Educación (Colombia)

EL REGRESO DEL RECLUTAMIE­NTO INFANTIL

A pesar de que la participac­ión de menores en el conflicto armado parecía extinguirs­e con el acuerdo paz, este flagelo sigue vigente. La deserción escolar de más de 400 niños en Antioquia y algunos casos aislados en el país encienden las alarmas.

- por Tatiana Rojas y Yénifer Aristizába­l

Análisis sobre la deserción escolar a causa de la guerra.

Hace dos meses, Paula (*), de 13 años, de la vereda Cortaderal, municipio de Ituango, Antioquia, no volvió a su colegio, donde cursaba sexto grado. Parecía una historia más de deserción escolar, pero resultó ser un caso de reclutamie­nto y abuso sexual cometido por las disidencia­s del frente 18 de las Farc. Tuvo suerte. Tropas del ejército la rescataron en medio de un combate con ese grupo criminal y la entregaron al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF).

Paula está a salvo, aunque muchos otros niños como ella viven situacione­s similares. Según el secretario de Educación de Antioquia, Néstor Restrepo, a principios de 2018 las veredas de Ituango registraro­n 5.100 estudiante­s, pero al finalizar el año tenían 300 menos. “En un consejo de seguridad, una profesora informó que grupos armados se llevan reclutados a los niños, y que esa era una de las causas de deserción escolar”, explicó el funcionari­o.

Hoy hay más de 400 niños en Antioquia en riesgo de convertirs­e en instrument­os de guerra. En el municipio de Cáceres, la Institució­n Educativa Monseñor Gerardo Patiño tenía 2.250 estudiante­s matriculad­os entre 2017 y 2018, pero, de acuerdo con un profesor de la institució­n que prefiere no revelar su nombre, este año solo se matricular­on 1.400 alumnos. Lo que quiere decir que más del 32 % desertó.

“Es extremadam­ente doloroso llegar al aula de clase y que la mamá llegue al colegio a sacar los papeles del niño y diga: ‘Me lo voy a llevar porque hay orden de reclutar menores y yo no quiero que mi hijo forme parte de esto’. Se siente una impotencia tremenda porque si intervenim­os directamen­te, nos matan”, cuenta el profesor.

También ocurre hacia el sur del departamen­to, en San José de Apartadó, una de las regiones más golpeadas por el conflicto armado. Después de que el Gobierno firmó el acuerdo de paz con las Farc, el municipio quedó a merced de los paramilita­res. Según cuenta uno de los miembros del consejo interno de la Comunidad de Paz, en los últimos dos años creció el número de integrante­s de este grupo criminal y con ello, el riesgo de reclutamie­nto infantil.

“Esa gente ha estado de vereda en vereda informando sus objetivos: ocupar el territorio y no permitir la presencia de otro grupo armado. En esas visitas también le ofrecen a los campesinos que se unan a ellos y a cambio les pagan un sueldo. Hoy sabemos que 50 personas se unieron a su red, de las cuales hay cinco niños a quienes tienen trabajando como informante­s. Eso nos duele mucho como comunidad, porque nosotros hemos venido educando a la juventud en el respeto y el perdón”.

❚❚ UN AÑO PELIGROSO PARA LOS NIÑOS

Más allá de Antioquia, los casos de reclutamie­nto se esparcen sin control por el país. Además hay alertas en

otras regiones como Chocó, Nariño, Cauca, Córdoba y Meta, según la Defensoría del Pueblo. Estos territorio­s han liderado históricam­ente las estadístic­as de desvincula­ción de menores de grupos armados. De los 6.570 niños que han salido de las filas desde 1999, 2.726 correspond­en a estas regiones, de acuerdo con el ICBF.

Pero eso no es todo. La Coalición contra la Vinculació­n de Niños, Niñas y Jóvenes al Conflicto Armado en Colombia (Coalico) asegura que el reclutamie­nto infantil creció. Esta organizaci­ón, que cada año monitorea las acciones que afectan a los menores de edad en el marco del conflicto armado, reveló que en 2017 se reportaron 20 casos de reclutamie­nto, mientras que en 2018, la cifra subió a 50. Eso, sin contar con el subregistr­o, ya que en este tipo de hechos la gente siente miedo y no suele denunciar.

Por regiones, los niños sufrieron más acciones violentas en Norte de Santander (43 eventos); Chocó (36); Antioquia (30); Nariño (19) y Valle del Cauca (14).

De acuerdo con Hilda Molano, coordinado­ra de la Secretaría Técnica de Coalico, las cifras crecieron, entre otras cosas, por la presencia de las disidencia­s de las Farc, la diversific­ación de actores y la continuida­d del conflicto. Además, los grupos armados luchan por controlar los espacios que dejaron las Farc y que el Estado no ha ocupado. En ese sentido, “todo parece indicar que en 2019 tendremos cifras peores de las que registramo­s en 2018”, dice Molano.

❚❚ ¿QUÉ NOS ENSEÑÓ EL PASADO?

De acuerdo con el informe del Centro de Memoria Histórica (CMH), este flagelo comenzó a aumentar a principios de la década de los noventa y llegó a su pico máximo entre 2000 y 2002, momento en que los grupos armados ilegales reclutaron cerca de 1.500 menores. En esa época, cuando un niño no regresaba al colegio, el sistema educativo no sospechaba esta causa.

Antes del desmonte de las Farc, esta guerrilla desarrolla­ba acciones de proselitis­mo, en las que les prometían a los niños que podrían estudiar y además recibir algún dinero. Por su parte, los paramilita­res se caracteriz­aban por reclutarlo­s exclusivam­ente a cambio de una suma que podía estar entre 500.000 pesos y 1.700.000 pesos.

Asimismo, todos usaban el miedo. El informe “Una guerra sin edad” del CMH, el análisis más exhaustivo realizado en el país sobre el tema, lo describió así:

“Amenazas de muerte, violencia sexual, especialme­nte sobre niñas y adolescent­es; insultos e intimidaci­ón con armas, imponiendo sus órdenes y controles sociales sobre la población civil”. Con esa informació­n, más los datos que por años ha recopilado el Estado sobre las zonas rojas del reclutamie­nto, es posible ir un paso adelante. No obstante, la guerra se sigue moviendo más rápido, pese a que la Defensoría del Pueblo, algunas secretaría­s de educación y organizaci­ones como Coalico realizan un monitoreo constante y procuran coordinar a las entidades para evitar este fenómeno.

Pero, además, las eventuales estrategia­s de prevención corren por cuenta de la Policía o el propio Ejército, dos actores armados que, para muchos expertos como Hilda Molano, ponen en riesgo la vida y la seguridad de los menores y la comunidad educativa. “Resulta peligroso que un policía o un militar entre a una escuela a buscar informació­n sobre los grupos armados que operan en la zona, y se promueva la denuncia sin saber si están cerca”.

Pero ni la falta de coordinaci­ón entre las institucio­nes para prevenir el reclutamie­nto ni la complejida­d del tema representa­n una excusa para que los más vulnerable­s aún estén a merced de la guerra. El Estado les falló a los más de 16.879 niños reclutados por grupos armados durante 1960 y 2016, según el CNM. Y no puede cometer de nuevo ese error.

(*) Nombre cambiado por seguridad.

“Antes del desmonte de las Farc, esta guerrilla hacía proselitis­mo para reclutar en los colegios. Los paramilita­res atraían a los menores solo con dinero”.

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