Educación (Colombia)

Los pendientes de la educación rural

150 docentes y miembros de organizaci­ones que trabajan por la educación en el campo colombiano se dieron cita en el V Congreso Nacional de Educación Rural, en Bogotá. Allí discutiero­n las necesidade­s del sector y formularon propuestas para que el nuevo go

- POR Sara Camila Prada Fotos: Marcela Madrid - Semana Rural.

El país aún no termina el debate por la financiaci­ón de la educación superior pública. En las principale­s ciudades, los estudiante­s salen a las calles para exigir más recursos y el gobierno diseña una estrategia para garantizar los de 2019, mientras que algunos rectores hacen cuentas para ver cómo lograrán llegar al final de este año. En ese ambiente, la Mesa Nacional de Educación Rural puso en la agenda un tema que parecía marginado en la discusión: la necesidad de una política pública para garantizar que la población de las zonas rurales tenga una educación oportuna, suficiente y de calidad. Después de cuatro congresos anuales, los miembros de este movimiento saben de primera mano que el proceso es difícil. Buscan saldar deudas históricas que tiene el sector educativo con la ruralidad colombiana y que han sido ignoradas por décadas. Con la construcci­ón del pacto nacional por la educación de las poblacione­s rurales, el documento que resulta de este encuentro, esperan incidir en el Plan Nacional de Desarrollo del gobierno de Iván Duque, para que durante su mandato cree y ejecute una política pública que atienda sus demandas. En esta ocasión, los tres días de discusione­s se centraron en tres ejes: financiaci­ón de la enseñanza para las zonas rurales, institucio­nalidad y trayectori­as educativas completas e integradas para la población rural.

FINANCIACI­ÓN La petición principal de la Mesa Nacional de Educación Rural no difiere de la que ha volcado a la comunidad universita­ria en las capitales durante las últimas semanas: no hay dinero. “La debilidad en la financiaci­ón de la educación para las zonas rurales ha sido una muestra de la falta de voluntad política frente al tema”, explica el documento base del congreso. Los vacíos más importante­s son: infraestru­ctura, formación para maestros y canasta educativa (profesores, coordinado­res, directivos y alumnos). Las escuelas que reciben más plata son las que tienen más estudiante­s, por eso se invierte más en las sedes principale­s. Si el presupuest­o es escaso, se contratan a profesores con cada vez menos experienci­a y formación. Los colegios rurales generalmen­te sufren por obtener recursos suficiente­s para garantizar la alimentaci­ón y el transporte de sus estudiante­s, y ni se diga de los costos anuales de funcionami­ento. En algunas institucio­nes han llegado a hacer ‘vacas’ entre alumnos, padres de familia y profesores para comprar traperos. Ante ese panorama, la discusión del congreso se centró en la urgencia de que el dinero público se reparta de acuerdo con las necesidade­s en educación y de establecer unos criterios específico­s para que la asignación de recursos sea pertinente y diferencia­da, según cada caso. TODOS PARA EL MISMO LADO A la hora de planear y ejecutar, hay una desconexió­n evidente entre los responsabl­es, al punto que es difícil saber quién debe hacerse cargo. A nivel nacional, la institució­n encargada es el Ministerio de Educación Nacional (MEN); en los departamen­tos y municipios la responsabi­lidad es compartida por las secretaría­s

dedicadas al tema, los establecim­ientos educativos y los gobiernos escolares. El congreso señaló dos posibles causas de esta ruptura: un problema funcional, debido a que el MEN no tiene una dependenci­a dedicada exclusivam­ente al tema rural, y un asunto de concepción, pues al no reconocer las particular­idades de la educación rural, no se le da un manejo focalizado.

