FF. AA.: disuadir al enemigo
Generales y coroneles, activos y en retiro, asumieron el reto de asesorar e intervenir en el proceso con las Farc. Fueron pieza clave para negociar asuntos militares, sin renunciar a sus convicciones.
Pasar del campo de batalla a la mesa de negociaciones, con un enemigo que asesinó a tantos compañeros de filas y a miles de civiles inocentes, no era una tarea fácil. No solo hacia adentro de las Fuerzas Armadas y sus deberes de protección de la seguridad y la soberanía nacional, sino de cara a una opinión pública que podía ver en ello un signo de debilidad, de claudicación y de falta grave a los mandatos constitucionales. Pero así como en el conflicto con las Farc las tropas oficiales supieron imponerse y superar momentos de dificultad, en las conversaciones de La Habana aportaron su conocimiento para poner fin a 52 años de confrontación.
Ello ocurrió, además, porque las FF. AA. han sido monolíticas en el respeto del poder civil y político y porque han honrado la obediencia que deben al Gobierno, incluso en el largo desarrollo de las conversaciones en Cuba, con los vaivenes y los momentos de agitación y amargura que era previsible se iban a presentar en el territorio nacional.
La matanza de 10 soldados en la vereda La Esperanza, en Cauca, entre la noche del 14 y la madrugada del 15 de abril de 2015, fue uno de aquellos epi- sodios que pudo haber quebrado la voluntad de las FF. AA. de respetar el diálogo con la guerrilla. Pero no ocurrió porque los oficiales estaban preparados para no desalinearse, incluso ante una falta tan grave de las Farc a su palabra empeñada de tregua unilateral.
En entrevistas recientes del general Jorge Enrique Mora, uno de los plenipotenciarios del Gobierno, pero sobre todo un combatiente contra la sub- versión durante 42 años de carrera, es explícita su comprensión del momento histórico alcanzado por los logros mismos de las FF. AA. en el campo de batalla: “la derrota del enemigo no significa que tenga que morir hasta el último de los soldados que está uno confrontando (...) La victoria significa el logro de los objetivos políticos, y sentar a las Farc en la mesa en un proceso de conversación, lo fue”.
Se manifiesta en él la madurez decantada de los generales y las tropas que combatieron a las Farc durante 52 años de existencia. La misma de otros conflictos armados y otros hombres honorables de guerra que entendieron hitos y etapas cruciales para aceptar que era oportuno sentarse a hablar con el contrario. De ello quedan frases memorables como la del militar y político israelí Moshé Dayán: “Si quieres la paz, no ha- blas con tus amigos, hablas con tus enemigos”. Collin Powell, jefe del Estado Mayor de EE. UU. y exsecretario de Estado, también ha advertido lo impopulares que pueden resultar los cambios de método (en este caso del militar al político) para garantizar objetivos nacionales: “Ser responsable a veces obliga a enojar a la gente”.
Los generales Óscar Naranjo, de la Policía, y Jorge Mora y Javier Flórez, del Ejército, acaban de dar testimonio de vida de su compromiso con el país, con sus tropas y con la búsqueda del fin del conflicto con las Farc. Esa guerrilla aceptó renunciar a las armas y asumió la democracia colombiana como el modelo que regirá su existencia futura convertida en movimiento político.
El general Mora y sus pares no dejaron de estar comprometidos con someter a los ilegales. Con su victoria estratégica sentaron a las Farc a la mesa. Sin renunciar a sus convicciones ni desdibujar su imagen y responsabilidad, acorralaron a la guerrilla en sus retaguardias y la obligaron a aceptar la negociación. Junto a ellos, miles de miembros del Ejército y la Policía lograron el que parecía uno de los objetivos más complejos y lejanos en la historia de Colombia