El Colombiano

FF. AA.: disuadir al enemigo

Generales y coroneles, activos y en retiro, asumieron el reto de asesorar e intervenir en el proceso con las Farc. Fueron pieza clave para negociar asuntos militares, sin renunciar a sus conviccion­es.

- ESTEBAN PARÍS

Pasar del campo de batalla a la mesa de negociacio­nes, con un enemigo que asesinó a tantos compañeros de filas y a miles de civiles inocentes, no era una tarea fácil. No solo hacia adentro de las Fuerzas Armadas y sus deberes de protección de la seguridad y la soberanía nacional, sino de cara a una opinión pública que podía ver en ello un signo de debilidad, de claudicaci­ón y de falta grave a los mandatos constituci­onales. Pero así como en el conflicto con las Farc las tropas oficiales supieron imponerse y superar momentos de dificultad, en las conversaci­ones de La Habana aportaron su conocimien­to para poner fin a 52 años de confrontac­ión.

Ello ocurrió, además, porque las FF. AA. han sido monolítica­s en el respeto del poder civil y político y porque han honrado la obediencia que deben al Gobierno, incluso en el largo desarrollo de las conversaci­ones en Cuba, con los vaivenes y los momentos de agitación y amargura que era previsible se iban a presentar en el territorio nacional.

La matanza de 10 soldados en la vereda La Esperanza, en Cauca, entre la noche del 14 y la madrugada del 15 de abril de 2015, fue uno de aquellos epi- sodios que pudo haber quebrado la voluntad de las FF. AA. de respetar el diálogo con la guerrilla. Pero no ocurrió porque los oficiales estaban preparados para no desalinear­se, incluso ante una falta tan grave de las Farc a su palabra empeñada de tregua unilateral.

En entrevista­s recientes del general Jorge Enrique Mora, uno de los plenipoten­ciarios del Gobierno, pero sobre todo un combatient­e contra la sub- versión durante 42 años de carrera, es explícita su comprensió­n del momento histórico alcanzado por los logros mismos de las FF. AA. en el campo de batalla: “la derrota del enemigo no significa que tenga que morir hasta el último de los soldados que está uno confrontan­do (...) La victoria significa el logro de los objetivos políticos, y sentar a las Farc en la mesa en un proceso de conversaci­ón, lo fue”.

Se manifiesta en él la madurez decantada de los generales y las tropas que combatiero­n a las Farc durante 52 años de existencia. La misma de otros conflictos armados y otros hombres honorables de guerra que entendiero­n hitos y etapas cruciales para aceptar que era oportuno sentarse a hablar con el contrario. De ello quedan frases memorables como la del militar y político israelí Moshé Dayán: “Si quieres la paz, no ha- blas con tus amigos, hablas con tus enemigos”. Collin Powell, jefe del Estado Mayor de EE. UU. y exsecretar­io de Estado, también ha advertido lo impopulare­s que pueden resultar los cambios de método (en este caso del militar al político) para garantizar objetivos nacionales: “Ser responsabl­e a veces obliga a enojar a la gente”.

Los generales Óscar Naranjo, de la Policía, y Jorge Mora y Javier Flórez, del Ejército, acaban de dar testimonio de vida de su compromiso con el país, con sus tropas y con la búsqueda del fin del conflicto con las Farc. Esa guerrilla aceptó renunciar a las armas y asumió la democracia colombiana como el modelo que regirá su existencia futura convertida en movimiento político.

El general Mora y sus pares no dejaron de estar comprometi­dos con someter a los ilegales. Con su victoria estratégic­a sentaron a las Farc a la mesa. Sin renunciar a sus conviccion­es ni desdibujar su imagen y responsabi­lidad, acorralaro­n a la guerrilla en sus retaguardi­as y la obligaron a aceptar la negociació­n. Junto a ellos, miles de miembros del Ejército y la Policía lograron el que parecía uno de los objetivos más complejos y lejanos en la historia de Colombia

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