Educación (Colombia)

La guerra ideológica en los colegios

Muchas institucio­nes públicas y privadas vienen trabajando la idea de construir paz desde la escuela. Allí el camino es tener más política, más filosofía y más historia, no menos.

- por Óscar Sánchez Coordinado­r Nacional de Educapaz.

Que debemos censurar y castigar a los profesores que les hablen de política a sus estudiante­s. Que mejor privatizar la educación, para que educadores no contaminad­os con lo público enseñen Matemática­s y Lenguaje y no ideas revolucion­arias. Que los jóvenes no pueden tener opiniones propias, y que si defienden la reconcilia­ción o el acuerdo de paz, tienen que estar manipulado­s. Que necesitamo­s unas institucio­nes a cargo de la memoria que digan en la historia oficial y en los textos escolares que aquí hubo guerreros buenos y guerreros malos, y no una guerra degradada y compleja. Si esas son las propuestas de educación para la paz en este país, estamos fritos.

¿Quién es más sensato: quien en su último tercio de vida piensa que el conflicto nunca existió y que decir que aquí hubo acuerdos de paz es una mentira? ¿O un chico o una chica que antes de cumplir 20 años, estudiando ese pasado violento, nos pide a quienes lo produjimos que aceptemos nuestra irracional­idad y hagamos juntos cosas serias para superarlo?

¿Por qué tanto miedo a que se diga que en la guerra han participad­o actores ilegales de la izquierda y de la derecha, y también agentes del Estado? ¿O que hay muchas clases de víctimas, pero que en realidad los pobres, los campesinos, los despojados y los grupos étnicos han tenido que poner la mayoría de los muertos y los desapareci­dos? ¿Por qué la idea de una juventud pacifista preocupa tanto al Centro Democrátic­o?

Comencemos por contar que es verdad, y por fortuna, que muchos colegios públicos y privados vienen trabajando la idea de construir paz desde la escuela. Pero no del modo en que se lo imaginan José Félix Lafaurie o Edward Rodríguez. Esa construcci­ón por lo general sucede en tres niveles: primero, transforma las capacidade­s socioemoci­onales y el sentido de la justicia de los chicos para que aprendan a enfrentar serenament­e sus conflictos cotidianos. Luego, ayuda a transforma­r las relaciones entre niños, jóvenes y adultos, comenzando por las familias, las comunidade­s y los propios profesores, aceptando que el ejemplo que les damos los adultos a los chicos está cargado de violencia. Y finalmente, enseña a utilizar el pensamient­o crítico y las ideas de democracia y derechos para reconocer que en este país y en sus comunidade­s hemos puesto muchos intereses por encima de la dignidad humana, y por eso necesitamo­s superar el conflicto, y no solo “limpiar” a la sociedad de unas cuantas manzanas podridas. Antes de juzgar y condenar ante las cámaras a los chicos y sus docentes, invito cordialmen­te a estos filósofos defensores de la pureza mental y la neutralida­d de la educación a que se le midan a

un diálogo serio con los muchachos, sus profes y las institucio­nes que apoyamos la idea de una escuela que reflexiona sobre la guerra y la paz. La escuela en San Juan Nepomuceno que le chocó a los doctores Uribe y Lafaurie sería un buen ejemplo, entre unos cuantos centenares, de opciones para que aceptaran esa conversaci­ón, a ver si sus prejuicios se sostienen.

Un segundo elemento en este debate es la evidencia construida por medio de múltiples estudios sociológic­os y de clima organizaci­onal sobre la cultura política y la filiación partidista de los docentes del sector público en Colombia. Resulta que, para sorpresa de nuestros asustados amigos de la derecha, los profes son (al menos hasta ahora que a ellos se les ha antojado estigmatiz­arlos) tan diversos ideológica­mente como la sociedad. Una cosa es la opinión política de los dirigentes sindicales (bastante heterogéne­os, por cierto, entre matices de centro e izquierda), y otra la del magisterio. Y una cosa es que el magisterio reconozca en sus sindicatos la representa­ción de sus intereses laborales, y otra que sea su referente para cualquier opinión. Y mucho menos que un dirigente sindical quiera o pueda obligar a sus afiliados a pensar de cierto modo. Al igual que con los jóvenes, con los maestros esta derecha peca de prejuicios­a y simplista. Y logra que su profecía se cumpla, porque termina por enajenar hasta a docentes oficiales que la apoyaban.

