Educación (Colombia)

Educar o adoctrinar, esa es la cuestión

El actual debate sobre si en los colegios públicos de Colombia los profesores adoctrinan a sus alumnos carece de rigor teórico, lo que podría banalizar un tema importante para el futuro de la educación en Colombia.

- por Jorge Cote R. Historiado­r y periodista de la revista Semana

Hace unas cuantas semanas, el Centro Democrátic­o y sectores conservado­res del país, encabezado­s por el senador Álvaro Uribe Vélez, avivaron el debate sobre qué tipo de educación deben recibir los niños y los jóvenes en las escuelas públicas del país. El asunto, que viene de larga data, se centra en que el expresiden­te y sus seguidores acusan a los profesores de Fecode de adoctrinar a sus alumnos en el pensamient­o de izquierda y en la defensa del proceso de paz.

En la polémica ha participad­o todo tipo de personas: profesores, educadores, políticos, religiosos. Se ha convertido en tendencia en las redes y ha sido un tema relevante en los periódicos y en los programas periodísti­cos. en la discusión han intervenid­o importante­s expertos y académicos como Julián de Zubiría, entre otros, pero aun así le ha faltado altura. Unos y otros se acusan de adoctrinar y viceversa, y esta palabra se convirtió en un caballito de batalla para atacar a los oponentes políticos, sin mayor conocimien­to de lo que significa y la función que puede jugar en un sistema educativo. El mejor ejemplo de ello llegó con el proyecto de ley que presentó el representa­nte Edward Rodríguez para limitar la libertad de cátedra en los colegios del país, el cual no tenía sustento teórico o epistemoló­gico alguno.

Para entender este complejo debate, hay que aclarar que las acusacione­s de Uribe y sus seguidores contra Fecode rebasan el aspecto político y, en últimas, se refieren a la disputa sobre el modelo educativo que debería haber en el país. Ese importante asunto ha dominado la política colombiana desde la independen­cia, ha causado guerras civiles (como la de 1876, causada, entre otros factores, por las medidas educativas de los gobiernos radicales), y hoy forma parte del debate de los colombiano­s.

Por otro lado, desde el siglo XX la relación entre educación y adoctrinam­iento ha tomado gran importanci­a en la filosofía, la lingüístic­a y demás ciencias sociales, pues entraña grandes complejida­des. En la actualidad predomina la idea de que se trata de conceptos distintos y opuestos. El primero se refiere

Las acusacione­s de Uribe y sus seguidores contra Fecode rebasan el aspecto político.

a enseñarle a una persona unas capacidade­s críticas que le ayuden a encontrar la verdad, y el segundo, a transmitir un conocimien­to dogmático y poco crítico para que se comporte de cierta manera. Pero esa separación tiene muchos problemas y ha causado profundos debates filosófico­s sin solución a la vista.

Como explican varios historiado­res, desde el triunfo de la filosofía ilustrada en el siglo XVIII, el ideal de la educación se cimentó sobre dos pilares: el pensamient­o científico (capacidad de experiment­ación y de crítica) y el de formar ciudadanos. Immanuel Kant considerab­a que aparte de adquirir conocimien­tos, el joven debía educarse en disciplina (sumisión de la barbarie), civilidad (adaptación a la sociedad humana para que lo quiera), y en moral (criterio para escoger los fines buenos).

Independie­ntemente de la filiación política o las creencias religiosas, estos pilares soportaron la instrucció­n durante los siglos XIX y XX, junto con la educación patriótica propia de los nacionalis­mos. En esa época floreciero­n las historias patrias de los héroes, y por supuesto todo alumno tenía que aprender esas versiones oficiales. Esto significab­a que la diferencia entre educación y adoctrinam­iento como actualment­e se entiende no existía. Un hombre podía tener un pensamient­o crítico (en especial en las ciencias naturales), pero a su vez debía educarse para cumplir ciertos parámetros morales, sociales o religiosos incuestion­ables. En otras palabras, debía quedar adoctrinad­o en función del bien social.

Con las guerras mundiales, el auge del fascismo y el desarrollo de la teoría crítica llevada a cabo en las facultades de las universida­des europeas, este modelo educativo comenzó a flaquear. Los estragos causados por los nacionalis­mos en la Primera Guerra Mundial y por los movimiento­s fascistas durante el periodo de entreguerr­as llevaron a muchos filósofos a cuestionar­se la validez de la herencia educativa de la Ilustració­n. La imagen de miles de jóvenes y adultos

que idolatraba­n a Hitler y respaldaba­n su ideario antisemita y antihumani­sta demostraba que algo malo había pasado con la educación en el último siglo.

De las reflexione­s frente a ese tema, apareciero­n dos corrientes. Una, que se podría denominar liberal, explica que durante los primeros años del siglo XIX los ideales de libertad, bondad y democracia entraron en crisis debido a las doctrinas (comunismo y fascismo), que educaron a las masas de manera dogmática y prohibiero­n la libertad de pensamient­o. Esta línea sostiene que los principios liberales no son una doctrina y que, en cambio, otras formas de pensamient­o o de organizaci­ón social se basan en dogmas y en adoctrinar a las personas.

Otra cosa piensan los exponentes de la teoría crítica en sus distintas variantes (Escuela de Fráncfort, la filosofía francesa Michel Foucault, la lingüístic­a

crítica de Teun A. van Dijk y Noam Chomsky, el psicoanáli­sis de Jacques Derrida y Jacques-marie Émile Lacan). Para ellos, toda educación implica una forma de adoctrinam­iento. Es decir, toda comunidad para instaurar un orden social necesita adoctrinar a sus miembros, ya sea en dogmas científico­s o religiosos. Según este pensamient­o, acabar con las máscaras del adoctrinam­iento requiere volver al principio de la Ilustració­n.

Ambos planteamie­ntos (el liberal y el crítico), antes que ofrecer respuestas generan más preguntas, como, por ejemplo, ¿la verdad y la libertad no son dogmas en sí mismos? O ¿difundir estos dos ideales no son un adoctrinam­iento? Al aterrizar este debate a Colombia, surgirían los siguientes interrogan­tes: ¿la educación religiosa en los colegios es un adoctrinam­iento?, ¿el hecho de que un profesor les enseñe a sus alumnos la importanci­a de la JEP también lo es?

Si el ámbito académico mundial todavía no ha encontrado estas respuestas, parece muy difícil hallarlas para el caso colombiano. No es fácil dilucidar si un colegio católico adoctrina o educa en una tradición religiosa, o si lo hace una escuela de Montes de María al enseñar la importanci­a de la JEP y su defensa. Pero más allá de eso, el debate revivido por Uribe y sus seguidores revela la incapacida­d de la sociedad colombiana de ponerse de acuerdo en un modelo educativo. Allí radica la nuez del asunto. Como explica el historiado­r Armando Martínez, “el problema no se encuentra en la disyuntiva entre adoctrinar o educar, sino en ponernos de acuerdo en una serie de principios para educar a la sociedad”.

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La relación entre educación y adoctrinam­iento desde el siglo XX ha tomado una inusual importanci­a en la filosofía, la lingüístic­a y demás ciencias sociales.

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