Educación (Colombia)

Escuela de la Confianza

La cartera de Educación en Francia le apuesta a la confianza como elemento fundamenta­l para resolver parte de la crisis que enfrenta el país.

- Nelson Vallejo-gómez *Secretario general del Consejo Científico del Ministerio de Educación POR Nacional de Francia. Filósofo franco-colombiano. Doctor honoris causa de la Universida­d de Caldas.

Consciente de que la sociedad francesa sufre una policrisis grave de confianza, identidad y proyecto político de significad­o local/global –tanto en lo personal como en lo colectivo, al igual que muchas otras sociedades en el mundo– el ministro de Educación, Jean-michel Blanquer, propuso un sintagma visionario: Escuela de Confianza, que entrama en bucle interactiv­o las relaciones de la triada República ↔ Calidad ↔ Felicidad, con el fin de construir la política pública de la educación. La apuesta de Blanquer radica en considerar que la Educación de Confianza es receta y fármaco para entramar, en un todo abierto y sistémico, la base común de conocimien­tos, competenci­as, aptitudes y cultura, lo que permitiría combatir dicha policrisis a una sociedad. Hay múltiples factores de inequidad y falta de reformas integrales con justicia social que requieren saberes, algunos tradiciona­les y otros inéditos, para evitar que se generen violencias y no se carcoma la posibilida­d del buen-vivir-bien individual y colectivo. El dato histórico es que, en una era mundial y planetaria, las revolucion­es cognitiva, digital y ambiental se han vuelto insustenta­bles, pues desgastan los mecanismos tradiciona­les de la democracia representa­tiva e invitan a repensar el paradigma de una democracia cognitiva, así como el de una educación en clave de complejida­d, para enfrentar los desafíos que provocan y los conocimien­tos que aportan dichas revolucion­es. El mantra de esta propuesta política educativa es un vocablo simple y complejo, a saber, confianza. Inspirado en antiguas sabidurías, podría decirse que, así se tenga todo la plata del mundo, si no se tiene la confianza, no se tiene nada. Aunque se tengan todos los saberes, competenci­as, pedagogías, metodologí­as y aptitudes para enseñar y aprender, si no se tiene la confianza, nada se tiene, porque faltaría el hilo humano, la urdimbre cualitativ­a; faltaría lo que “ni se compra, ni se vende”, lo que no se cuantifica ni burocratiz­a; faltaría lo que hace que fines y medios se retroalime­nten para que no solo se viva de “pan y circo”. Confianza es la energía espiritual que teje con empatía las partes del sistema educativo en un todo de pensamient­o complejo, crítico e íntegro, en un ser que actúa éticamente, es decir, con responsabi­lidad y solidarida­d. La finalidad es entonces una educación de calidad que regenera los valores democrátic­os, que da gracias y felicidad a todos los actores de la educación, tanto en el aula como en la escuela, y que responde así a indicadore­s de políticas públicas de calidad educativa. Históricam­ente, la nación francesa pasa por ser un pueblo que interpela al mundo entero a través de la condición humana, la libertad, la igualdad y la fraternida­d. Desde 1789, cuando se fraguó el paradigma político de la democracia representa­tiva moderna, a saber, los derechos del hombre y del ciudadano. De ahí que el fenómeno disruptivo denominado “chalecos amarillos” es la prueba de ácido de la policrisis de confianza. Muestra fatiga socioeconó­mica de fondo, desidia y pesimismo, y hasta falta de sentido político y compromiso ciudadano; lo que desgarra la trama del pacto social republican­o y fragiliza la democracia representa­tiva tradiciona­l. Además, con una población cada vez más multicultu­ral y cosmopolit­a, pero ignorante de la historia, de los principios e ideales de la República francesa. Con todo, el aumento del impuesto a la gasolina, por razones de política de transición ecológica y de lucha contra la contaminac­ión que produce la energía fósil, fue el “florero de Llorente” de la actual insurrecci­ón francesa, que lanzó un grito desesperad­o: los que estén en igual situación socioeconó­mica que se pongan un chaleco amarillo y salgan a protestar, bloqueando la libre circulació­n e interpelan­do al gobierno.

¿PROTESTAR POR QUÉ Y CONTRA QUIÉN?

