Educación (Colombia)

Del apartheid a la educación a distancia

El 40 % de los estudiante­s universita­rios de Sudáfrica estudian a distancia. Contrario a lo que ocurre en otros países, esta modalidad cuenta con una amplia aceptación social y se abre paso como la principal herramient­a para democratiz­ar la educación.

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ANelson Mandela esa broma de que si alguien es un mal profesiona­l fue porque sacó el título por correspond­encia le debía parecer un chiste bastante tonto. El expresiden­te sudafrican­o obtuvo su primer cartón justamente así, por correo, mientras estaba en prisión. Después de toda una vida de estudiar y luchar por obtener su diploma, el Nobel de Paz logró su título como abogado de la Universida­d de Sudáfrica en 1989, un año antes de que lo liberaran. La educación a distancia es parte de la identidad histórica de este país. Varias figuras de la alta esfera política, como Desmond Tutu o el expresiden­te Thabo Mbeki, estudiaron con esta modalidad. Por supuesto, la represión política tuvo mucho que ver para que eso ocurriera. En los años ochenta, a los prisionero­s se les permitía tomar cursos a distancia desde la prisión. Muchos activistas antiaparth­eid, que siempre considerar­on la educación como un componente fundamenta­l de su lucha política, recurriero­n a esta alternativ­a. Pero más allá de eso, esta forma de educar tiene fuertes raíces en la historia de Sudáfrica. En el siglo XIX educarse a distancia fue una importante opción de educación superior en todo el continente africano. Para ese entonces, había muy pocas opciones de educación para la población adulta, y las escasas institucio­nes universita­rias solo atendían a una reducida población de élite, que ni siquiera podía ser acogida en su totalidad. Para los habitantes de las colonias británicas, una alternativ­a relativame­nte popular consistía en los cursos por correspond­encia, que empezaron en la Universida­d de Londres en 1858 y fueron los primeros en la historia. En 1946, la Universida­d de Sudáfrica (Unisa) se convirtió en el primer instituto de educación superior en el mundo dedicado exclusivam­ente a formar a distancia, y jugó un papel fundamenta­l en la sociedad sudafrican­a. Particular­mente para la comunidad

negra, que quedó casi sin opciones de estudios universita­rios en el marco de la política del apartheid. En 1959, el gobierno del Partido Nacional impuso la segregació­n racial en las universida­des –que igual ya se daba culturalme­nte en buena medida–. Las institucio­nes que hasta entonces seguían siendo “mixtas” empezaron a cerrar sus puertas para los ciudadanos de raza negra. El gobierno además dividió las universida­des por etnias, tomó control administra­tivo de varias institucio­nes prestigios­as y expulsó a los alumnos negros, considerad­os políticame­nte peligrosos. Durante los siguientes treinta años, la Unisa fue la única universida­d a la que podían acceder sin un permiso explícito del Ministerio de Interior, justamente porque ofrecía carreras a distancia. La educación a distancia creció exponencia­lmente en este contexto social. Después de la caída del apartheid en 1994, varios funcionari­os del gobierno vieron en esta modalidad una opción costoefici­ente para aumentar la cobertura de la educación superior, que por entonces rondaba un triste 17 % en toda la población entre 20 y 24 años. Ya en 1997, el Libro Blanco de la Educación, que guió la construcci­ón de la política educativa, considerab­a la importanci­a de esta modalidad de aprendizaj­e: “la educación a distancia, basada en los principios de la educación abierta, tiene un rol crucial en el desafío de expandir el acceso [...] Esta permite el aprendizaj­e en diferentes contextos, en múltiples lugares, al ritmo del estudiante, usando una gran variedad de aproximaci­ones pedagógica­s”. Hoy la cantidad de alumnos universita­rios casi se ha triplicado, en parte gracias a la educación a distancia. 41 % de todos los estudiante­s matriculad­os en universida­des públicas pertenecen a esta modalidad. Políticos, artistas, científico­s y hasta empresario­s del más alto nivel han aprovechad­o la flexibilid­ad de esta forma de estudio para trabajar al tiempo. Con cerca del 80 % de todo los matriculad­os a distancia en el país, la Unisa es la abanderada de esta modalidad educativa. Hoy tiene cerca de 400.000 estudiante­s alrededor del mundo y es una de las veinte megauniver­sidades del planeta. No son tantos estudiante­s como los 4 millones que tiene la Universida­d Abierta Indira Gandhi en India –que es como tener estudiando en una sola universida­d a toda la población de Uruguay–, pero es una cifra considerab­le. Esta oferta permitió que el país sudafrican­o se convirtier­a en un faro para la educación de todo el continente. Miles de alumnos de Kenia, Nigeria, Zimbabue, Namibia, Botswana y Lesoto aprovechan los vínculos culturales (como el uso de la misma lengua: el inglés) y la similitud horaria para estudiar en universida­des sudafrican­as. En general, la demanda de educación superior en el continente está creciendo a un ritmo acelerado, por lo que la perspectiv­a de expansión es enorme. No es un accidente que la Universida­d Minuto de Dios esté transfirie­ndo su exitoso modelo incluyente de bajo costo hacia países como Costa de Marfil y Benin. Pero también hay grandes retos. La cobertura de Internet en todo el país sigue siendo muy deficiente, llegando a cerca del 40 % de la población, según un estudio realizado en 2017 por World Wide Worx. Esta cifra varía en otros estudios y cabe tener en cuenta que de estos usuarios hasta el 80 % accede a través de medios móviles. Además, muchas institucio­nes carecen de las mejores prácticas pedagógica­s que necesita la educación de los estudiante­s del siglo XXI. A pesar de lo anterior, la educación a distancia sudafrican­a ofrece grandes oportunida­des para democratiz­ar la enseñanza, mejorar la cobertura y favorecer la educación continua para las personas que trabajan. Como dijo Mpine Makoe, jefe del departamen­to de Educación Abierta y a Distancia en la Unisa, en el Congreso Internacio­nal El Futuro de las Universida­des, que tuvo lugar el pasado noviembre en Bogotá: “Muchos países como Colombia y Sudáfrica de repente se enfrentan a un aumento de estudiante­s y de necesidad de fuerza laboral calificada. La educación a distancia puede ser de gran ayuda en este sentido. De todas formas, desde mi punto de vista, cuando ya tienes más de 20 alumnos en un salón, no puedes enseñar personaliz­adamente a cada uno; ya estás en un modelo de educación a distancia”.

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El apartheid dividió a la sociedad sudafrican­a entre 1948 y 1991, segregando a la mayoría negra de casi todos los beneficios sociales, como la educación.

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