Del mar a la llave: así crece filial
Aguas Antofagasta pretende en 2020 abastecer 100 % del servicio de acueducto con agua
Aunos 400 metros de la costa de Antofagasta y a 25 metros de profundidad, en el océano Pacífico, está la boca de la tubería que toma el agua de mar para llevarla a la planta desalinizadora. Después de un complejo tratamiento sirve para abastecer las necesidades de agua potable de 560 mil habitantes de esta ciudad, en el norte de Chile, en pleno desierto de Atacama.
En una sala de control dotada de computadores y sofisticados equipos tecnológicos, Víctor Gutiérrez, jefe de Proyectos de Aguas Antofagasta (Adasa), da la orden para que se enciendan los motores y las bombas de succión que agregarán 200 litros de agua por segundo a la planta. Su capacidad de tratamiento pasará de 756 a 956 litros por segundo.
Para llegar a este momento de ensayos, Gutiérrez y su equipo trabajaron más de año y medio en el diseño y desarrollo de las obras de ampliación de estas instalaciones, que adquirió Empresas Públicas de Medellín (EPM) por 965 millones de dólares en junio de 2015. De hecho, es el negocio más grande hecho por la compañía municipal en el exterior.
En la tercera semana de octubre, una vez finalizadas las pruebas, se pondrá en pleno funcionamiento la ampliación de la planta desalinizadora. Tuvo inversiones por 22 millones de dólares para que la filial de EPM afiance su capacidad operativa y se consolide como uno de los principales prestadores del servicio de acueducto y alcantarillado en Chile.
Agua en el desierto
Para Fredy Zuleta, gerente de Adasa, esta filial no es comparable con otras que el Grupo EPM tiene en el negocio de suministro de agua y ni siquiera con las que tienen sus competidores.
La diferencia radica en que para abastecer las necesidades de agua en la región más árida del mundo, Adasa aprovecha el agua de la cordillera que arrastra el río Loa, el más largo de Chile, y cuya localización en lo alto de las montañas hace que el líquido abastezca los requerimientos de la industria minera del cobre.
De este modo, el 35 % de los ingresos se generan en el mercado no regulado (industrial), sumando 30.390 millones de pesos chilenos que equivalen a unos 121.560 millones de pesos colombianos. El otro 65 % de facturación proviene del suministro a 170 mil suscriptores del sector residencial (mercado regulado) y suma 55.346 millones de pesos chilenos, o sea unos 221 mil millones de pesos colombianos (ver gráficos).
Para atender el mercado residencial se usa mayoritariamente agua desalinizada. Con la ampliación de la planta, 80 % de 956 litros por segundo extraídos del mar serán para ese segmento.
Pero la apuesta de Adasa es ambiciosa. Se espera que de hoy al año 2020 se ejecute otra ampliación de 400 litros de agua por segundo. Así se quedará con una capacidad de 1.356 litros. Eso será suficiente para abastecer el 100 % de los pobladores de Antofagasta con agua del mar, debidamente tratada y procesada.
Pero, ¿cuál agua es la más saludable? Los administradores de la subsidiaria de EPM responden que el agua que baja de la cordillera también necesita un tratamiento especial, pues esta contiene un alto volumen de arsénico y debe ser eliminado por ser nocivo para la salud.
Aunque el agua de mar lue- go de procesada queda con un mejor sabor, también es dañina para la salud, debido a la pérdida de minerales. Estos deben ser incorporados al líquido en la planta de tratamiento de Adasa antes de llegar a las llaves de los hogares.
Llama la atención que mientras la filial de EPM en Chile ejecute obras de ampliación para consolidar sus operaciones, los medios de información hablen del aumento en ventas de aguas saborizadas que, según los consultados, resultan más sabrosas y podrían ser menor dañinas para la salud.
Intercambian experiencias
Una posibilidad que tiene Adasa, según Eduardo Cadavid, gerente de EPM Chile, sería implementar en Antofagasta el esquema de cobro prepago, que funciona con éxito en Medellín.
Al igual que en muchas ciudades colombianas, Antofagasta afronta por estos días la cre-