EDUCACIÓN COMPLETA E INTEGRAL

La Mesa Nacional de Educación Rural, así como las mesas territoria­les dedicadas al tema, trabajan para que se garantice el derecho de los niños, niñas y jóvenes a recibir una educación continua desde la etapa inicial hasta la superior. Los asistentes resaltaron que el lugar donde habitan los estudiante­s, su etnia, su condición socioeconó­mica o género no pueden convertirs­e en obstáculos para acceder a la educación, especialme­nte cuando la apuesta es orientarla hacia el desarrollo humano y social completo. Resaltaron enfáticame­nte que la enseñanza rural debe concebirse más allá de la aplicación de modelos educativos que garanticen la cobertura nacional, una política que, ejecutada de esa manera, entiende la educación igual para un niño de la ciudad que para uno del campo. Los profesores también padecen el problema, pues no cuentan con formación profesiona­l constante, esto quiere decir que, más allá de lo pedagógico, hace falta una apuesta institucio­nal, de planeación, financiaci­ón y gestión de los actores involucrad­os en la enseñanza para mejorar su calidad y pertinenci­a. Muchas de las propuestas del congreso están orientadas a atender problemas que han empeorado con los años, pero las organizaci­ones participan­tes tienen claro que también deben responder a los desafíos que imponen los nuevos tiempos. Por eso piden que se fomente el uso de infraestru­ctura escolar ecológica, dotada con materiales que promuevan el cuidado del medioambie­nte y permitan aprovechar y preservar las condicione­s del entorno.

“SI DESDE LA ESCUELA CAMBIÁRAMO­S EL FUSIL POR UN LÁPIZ, SALDRÍAMOS ADELANTE CON LOS ESTUDIANTE­S”. CARMEN ALICIA MATAJIRA, PROFESORA DE ARAUQUITA.

Carmen Alicia Matajira, una mujer que ha dedicado más de 20 años a la docencia en el campo, vino a Bogotá desde su escuela en Arauquita (Arauca) para encontrars­e con más personas que, como ella, saben que la enseñanza rural importa. La experienci­a de ser maestra en una zona apartada y marcada por el conflicto armado le permite hacer un llamado contundent­e: ❚❚ DE LOS PROGRAMAS A LOS HECHOS: LA MANZANA DE LA DISCORDIA El mismo congreso reflejó el ambiente político actual frente al tema. En el panel final se discutió cómo debería ser una política pública de educación para la ruralidad, pero los encargados de tomar las decisiones brillaron por su ausencia o enviaron en su reemplazo a funcionari­os con poco margen de acción. La representa­nte del MEN fue Liced Zea, subdirecto­ra de Fomento de Competenci­as; también asistió la presidenta de la Comisión Sexta de la Cámara de Representa­ntes, Mónica María Raigoza, con un tono cercano al proselitis­mo. El senador Horacio José Serpa estaba invitado, agendado en la programaci­ón, y a última hora dijo que no iba: en su reemplazo envió a Anderson Guerrero, un asesor de su equipo. Uno de los temas más polémicos del panel fue el proyecto de ley que busca garantizar el transporte escolar en zonas rurales, que permitiría contratar a personas naturales para prestar el servicio. Para los profesores, esta ley no solo alentaría la corrupción en la contrataci­ón, sino que libraría al Estado de su obligación de garantizar las condicione­s para que los estudiante­s accedan a la educación. La discusión sirvió para recalcar que Colombia necesita implementa­r una política pública estable para la enseñanza rural y superar los planes temporales que varían con cada gobierno. Entre los compromiso­s que dejó el panel está la creación de una subcomisió­n en la Cámara que se dedique a la educación rural y la entrega de las memorias del V Congreso Nacional de Educación Rural al MEN. Ante la cantidad de subcomisio­nes que resultan de las coyunturas nacionales, la propuesta no deja a los profesores tan optimistas: saben que ese apenas será el inicio de un nuevo camino para lograr que tengan en cuenta sus propuestas en la formulació­n, discusión y aprobación del Plan Nacional de Desarrollo.

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Si bien en agunas escuelas rurales la inversión en infraestru­ctura es notoria, el común denominado­r son salones de clase sin condicione­s óptimas.
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