La promesa blockchain
Varios gobiernos y universidades investigan las posibles aplicaciones de la tecnología de Bitcoin en la educación. Y las implicaciones son enormes. El llamado ‘internet de valor’ se muda al sector educativo.
Cuando se habla de blockchain se suele pensar en criptomonedas. No sin cierta razón: es un componente principal de estas divisas digitales, y nació en 2008 cuando un personaje misterioso bajo el seudónimo de Satoshi Nakamoto lo inventó para sustentar el Bitcoin.
Pero el blockchain es mucho más que una forma de registrar transacciones financieras sin necesidad de un banco central. Desde consignar votos electrónicos (como hicieron el año pasado en la comuna suiza de Zug) hasta verificar el lugar de origen de las frutas que compra Walmart, esta tecnología sirve para guardar de manera segura y con facilidad de acceso cualquier tipo de información.
Esencialmente, consiste en un registro contable digital que se actualiza en todos los dispositivos de la red al mismo tiempo. Cada nueva operación queda oculta por una clave criptográfica, por lo que no se puede falsificar. Un grupo de ordenadores, también llamados ‘mineros’, compiten entre sí por ser los primeros en verificar la autenticidad de los nuevos registros, publicar un nuevo ‘bloque’ de ellos y ganarse una comisión.
De esta forma, la información nunca está en un solo lugar ni depende de una sola persona, por lo que es virtualmente imposible de hackear. Sería necesario poseer más del 50 % de los computadores ‘mineros’ para aprobar una cadena con información falsa que se mantuviera en el tiempo. Ahí radica su valor.
❚❚ DE MODA EN LA EDUCACIÓN
Tiene varias posibilidades, pero, de momento, el uso más difundido de blockchain en educación tiene que ver con las certificaciones virtuales. En varias universidades, en vez de un diploma, entregan un código con acceso a una cadena de bloques donde queda registrado que determinado alumno aprobó un curso o un programa académico.
Este tipo de acreditaciones tiene la ventaja de que “por un lado, no se pueden hackear y, por el otro, el estudiante puede poner el enlace del blockchain en Linkedin o cualquier plataforma digital y es fácil para un empleador o una institución de educación verificar su autenticidad”, señala Mauricio Tovar, codirector del grupo de investigación Inticolombia, que tiene una amplia experiencia en esta tecnología.
Como señala Tovar, este es un mecanismo ideal para evitar los problemas de diplomas ‘chimbos’ que abundan en el mercado. O incluso los recientes escándalos de titulaciones inexactas o mentirosas que se han adjudicado algunos servidores públicos para inflar sus hojas de vida.
Tovar, de hecho, acaba de lanzar un programa piloto para emitir el primer certificado académico en blockchain en la Universidad Nacional de Colombia. Por ahora, hará la prueba piloto con un curso de educación continua de Ingeniería. Pero espera algún día llevarlo a todos los programas de la facultad y – por qué no– de la universidad.
En otras latitudes, la Universidad Abierta del Reino Unido, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y la Universidad de Nicosia también desarrollan pilotos para certificar a sus alumnos en blockchain.
❚❚ INFORMACIÓN SEGURA
Ahora, no se trata solo de certificaciones. Las universidades manejan una gran cantidad de información y buena parte puede almacenarse de manera segura en blockchain, al menos en teoría. Por ejemplo, las notas. “Ninguna universidad te va a aceptar que algunos de los estudiantes entran a los sistemas y cambian las notas. Pero se han conocido casos. Con blockchain, se asegura que, una vez registrada la calificación del alumno, no se puede modificar”, sugiere Tovar.
Para John Domingue, director del Instituto de Conocimiento Mediático de la Universidad Abierta del Reino Unido, encargado de la investigación y aplicación de la tecnología blockchain en la institución, eso también tendría otra ventaja comparativa: aumentar la cantidad de indicadores disponibles para la indagación y la toma de decisiones en política pública.
“En Europa, podríamos analizar mucha información que hoy no está disponible. Uno podría imaginar tomar las calificaciones de los alumnos y encontrar patrones, como identificar los mejores profesores de cada asignatura en el continente”, asegura Domingue en el informe Blockchain in Education, del Centro Común de Investigación de la Comisión Europea.
También hay información más sensible que manejan las instituciones de educación, como los datos demográficos del alumno, los ingresos de su familia, si está o no en Sisbén, etcétera. Eso se puede registrar cifrado (de tal manera que no sea accesible para el público) en blockchain.
Según el informe de la Comisión Europea, esto podría significar no solo que la información esté más segura, sino que los mismos estudiantes controlen cómo se maneja, lo que los expertos llaman ‘identidad digital soberana’.
Básicamente, eso quiere decir que solo el dueño de la información la controla. Con blockchain, el alumno decide si compartirla con un tercero y la institución no administra los datos. Eso previene malos manejos y empodera al estudiante.
Por ejemplo: muchas empresas pueden solicitarle a un candidato para un puesto que haya aprobado determinada materia. Típicamente, este tendría que entregar la totalidad de sus notas. Pero con blockchain, el contratante solo tendría que verificar en la red si pasó o no el curso. No tiene que ver las notas, ni de esa ni de las otras materias, si el estudiante así lo decide.
El blockchain es mucho más que una forma de registrar transacciones financieras sin la necesidad de un banco central.
Según la Comisión Europea, la confianza en el blockchain migrará progresivamente a la educación, con implicaciones y aplicaciones.
❚❚ UN MONTÓN DE USOS INSOSPECHADOS
El blockchain en la educación tiene un alcance tan incierto que solo lo limita la imaginación. Un ejemplo curioso se presentó en febrero en Bogotá, cuando los alumnos del colegio distrital El Rodeo, junto con el grupo de investigación del profesor Mauricio Tovar, eligieron a sus personeros votando por blockchain. La finalidad era experimental, pero demostró que sí aseguraría la inviolabilidad de las votaciones.
Otro uso podría ser el manejo de las finanzas. Como cada registro queda guardado para siempre en la cadena de bloques, es relativamente sencillo hacerle trazabilidad a los movimientos financieros. “Imagine lo que pueden hacer las universidades respecto al tema de control de las finanzas y para evitar que se pierda el dinero. Se puede aplicar tanto para transacciones de la institución como entre entidades”, explica Santiago Pinzón, vicepresidente de Transformación Digital de la Andi.
A pesar del potencial de esta tecnología, hay que tener en cuenta que, de momento, sus aplicaciones educativas siguen en fase de pilotos. Aún faltan muchos ejercicios de prueba y error para identificar sus alcances. Para la mayoría de instituciones, el blockchain sigue siendo un concepto extraño.
Pero la prospectiva es buena. Según la Comisión Europea, “la confianza en el blockchain migrará progresivamente a la educación, con implicaciones y aplicaciones que no podemos predecir todavía. Específicamente, empoderará a los estudiantes con sus calificaciones, su ruta educativa y su retroalimentación, en vez de dejarle el control de estas a las instituciones educativas o a sus empleados”.