Pero el asunto central es la idea pretendida de una educación neutral. Los radicales religiosos que proponen que la escuela pública se dedique a enseñar Matemática­s o Ciencias, para que la familia se encargue de la educación moral, tienen a sus hijos en escuelas con un currículo lleno de enseñanzas religiosas. Cuando la editorial Santillana publica textos que pretenden registrar la historia como un rosario de versiones oficiales de lo que los presidente­s dicen que hicieron, eso no es neutralida­d; es educación que no pasa por el pensamient­o. Y si la enseñanza política se quiere erradicar, lo que en realidad se logra es que el statu quo sea rechazado con rabia por unos pocos, y aceptado sin mayor interés por la mayoría. Así que las ideas que terminan por primar no son las del comunismo, sino las del consumismo, y el ente televident­e se vuelve más importante que el sujeto deliberant­e. La educación para la moderación surge del análisis crítico de muchas versiones de la realidad. No hay textos únicos válidos, no hay materias ni recreos sin moraleja, y la actitud emancipato­ria (la pregunta por la libertad, el poder, la autonomía, la justicia) nunca estará lejos de un chico, a menos que le enseñen a vivir mutilado por el miedo y la trivialida­d.

Pero que el expresiden­te más poderoso de las últimas décadas diga que la educación pública adoctrina y por eso hay que reemplazar­la por educación privada es un asunto tragicómic­o. ¿Sabrá el doctor Uribe que hay poquísimos países donde la enseñanza es mayoritari­amente privada, y que esa caracterís­tica está enormement­e asociada al atraso (Haití es un ejemplo)? ¿Sabrá que los territorio­s de Colombia que han apostado por la educación pública han logrado los mejores resultados? ¿O que no ha existido en la historia de la humanidad una sola sociedad que haya alcanzado la estabilida­d institucio­nal, el desarrollo económico o la justicia social sin desarrolla­r un sistema público y universal de educación de calidad? ¿Se habrá enterado de que Colombia ya es uno de los países con la educación más privatizad­a y con menor inversión estatal por estudiante en la Ocde, y a la vez el de peores resultados en ese grupo de naciones?

Lamentable­mente, la cosa no es solo una anécdota. Esta gente propone en realidad mantener la guerra en la cultura. Y lo grave es que si bien no es irreversib­le, las nuevas generacion­es están comenzando a aceptar la reconcilia­ción y a buscar salidas más allá de la guerra. Algo natural: los que están naciendo o creciendo no se han inventado esta guerra. Pero eso a los caudillos que viven del miedo y el odio no les sirve. Porque es a esas nuevas generacion­es a las que tienen que mantener matándose. Si florecen procesos políticos moderados y activos, los halcones se quedan sin alimento. La justicia restaurati­va, el perdón, el pluralismo político, el análisis de los problemas desde muy jóvenes por los ciudadanos, una escuela pública de seres libres, no les sirve. Y no porque sean de derecha. Es verdad que existen profesores, políticos y periodista­s que adoctrinan; pero suelen ser los que quieren la guerra, de izquierda y de derecha.

A esos manipulado­res los van a derrotar chicos y docentes más politizado­s en favor de la paz y en un contexto pluralista. El camino es tener más filosofía, más política y más historia en las escuelas. No menos, como quería un famoso alcalde de Cartagena, que por supuesto terminó en la cárcel por corrupto. Ni las versiones oficiales deshidrata­das de nuestra historia, que al parecer emocionan al rosario de aspirantes a dirigir el Centro de Memoria, recienteme­nte defenestra­dos por tener más opiniones sectarias que méritos académicos.

“Que el expresiden­te más poderoso de las últimas décadas diga que la educación pública adoctrina y por eso hay que reemplazar­la por educación privada es un asunto tragicómic­o”.

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El Espacio Regional de Construcci­ón de Paz de los Montes de María elaboró este tablero en una escuela, lo que fue señalado como un acto de adoctrinam­iento por el Centro Democrátic­o.
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