Simón Peres partió sin realizar su sueño de la paz
Falleció el expresidente de Israel, un visionario y un político innato que esperó siempre la voluntad palestina.
El mundo lamenta la muerte del exprimer ministro y expresidente israelí Simón Peres, sobre todo, porque con él se fue la visión más conciliadora que quedaba para lograr la paz entre ese país y Palestina.
Cuando parece más lejana la posibilidad de reavivar el diálogo entre ambos estados, teniendo en cuenta que un último intento fracasó en París en julio pasado, Israel añora al último de sus fundadores, al estadista por excelencia, al enemigo de la violencia y las divisiones religiosas, al visionario y al hombre que habló de reconciliación con Yasir Arafat y entonces mereció el Nobel de Paz.
Peres, de 93 años, “parecía hecho de otro material”, expresaron los médicos que lo atendieron en las últimas dos semanas, mientras estuvo hospitalizado por sufrir un derrame cerebral.
Un visionario, un socialista
No obstante, la singularidad y resistencia también fueron características de su carrera como mediador y político.
El Nobel, que inició como cuidador de ovejas en un kibbutz de Bielorrusia, donde nació, estuvo más tarde en una decena de gabinetes, fue dos veces primer ministro de Israel y entre 2007 y 2014, presidente del país, un puesto de carácter ceremonial.
Su impresionante ascen- so, en un principio, fue fortuito. Cuando emigró a la Palestina gobernada por Gran Bretaña, en los años 30, David Ben-Gurion, uno de los líderes que proclamó la independencia del Estado de Israel, le vio talante y se convirtió en su mentor.
De la mano de los próceres, Peres se fue convirtiendo en un rostro visible. De hecho, a él se le atribuye que Israel haya obtenido el reactor secreto Dimona de Francia durante su paso por el Ministerio de Defensa, en la década de 1950, por lo que el país adquirió una capacidad nuclear.
En su primer periodo como primer ministro, en 1977, Peres retiró las tropas israelíes del Líbano, normalizó las relaciones con Egipto e hizo que la inflación bajara de un 445 % al año a menos de un 20 %.
El rabino Avi Amsalem, líder de la Comunidad Hebrea Sefaradí de Bogotá, relata que además de acompañar la creación del Estado, Peres aportó mucho para el avan-
ce económico y tecnológico, y sirvió como un puente para fortalecer las relaciones con otras naciones.
De igual forma, el exprimer ministro, continúa Amsalem, dio los primeros impulsos para que Israel se fortaleciera en el tema armamentístico y de defensa, mientras su sueño de habitar el desértico sur de Israel se hizo cada vez más certero con ambiciosos programas de agricultura.
“Peres fue ícono del socialismo, pero un socialismo que fue coherente y llevó el ideal a la acción”, recuerda Benjamín Fchmeit, de la Organización Sionista Argentina y quien en varias ocasiones compartió diálogo con el Nobel.
“Él dio lugar a una generación que construyó y generó espacios de comunicación con los adversarios, pero que al mismo tiempo fue muy consciente de que tenemos que el país tenía que tener prevista la autodefensa, sin agresión”, continúa el líder, y añade que Peres fue respetuoso, cercano a las necesidades del pueblo y “con la grandeza de sentir que todo el que sube en la escala social y del poder y viene de abajo, debe reflejar sus necesidades”.
El acuerdo que nunca vio
Su mayor hito fue haber dado los primeros pasos, como ministro de Exteriores, para entablar diálogos con Palestina a comienzos de los años 90.
La relación, que parecía irreconciliable, mejoró al punto de que en 1993 el asesinado primer ministro Isaac Rabin, el fallecido líder palestino Yasser Arafat y él, alcanzaron un acuerdo de paz, que aunque interino y con debilidades, sembró un precedente para que hoy, todavía, la comunidad internacional persiga el mismo objetivo.
“Ni siquiera era primer ministro en ese momento, pero su papel fue muy grande. Él era uno de los motores de atrás del proceso, un motor que no se veía, pero cuya potencia era perceptible en