Editorial
En el editorial anterior expresé la importancia de seguir en el trabajo continuo con el fin de que la educación sea el motor de cambio y transformación social para el presente y el futuro. Y eso solo es posible si las voluntades políticas de los actores tienen un compromiso serio a favor de la enseñanza en el país. Un ejemplo claro de cómo podría consolidarse este “pedido” es aquello que quedó consignado en el Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2018-2022, hoja de ruta del Gobierno en la que “se señalan los propósitos y objetivos nacionales de largo plazo, las metas y prioridades de la acción estatal en el mediano plazo, y las estrategias y orientaciones generales de la política económica, social y ambiental que serán adoptadas por el Gobierno”, de acuerdo al Departamento Nacional de Planeación.
Sin embargo, en el Pacto para la Equidad que se propone para este cuatrienio se echa de menos que la educación tenga un papel más protagónico. Aunque hay apuestas claras, como la renovación del Icetex, la reestructuración del Fondo de Financiamiento de la Infraestructura Educativa y el fortalecimiento financiero de la educación superior pública, no se ve reflejada la enseñanza como un sistema integral, con trayectorias claras entre cada una de las etapas.
Si se quiere fortalecer la formación para el trabajo, y lograr que los jóvenes colombianos tengan oportunidades reales de vida (laborales y de progreso), hay que devolverse a la educación básica y media. No se puede lograr un país emprendedor si no se fortalece la calidad de la enseñanza en cada una de las regiones y a lo largo del ciclo educativo. ¿Cuál es el vínculo entre lo consignado en el articulado y el Plan de Educación Rural? ¿Dónde queda la imperante necesidad de fortalecer la calidad de la educación básica y la formación de maestros?
Lo que no está escrito, y no queda comprometido legal y fiscalmente, ¿quién lo va a defender? Hay preocupación en el sector educativo, pero es aquí donde todos los que trabajamos en él tenemos que entrar para buscar que la educación sea una prioridad en la agenda. Hacia adelante, el trabajo que nos queda es sobreponernos a la preocupación y velar para que cada proyecto y cada inversión en el sector sea pertinente y permita, de una vez por todas, cerrar la brecha de inequidad inherente al actual sistema educativo.