Daniel Uribe
En los últimos años se ha incrementado la brecha de talento humano entre las competencias que se están desarrollando y lo que el mercado laboral demanda. Esto tiene impacto en la educación, el empleo y la competitividad del país. Al reconocer esta necesidad, junto con los retos que tenemos en desigualdad de calidad educativa y deserción en los diferentes territorios del país, es evidente que estamos en un momento crucial, en el cual se requiere definir acciones de corto, mediano y largo plazo con un enfoque sistémico y trabajo conjunto para cambiar la cultura y generar avances en nuestra sociedad.
Las Fundaciones Corona, la Andi y ACDI/VOCA con el apoyo de Usaid presentaron el primer Informe Nacional de Empleo Inclusivo (Inei), en el cual se muestran los datos territoriales de la ruta de educación al empleo de las poblaciones que más barreras enfrentan para acceder y permanecer en empleos formales: mujeres, jóvenes, grupos étnicos, personas con discapacidad, víctimas, personas en proceso de reintegración o reincorporación, población migrante y población LGTBIQ+, en 64 territorios.
Según el Inei, sigue siendo alarmante la deserción en la educación media, que está cercana a 2,3 por ciento, es decir, 32.000 jóvenes salen del sistema educativo anualmente. Lo anterior resulta impactante, teniendo en cuenta las brechas salariales a las cuales se enfrentarán los jóvenes de acuerdo con el nivel educativo que alcancen; el salario promedio de quienes tienen educación básica primaria es 572.746 pesos, mientras que una persona con educación superior gana en promedio 1.993.940 pesos, o sea, 3,5 veces más; la diferencia salarial entre los que terminaron educación media y los que tienen educación superior es 2,2 veces más. Debemos tener en cuenta que la deserción por cohorte en la educación técnica y tecnológica es cercana a 53 por ciento y en la universitaria bordea 45 por ciento. Esto significa que de los casi 2,4 millones de jóvenes que tienen acceso a educación superior alrededor de la mitad no se gradúa.
El desempleo en la población joven sigue siendo un desafío en el país, según las cifras expuestas. Para 2018 existían 22.457.154 personas ocupadas y 24,3 por ciento tenía entre 18 y 28 años de edad; sin embargo, 62,9 por ciento de estos jóvenes están en trabajos informales y 46,9 por ciento de las personas desocupadas eran menores de 28 años.
Las cifras de calidad evidencian las diferencias e inequidades en el ámbito territorial. En Manizales la situación puede entenderse más positiva, pues sus resultados de lectura crítica en las pruebas Saber 11 fueron significativamente mejores a los nacionales. Mientras que en Urabá se observó un rezago de la región respecto al promedio nacional, donde solo 27 por ciento de los estudiantes alcanzó los niveles de desempeño más altos (medio alto y alto) en matemáticas, en el país ese porcentaje ascendió a 54,8 por ciento.
La educación superior tiene el gran reto de mejorar las condiciones de calidad y pertinencia en la formación, ya que, según el informe, solo 21,7 por ciento de las instituciones de educación superior en el país cuentan con acreditación de calidad por parte del Ministerio de Educación; y de las instituciones que brindan una oferta educativa técnica y tecnológica solo 8,7 por ciento cuenta con certificación de calidad vigente.
En el capítulo de mujeres del informe, es preocupante evidenciar que, aunque estas tienen en promedio más años de escolaridad que los hombres, en el mercado laboral enfrentan barreras culturales, sociales, organizacionales y del entorno; para 2018, de 2,4 millones de personas desocupadas, las mujeres representaron 56,2 por ciento con 1,3 millones.
El informe y las entidades aliadas que lo hicieron posible invitan a tener una conversación profunda sobre cómo debemos promover la inclusión, cómo trabajar desde los territorios con enfoques integrales y cómo seguir articulando esfuerzos para disminuir la inequidad que se vive actualmente en el país, mejorando la calidad y la pertinencia de la educación en las regiones.
Sigue siendo alarmante que la deserción en la educación media se acerque a 2,3 por ciento. Es decir que casi 32.000 jóvenes salen del sistema educativo anualmente.