Farc, en terrenos de la democracia
Por fin las Farc pidieron perdón. Ahora, deberán someterse y aceptar las reglas de la democracia. Y, como dijo el secretario de Naciones Unidas, habrá que esperar resultados prontos de los acuerdos.
En el acto de firma del acuerdo final entre el Gobierno colombiano y las Farc, realizado ayer con solemnidad y cierta sobriedad en Cartagena, el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, comprometió a ambas partes a mantener los compromisos asumidos, tanto ante el pueblo colombiano como ante al comunidad internacional que ha servido de testigo y garante de todo el largo proceso.
El jefe de las Farc, Rodrigo Londoño, “Timochenko”, persistió en los mensajes ya escuchados y que apuntan, ante todo, a justificar sus actuaciones. Según su relato, ellos resultaron obligados por fuerzas indomables a usar las armas durante más de 50 años, sin quererlo.
Hay que valorar lo que pudimos entender como una petición de perdón por parte de las Farc a sus víctimas: “ofrecemos perdón por todo el dolor causado en tantos años de conflicto”. Si es, como se cree, un reconocimiento de la dignidad de las víctimas y un arrepentimiento por actos injustificables, es un buen comienzo para reintegrarse a una sociedad que, en efecto, quiere mirar hacia un futuro más prometedor. Que las Farc pidieran perdón era el gesto esperado por todos, y muchos dudaban que ocurriera. Hubo que esperar el cierre del discurso del jefe de las Farc, pero oír esa solicitud de perdón por tanto daño causado era necesario, comenzando por todas las víctimas, las presentes y las que la recibieron en el resto del país.
No obstante, escuchar a “Timoleón Jiménez” disertar sobre la ética que impulsó sus acciones y el significado humanístico de sus principios inspiradores no resiste el más mínimo examen frente a los crímenes cometidos y a la relación histórica de las atrocidades sufridas por miles de personas, que no hemos inventado los medios de comunicación, a los que ‘Timochenko’ descalificó con amargura.
El presidente Juan Manuel Santos consiguió su mayor propósito: firmar un acuerdo con las Farc. Esa fue su principal promesa en 2014, la cual identificó con el alcance efectivo de la paz. El acuerdo ya está firmado, a la espera de su refrendación popular mediante plebiscito el próximo domingo. El presidente persistió, y con su consagrado equipo de negociadores en La Habana, dedicados cuatro años a alcanzar acuerdos que parecían imposibles de concretar, rubricó finalmente su firma ante el país, que tendrá la última palabra.
El presidente también tuvo palabras de encomio para los miembros de las Fuerzas Armadas, oportunas, justas y con seguridad compartidas por la abrumadora mayoría de los colombianos.
Es fundamental que todo el país, y en primer lugar los miembros de las Farc, comprendan el alcance de la expresión presidencial de “bienvenidos a la democracia” a quienes aceptaron firmar el acuerdo de paz. Las reglas de la democracia, con sus derechos y deberes, pero también con su garantía de libertades y amparo de participación, implican cambios de lógicas y asunción de compromisos de quienes están acostumbrados a otro régimen de toma de decisiones. Entran a un sistema político en el cual deberá primar la persuasión y la defensa pacífica de tesis y modalidades de Gobierno.
Nunca sobrará, por demás, reiterar el respeto y reconocimiento por las víctimas que han dejado tantos años de conflicto armado. Más que nadie, aguardan con ilusión un futuro para todos los colombianos, libre de las imborrables heridas que ellas sufrieron