiar?”. El estudio del BID, Espacio Público y el IDRC de Canadá da cuenta de las etiquetas que, en esta generación, describen muy bien su estado de confianza y expectativas ante el futuro. uchas veces nos cuesta liberarnos de nuestras creencias y prejuicios al mirar la realidad. Los sesgos cognitivos nos hacen más evidente cualquier dato que confirme nuestras ideas preconcebidas y nos esconden la evidencia que las contradice. Probablemente esto es más claro cuando analizamos la realidad de los jóvenes en nuestros países: los adultos tendemos a quedarnos con etiquetas y lugares comunes. Por eso es particularmente interesante la reciente publicación del BID, Espacio Público y el IDRC de Canadá, “Milennials en América Latina y el Caribe, ¿trabajar o estudiar?”. El estudio recurre a múltiples fuentes de datos, tanto administrativas como de test, e incluye una encuesta aplicada a más de 15.000 jóvenes de siete países, entre ellos Colombia. La primera sorpresa de la investigación son los “Ninis”, esa etiqueta tan difundida sobre los jóvenes que NI estudian NI trabajan, y que en nuestra imaginación constituyen una enorme masa. La investigación revela que el 21% de los jóvenes cumple con esta característica en América Latina y solamente 16% en Colombia; cuatro de cada cinco estudia, trabaja o hace ambas cosas. Especial atención deberíamos poner en el apoyo a las mujeres jóvenes, ya que en todos los países casi el doble de los hombres está en dicha situación. El estudio profundiza en la circunstancia de estos jóvenes y muestra que 30,8% de ellos busca activamente empleo, 63,6% se dedica al cuidado de familiares (generalmente menores de edad o ancianos) y 94,5% desarrolla labores en el hogar, mientras que 2,7% tiene alguna discapacidad. El resultado de esta evidencia es que solo 2,7% de los jóvenes en Latinoamérica y el Caribe (2,4% en Colombia) no estudia ni trabaja aunque puede hacerlo. Respecto de ellos, habrá que preguntarse cómo podemos convocarlos si sabemos que, por una parte, nuestros sistemas educativos, que han aumentado su cobertura e inversión, tienen todavía serios problemas de pertinencia y calidad, mientras el mercado laboral les ofrece pocas oportunidades interesantes. El mismo estudio halló que 70% de los puestos de trabajo de los jóvenes son informales (sin contrato ni protección legal) y con bajas remuneraciones. Además, encontró importantes fortalezas en los jóvenes, particularmente relacionadas con habilidades digitales (manejo de dispositivos tecnológicos) y competencias socioemocionales (autoestima, autoeficacia, pasión y perseverancia). Esto es sumamente importante, ya que estas han sido señaladas en numerosas ocasiones por expertos, líderes sociales, empresariales y políticos como aquellas más relevantes en un mundo cambiante, incierto y volátil, en el que la automatización, la inteligencia artificial y la globalización avanzan cada vez más rápido. Los adultos solemos mirar con desconfianza el futuro de los jóvenes. Si no estudian ni trabajan, y no cuentan con habilidades esenciales, ¿cómo van a construir un futuro para ellos y sus familias? Esta indagación nos muestra exactamente lo contrario: la enorme mayoría de ellos estudia o trabaja (incluso, sobre 90% de los que no lo hacen, espera retomar sus estudios y tiene altas expectativas de avanzar buenos niveles educativos) y sabe manejar las habilidades del siglo XXI. El desafío que tenemos entonces, como empleadores, diseñadores de políticas, profesores y padres, es hacernos cargo de jóvenes que demandan una educación de mayor calidad y más pertinente (con un rol mucho más activo de las tecnologías para atraerlos y proponerles experiencias significativas de aprendizaje), con oportunidades laborales más justas (formales y bien remuneradas) que los prepare con experiencia para el mundo del trabajo. Si dejamos de lado nuestros prejuicios y simplificaciones, veremos la extraordinaria oportunidad que el estudio nos muestra, y la enorme tarea que nos propone para estar a la altura de esa demanda. No está de más terminar el año con noticias positivas sobre el futuro de nuestros países, en manos de jóvenes bien preparados y comprometidos.