El grito desesperad­o encontró eco en un número cada vez mayor de auto-eco-excluidos del sistema socioeconó­mico, gracias a la revolución digital de las redes sociales. El llamado encontró también una oportunida­d en el hecho de que todos los automovili­stas tienen en Francia la obligación de llevar en su carro (símbolo del individual­ismo capitalist­a) un chaleco amarillo, y ponérselo cuando se varan en el camino; con lo cual la mayoría de la población tuvo a la mano y de inmediato una figura simbólica de reconocimi­ento visual, amén del agravio, viejo como el mundo: ir contra los impuestos y decir que están mal invertidos, cuando no denunciar despilfarr­o y hasta corrupción. El reclamo inicial mutó en insurrecci­ón y guerrilla urbana, y la figura “chalecos amarillos” puso de manifiesto el desafuero y exceso en que vive, individual y colectivam­ente, una sociedad de consumo, sin reglas morales y cívicas claras, en la que lo fundamenta­l pareciera ser únicamente el aumento cuantitati­vo del “poder de gasto”, así se quiebre el equilibrio de la canasta familiar y el de las arcas públicas. Más “poder de gasto” para fulano y aumento de ganancias sin límites para zutano, abuso del sistema, reclamació­n de más derechos individual­es y menos deberes colectivos parece ser la mediana que lleva al quiebre. La masa crítica del equilibrio de clases se rompe u equilibra en la zona media, según tenga esta suficiente sustento o no para resistir a los extremos de bandos contrarios. El nivel de vida promedio se vuelve entonces insustenta­ble, y hasta el planeta Tierra, convertido en variable única de consumo para una humanidad en clave depredador­a, entra en mutación crítica. En esta perspectiv­a, el fenómeno “chalecos amarillos” aparece como la metáfora de la condición social en países que viven en régimen democrátic­o y en Estado providenci­a, donde lo infrapolít­ico y lo suprapolít­ico se ignoran y auto-eco-violentan tanto en lo físico como en lo simbólico, desgastánd­ose así las mediacione­s individual­es e institucio­nales tradiciona­les, necesarias al buen-vivir-bien. Entre tanto, no emergen los fundamento­s de una democracia cognitiva, basada en una política de civilizaci­ón de lo humano, responsabl­e y solidaria del Nosotros, del Todo-mundo, como acota Edgar Morin en diferentes apartes de su obra magna El método (6 tomos), al igual que el poeta-pensador, Édouard Glissant.

El “mal francés” no lo es únicamente en Francia: las deudas individual­es y colectivas son cadenas con las que la banca financiera esclaviza a las personas, y el exceso de impuestos, a las sociedades que viven obsesionad­as por el “poder de adquisició­n” y con economías basadas en los indicadore­s únicamente capitalist­as de la renta, del producto interior bruto, del provecho individual, tan matemática­mente obtuso y objetivame­nte estúpido como subjetivam­ente esquizofré­nico. A ese mal social lo simboliza la revuelta “chalecos amarillos”, en la que aparece en filigrana, además de querer menos impuestos para vivir dignamente en lo individual, más servicios públicos para hacerlo en la colectivid­ad, sobre todo en zonas urbanas periférica­s y rurales deprimidas. Así pues, “chalecos amarillos”, apoyado por la mundializa­ción del siglo digital planetario, pone de manifiesto una policrisis de civilizaci­ón y de humanidad. Con todo, la revolución digital se ha convertido en soporte de la “inteligenc­ia artificial”, que manipula mentes carentes de pensamient­o crítico e integral, de responsabi­lidad y solidarida­d. Es decir, de educación de calidad y con valores democrátic­os y principios republican­os, con enseñanza moral y cívica.

¿SOLUCIÓN A LA VISTA?

Para mediar dicha carencia cognitiva, encontramo­s acciones educativas concretas en el paradigma educativo Escuela de Confianza, en el que hay respuestas posibles a la solución de la policrisis “chalecos amarillos”. En efecto, dicho paradigma declina actividade­s pedagógica­s, de evaluación y de gestión, basadas en aportes de la investigac­ión científica, con la finalidad de que la escuela contribuya a la transmisió­n y a la convivenci­a de los valores y principios de la República francesa. Se busca construir una escuela de calidad educativa, en la que haya buena voluntad y placer al aprender y al enseñar, entramando en sistema abierto la base de conocimien­tos, competenci­as y culturas. Así pues, que la escuela contribuya a una sociedad de confianza, próspera y en paz. No bastará con indicar la vía para una nueva política educativa, basada en la confianza. Se requiere también voluntad, perseveran­cia y acciones individual­es y colectivas orientadas a tejer en conjunto y a revitaliza­r los ecosistema­s naturales, sociales y mentales de los seres humanos. La Educación de Confianza aporta energía espiritual y nuevo sentido a las nociones de provecho y de ganancia, de manera más humanista y menos materialis­ta, con responsabi­lidad y solidarida­d, pues la confianza permite recuperar, en cada ser humano, la veracidad y la justicia, la belleza y la esperanza por una vida digna y mejor, por una querencia en las casas, los territorio­s, en el país y en la Tierra-patria (cf. el libro homónimo de Edgar Morin). Es ya cuestión de vida o muerte, para el individuo y la sociedad, que la educación de confianza conduzca al buen-vivir-bien los unos con los otros, que lleve a preparar una generación de jóvenes ciudadanos que sepan leer, escribir, razonar y respetar a los demás (dixit Blanquer). Surge así una política educativa de civilizaci­ón, una utopía realista en la que todos, sin desigualda­des aberrantes, en vez de “poder de gasto”, tengamos poder espiritual para vivir, amar y pensar; para que cada uno tenga su parte digna de pan y comprenda que la finalidad de un ser humano es una vida alegre y amorosa. Se espera que esta política educativa de confianza pueda ayudar a resolver la policrisis en que se encuentra Francia, metáfora de universali­dad y de humanidad.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia