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El país se sorprendió al enterarse de que de las 30.680 aulas que el entonces presidente Juan Manuel Santos prometió entregar el año pasado, solo funcionan 893. ¿Qué pasó con las obras y qué les espera a las regiones?
Infraestructura educativa: en obra negra
Betzabé Rodríguez camina por las ruinas del colegio que hace más de 60 años su madre y su abuela ayudaron a construir. La mujer, vicepresidenta de la asociación de padres del colegio Adolfo María Jiménez de Sotaquirá, en Boyacá, hace gestos de asombro. “En este lote estaba el colegio. Aquí teníamos los baños y la cancha. Allá construimos un laboratorio y tres aulas con dinero de rifas y bazares. Como no cumplía con los nuevos estándares de infraestructura, en 2017 lo tumbaron y prometieron construir uno mejor. Dos años después, solo tenemos varillas oxidadas y maquinaria abandonada”, cuenta.
A falta de aulas, Édgar Borda, rector de la institución, trasladó a sus más de 360 estudiantes a una sede rural ubicada a 20 minutos de Sotaquirá. Alquiló una habitación para preparar los refrigerios. Mientras que, en lo que quedó en pie del colegio, se las arregló para atender dos cursos en un solo salón. “Por estos imprevistos estamos pagando adicionalmente más de 5 millones de pesos para transporte y alquiler. Aun así, los niños están hacinados”.
Por los retrasos de la obra –solo ha avanzado en un 1 %–, 160 niños han desertado de la institución. Según Borda, la cifra va en aumento. Una gran derrota para la comunidad, pues en 2015 recibió el premio a mejor colegio en cobertura rural por la Secretaría de Educación de Boyacá. “Nunca imaginamos que esto iba a suceder. Si alguien nos hubiera advertido, no habríamos dejado tumbar nuestro colegio”, dice Borda.